El qué y el por qué de desear
En su breve conferencia sobre el poder de la mente, Hazrat Inayat Khan nos dice que nuestra infelicidad en la vida es principalmente una consecuencia de no saber cómo poner nuestra mente en el uso adecuado. Él dice: “Si este secreto hubiera sido conocido por todos, ninguna persona en este mundo habría sido infeliz, ningún alma habría tenido un fracaso, porque la infelicidad y el fracaso son antinaturales”. Y en Gayan Chalas, nos dice que no hay límite para nuestra aspiración: no hay nada en la tierra o en el cielo que no esté al alcance del hombre. Cuando Dios está a su alcance, ¿qué puede haber más allá de él?
Podríamos preguntarnos: si todo está a nuestro alcance, y si el fracaso no es natural, ¿por qué ocurre con una frecuencia tan deprimente? ¿Por qué no tenemos lo que queremos? ¿Por qué somos tan infelices a menudo?
Una parte de la respuesta es que lo que parece un fracaso puede ser solo una apariencia momentánea; un contratiempo puede ser un trampolín hacia un mayor éxito, como, por ejemplo, cuando un bebé que apenas está aprendiendo a caminar se cae. Cada caída no es un fracaso, sino una parte del entrenamiento que pronto permitirá al niño no solo caminar sino correr.
Sin embargo, hay muchos cuyas vidas parecen estar crónicamente envueltas en nubes de frustración debido a lo que Hazrat Inayat Khan llama no distinguir el motivo. Si no estamos seguros de lo que queremos, entonces, como un barco sin brújula, navegaremos primero en una dirección y luego en otra, soportando tormentas y sin llegar nunca a puerto seguro. Un síntoma de esto, bastante común en los confusos años de la adolescencia, es un anhelo inquieto sin saber lo que anhelamos. A medida que acumulamos experiencia y llegamos a saber algo sobre nosotros mismos, podemos comenzar a comprender más claramente lo que podría llenar el espacio vacío y completarnos. Este reconocimiento podría decirse que es el primer paso hacia el cumplimiento de nuestros deseos.
El siguiente paso es saber por qué queremos algo, o, en otras palabras, cuál es el motivo detrás del deseo. Evidentemente, esto es fundamental, porque si logramos lo que deseamos y no satisface el motivo, entonces habremos desperdiciado una oportunidad y tendremos que vivir con las consecuencias.
Pero la verdadera madurez del deseo llega cuando nos elevamos más allá de nuestro propio punto de vista hacia algo más amplio, cuando tomamos nota humilde de lo que es apropiado desear y lo que es mejor dejar a la Divina Voluntad. Esta es una etapa de “resignación”, una palabra que deja perplejos a muchas personas, porque parece que renunciamos a nuestros deseos. Sí, de hecho, es la entrega de nuestros deseos, pero los sabios lo aceptan con gusto, porque es un precio muy pequeño por un privilegio precioso: en este caso, la resignación significa dejar ir lo pequeño para tener intimidad con lo Magnífico.
Traducido por Yaqín, Rodrigo Esteban Anda