Vertical and horizontal (Spanish version)

Vertical y horizontal 

Quienes conocieron a Murshid Hidayat sin duda recordarán que era muy insistente en que aprendamos – y aprendamos correctamente, al centímetro, porque una vez había dirigido orquestas y quería que los instrumentos tocaran juntos – los movimientos que acompañan a las oraciones Saum y Salat. El movimiento da expresión física al pensamiento interior que se dice, y esto lo completa. Hay, por ejemplo, el movimiento de la oración Saum, después de las palabras, “Abre nuestros corazones hacia tu belleza, ilumina nuestras almas con Luz Divina”, cuando en silencio trazamos una línea horizontal del hombro izquierdo al derecho y luego una línea vertical desde la coronilla hasta el plexo solar. 

Este movimiento, inevitablemente, nos recuerda la costumbre cristiana de santiguarse, pero Murshid Hidayat nos explicaría, con gran energía, que no estamos colocando los clavos del crucifijo; estamos repitiendo en silencio, “Este no es mi cuerpo, este es el templo de Dios”. 

Tenía razón – no estamos refiriéndonos a la histórica ejecución de Jesús de Nazareth.  Sin embargo, la lección de este gesto nos lleva de nuevo a la crucifixión, de todos modos. 

La línea vertical representa la aspiración, nuestra conexión con lo Divino. No significa que pensamos que Dios está arriba en la estratósfera – solo que deseamos elevarnos en nuestros pensamientos y sentimientos. La línea horizontal representa el plano físico, con todas sus limitaciones, deberes y obligaciones. 

 Y mientras más avanzamos en el camino espiritual, más claramente reconocemos que estas líneas están trazadas en nuestra vida. A medida que nos hacemos más y más conscientes de la aspiración del alma, también nos volvemos más y más conscientes de nuestros ineludibles deberes y obligaciones en la tierra. La consecuencia es que estamos retenidos, incapaces de liberarnos de la tierra, pero también incapaces de olvidar el llamado del cielo. 

La historia de Jesús tendido en la cruz es una ilustración dramática de esto, pero en realidad, a menudo encontramos “crucifixiones”, algunas más grandes que otras. Un ejemplo que surgió en una conversación reciente quizás puede aclararlo.  Un joven se enamora, y la emoción de ese amor le abre las puertas del paraíso; repentinamente el conoce la realidad de la dimensión vertical. Pero entonces, un día su amada dice, “ahora tienes que venir a conocer a mis padres”. En ese momento el joven se encuentra retenido por la dimensión horizontal. Por el bien del amor, está siendo crucificado.  

Y, con suerte, luego de la visita inevitable, él descubrirá la resurrección de una nueva vida. 

Traducido por Inam Anda. 

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