¿Qué sacrificamos?
Hay un patrón muy común de experiencia en retiros grupales: después de pasar algunos días fuera de nuestro entorno habitual y centrarnos en el lado espiritual de la vida, sintonizándonos a través de diversas prácticas, oraciones y disciplinas, nos sentimos alegres y llenos de esperanza. Pensamos, ¿No sería bueno vivir en este estado todo el tiempo? Y luego, al terminar el retiro, volvemos a nuestra vida normal, y en pocos días los sentimientos comienzan a desvanecerse. Como resultado, podemos sentirnos frustrados y desanimados: ¿Por qué no podemos aferrarnos a lo que parecía tan real y precioso en ese momento? ¿Fue sólo una ilusión?
Un retiro nos permite vislumbrar lo posible, pero para que sea una realidad constante requiere algo de nosotros. Entre otras cosas, requiere que desarrollemos más concentración. A menudo, en nuestra vida diaria, estamos muy dispersos y no podemos mantener nuestra mirada fija en lo que realmente deseamos. Podemos culpar a las circunstancias por esto: la familia, la carrera, la educación, las exigencias de amigos y diversos tipos de compromisos, pero al señalar fuera de nosotros soltamos las riendas y decimos: “Bueno, no puedo controlar esto – espero que algún día el caballo vaya a donde quiero ir”. Para llegar a nuestro destino deseado, debemos mantener nuestra concentración en la meta sin dejarnos distraer.
También debemos estar preparados para hacer sacrificios, porque ni en el mundo exterior ni en los reinos interiores se puede lograr nada sin sacrificio. Hazrat Inayat Khan discute esto en su charla sobre el Camino del Logro, publicado aquí, y nos dice que hay dos tipos de sacrificios. El primero es de tipo material; si nuestro objetivo es comenzar un negocio, por ejemplo, debemos sacrificar parte de nuestro dinero para comenzarlo. La otra forma de sacrificio es más difícil, porque es el sacrificio de nuestro yo.
La mayoría de la gente está apegada a ciertos pensamientos u opiniones o formas de ser porque, dirán, ‘ese soy yo, eso es lo que soy’. Soltar esos pensamientos o actitudes es como soltar una parte del yo, y esto es muy difícil. Podríamos recordar al hombre que habló con Hazrat Inayat Khan después de una conferencia, diciendo: “Maestro, encuentro su pensamiento maravilloso, y me gustaría convertirme en su alumno, pero con una condición, y es que no use la palabra Dios’.
Para permitir que la luz de un retiro brille más constantemente en nuestra vida, necesitamos una mayor concentración, pero también debemos estar dispuestos a sacrificar algo del “yo” que se yergue ante nosotros en el camino, proyectando una densa sombra. Con la ayuda de esos dos cambios, es posible descubrir la felicidad que siempre nos estuvo esperando, el derecho de nacimiento que nunca nos abandonó.
Traducido por Juan Amin Betancur