¿Qué vas a arriesgar?
Hay un dicho que se aplica a muchos aspectos de la vida, “si no arriesgas, no ganas”. Si pensamos en negocios o política, en una carrera profesional o en una estrategia militar, el mensaje es el mismo: si no arriesgas algo, no puedes esperar ninguna recompensa. Si juegas a lo seguro, sin arriesgar nada, el resultado será que, en el mejor de los casos, podrás conservar lo que tienes. Por otro lado, si persigues un gran premio, las circunstancias pueden exigir que lo apuestes todo.
Lo mismo se puede decir del camino espiritual, tal como Hazrat Inayat Khan lo deja claro en la reciente publicación sobre iniciación. Cuando un maestro espiritual da la iniciación, nos dice, “el progreso de un iniciado depende de cuanto de si mismo le entrega a la guía de su maestro. Uno podría entregarle sólo un dedo, y otro incluso una parte del dedo. Otro le daría su mano completa. Eso sería una gran diferencia”.
Los buscadores sinceros entran en el camino espiritual por una necesidad de cambio. Puede que no encuentren descanso, o se sientan perturbados por un anhelo inexplicable, y entonces, el atisbo de la realidad que perciben a través del maestro les da esperanza. Pero aun entonces, como Hazrat Inayat sabía por experiencia, pueden estar vacilantes de arriesgar lo que ellos conocen por lo desconocido, y eso trae inevitables consecuencias para su progreso.
La incertidumbre del buscador es natural. Uno no puede adivinar a donde le llevará el camino; como se ha dicho, entrar en el camino es como disparar una flecha en la oscuridad. Lo que es más, si el maestro de verdad es un místico, hay poco que pueda decirse acerca del viaje. Por lo tanto, usualmente sin darse cuenta, el iniciado se reprime, entregando un dedo, o menos, cuando el maestro quiere toda la persona.
Si fuéramos conscientes de esta reacción restringida y de lo que significa, probablemente nos comportaríamos de manera diferente. Recuerden la historia del Nuevo Testamente en la que Jesús lavó los pies a los discípulos. Simón Pedro no quería dejar que su maestro se humille de esta forma, hasta que Jesús le dice que, sin esto, Pedro no tendría “un lugar en Él”. Entonces Pedro entusiasmado le pide a su maestro que no solo lave sus pies sino también sus manos y su cabeza.
Entonces la pregunta que debemos hacernos, particularmente si nos sentimos frustrados porque no vemos progreso en nuestro camino, es “¿Cuánto de mí mismo he entregado? ¿Podría dar más?” Este dicho del Vadan, Alankaras es un buen consejo para todo mureed:
Mi considerado ser,
soporta todo sin hacer nada,
escucha todo sin decir nada,
entrega todo sin tomar nada,
sirve a todos sin ser nada.
Traducido por Inam Rodrigo Anda