En caso de duda
Nuestra vida parece situarnos ante una serie interminable de decisiones. Algunas de ellas parecen ser triviales – ¿realmente importa si cruzo la calle aquí o cien metros más adelante? Y algunas parecen tener el potencial de moldear toda nuestra vida – preguntas sobre socios, familias, profesiones, salud o lugares para vivir, por ejemplo. Tales opciones abren puertas a lo desconocido, porque ponen en marcha cambios cuyas consecuencias no podemos predecir y que a menudo somos incapaces de deshacer. Pesamos nuestras opciones de acuerdo con varias medidas, pero principalmente se reducen a una cuestión de felicidad – ¿esto me traerá felicidad a mí o a aquellos que amo? Y a veces, si hemos comenzado a despertar el lado espiritual de la vida, podemos preguntar, en esta circunstancia, ¿qué quiere Dios que haga?
Hay un hermoso dicho en el Gayan, Boulas: No temas a Dios, pero considera con cuidado lo que le agrada y desagrada. Los sabios, incluido el rey Salomón en Eclesiastés, han hablado de temer a Dios, pero seguramente se refieren al sentido de tener el máximo reverencia y respeto por lo Divino. Como dice un poeta Sufí: “Quién Lo conoce no Le teme”, porque Él es amor, y como un padre amoroso nos ha hecho de Sí mismo. El único peligro real, entonces, es que al conocer lo Divino perderemos nuestro ‘yo’, pero quien se observe cuidadosamente pensará que no es una gran pérdida.
Por lo tanto, si estamos enfrentados ante una gran decisión en nuestra vida es sin duda un buen principio preguntarse, ¿qué agradaría a Dios? Pero para responder adecuadamente a la pregunta, debemos ser capaces de verlo a Él en nuestro entorno, no sólo en las partes agradables de la naturaleza, sino en todas las formas y todos los seres, incluyendo, por supuesto, a nuestros seres queridos, y sin olvidarnos de nosotros mismos. Si pensamos en Dios como algún Observador desapegado y distante, tristemente sacudiendo Sus largos y blancos cabellos sobre nuestros errores necios, esto no nos ayuda a salir de nuestra confusión. Si sentimos la Presencia Divina, amorosa y viva a nuestro alrededor, y buscamos ofrecer felicidad a esa presencia, en realidad estamos expresando nuestro propio ser. En el Vadan, Chalas, hay este dicho, que podría ser de gran ayuda cuando nos enfrentamos con incertidumbres:
La razón por la que el hombre busca la felicidad
no es porque la felicidad sea su sustento,
sino porque la felicidad es su propio ser;
por ello, al buscar la felicidad,
el hombre se busca a sí mismo.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui