Acerca de la ley y el amor
En una reciente publicación de The Hundred Letters, Sharafuddin Maneri describía el proceso espiritual como si tuviera tres etapas, siendo la primera el camino de la ley; observando la ley, cumpliéndola, el buscador supera la feroz identificación del ego con los sentidos físicos. Por esto, en palabras de Maneri, el ego llega a ser un corazón. Esto ciertamente no es el final del viaje, pero quien ha dado este paso verá el mundo con una luz bastante diferente. Uno entra en un mudo de admiración y alabanza, de amor, del cual la persona promedio es en su mayoría ignorante.
Pero ¿qué se entiende aquí por “ley”? ¿Cuál ley o cuáles leyes deberíamos observar? “Ley” es una palabra que genera sentimientos encontrados; podemos reconocer la necesidad de regulación en la vida, y reaccionamos enérgicamente cuando nos sentimos víctimas de la injusticia, pero los buscadores también anhelan la libertad y con frecuencia vemos que las leyes de la sociedad son imposiciones arbitrarias. Esto puede hacernos pensar en la pregunta que le hicieron a Jesús acerca del pago de impuestos a los romanos, que fue tratado en esta publicación.
Sin duda, Sharafuddin Maneri, como devoto musulmán, estaba hablando de la ley religiosa islámica llamada Sharia. Esto es el sistema integral de reglas y obligaciones transmitidas por el profeta Mahoma a los fieles. Como la Sharia toca todos los aspectos de la vida, guardarla cuidadosamente significa sumergirse completamente en el espíritu que está detrás de la ley y, suponiendo que uno tenga la actitud correcta, seguirla alentaría una profunda transformación. Pero ¿qué puede significar esto para aquellos que no son musulmanes? ¿Existe alguna otra ley a seguir? O para poder progresar, ¿debería haber una especie de implementación no religiosa de la Sharia? En esta “época del individuo”, muy pocos querrán aceptar cualquier ley, excepto aquella que ellos hagan, que tal vez cambien de día en día, de acuerdo con sus impulsos.
Debemos recordar que la palabra “ley” se usa en dos sentidos. Uno es el código legal de conducta, cuya violación impone sanciones. La historia nos entrega por ejemplo los códigos de Hammurabi y de Moisés, pero hoy en día todos vivimos bajo complicados sistemas de leyes; parquea tu automóvil en el lugar equivocado y serás sancionado. Pero el otro sentido de la palabra es para funciones o relaciones naturales, tales como las leyes de la termodinámica, o las leyes del movimiento descritas por Isaac Newton; este tipo de leyes no es un código que podemos seguirlo o ignorarlo, sino una descripción absoluta: una realidad, una verdad. Como Hazrat Inayat Khan explica en esta publicación, las leyes humanas idealmente deberían basarse en las realidades espirituales que han sido percibidas por las almas iluminadas. Dado que éstas provienen de un ámbito más allá de la forma, los sabios siempre se han esforzado para expresarlas en una forma que sea comprensible para el mundo, y lo que sea que nos han dado ha sido susceptible de malinterpretación. Jesús les dio a sus discípulos un nuevo mandamiento: amarse los unos a los otros como él los había amado, una instrucción que parece clara, y sin embargo, si miramos lo que, de tiempo en tiempo, varias autoridades religiosas han hecho de ella, podemos preguntarnos qué pasó con el amor del Maestro.
Hazrat Inayat Khan habló extensamente sobre estas “leyes” interiores, mencionando lo que él llamó la ley de reciprocidad, la ley de beneficencia y la ley de renunciación. Para arrojar más luz sobre este tema, ofreceremos algunos aspectos de estas enseñanzas en futuras publicaciones.
Traducido por Inam Anda