Continuamos con la enseñanza de Hazrat Inayat Khan sobre el tema de la renunciación, comenzada aquí. Al igual que con muchos temas místicos, cuanto más finos se vuelven, más problemas presentan a nuestro entendimiento limitado. No es difícil captar la idea de la “ley de la reciprocidad”, o el dame y toma del mundo, ya que experimentamos constantemente el intercambio de martillazos en el mercado, pero cuando llegamos a la idea de la renunciación, de entregar algo y renunciar a eso por el placer de entregarlo, entonces nuestros hábitos, nuestros pensamientos y, por supuesto, nuestro ego, todos comienzan a protestar.
Renunciación
Aquellos en el oriente que han renunciado al placer, la comodidad, las riquezas, las posesiones desde un punto de vista místico, no han renunciado porque fueran demasiado débiles para mantenerlas o porque no las desearan, sino porque querían renunciar a todo eso antes de que pasaran de sus manos. Todo lo que uno posee en la vida lo ha atraído uno mismo, y cuando se pierde, esto muestra que el poder de atracción se ha perdido, y que, si uno puede renunciar a eso antes de que se pierda ese poder de atracción, uno se eleva por encima de eso.
Todas las cosas que son posesión de una persona no son realmente suyas, aunque por el momento pueda pensar eso. Cuando las pierde, se da cuenta de que no eran suyas. Por lo tanto, el único camino posible para la felicidad eterna es darse cuenta de que lo que uno posee no es propio, y que se debe renunciar a tiempo, antes de que todo lo que uno posee renuncie a uno. La ley de la renunciación es grandiosa, y es la única forma de felicidad que hay.
Cuando uno observa profundamente la vida, ve que no hay ganancia que no sea pérdida, y que no hay pérdida que no sea ganancia. Con todo lo que alguien ha ganado, con eso también ha perdido algo, de lo que a menudo no se da cuenta, y a veces, cuando se da cuenta, lo llama el costo, si es que él lo considera una pérdida menor. Pero cuando él no sabe, la pérdida es grande, porque cada ganancia es después de todo una ganancia mortal, y el tiempo que se gasta en su adquisición es una pérdida, y una pérdida mayor en comparación con la ganancia.
La pérdida de cada cosa mortal es una ganancia en las esferas inmortales, porque despierta al corazón, que está dormido tanto en la búsqueda como en los placeres de la ganancia. Cuando el ser humano observa de cerca su propia vida y sus asuntos, descubre que no ha habido ninguna pérdida que deba lamentar, que bajo el manto de cada pérdida se ocultaba una ganancia mayor. Y también nota que con cada ganancia ha habido una pérdida, y que cuando esta ganancia se compara con la pérdida, se ha demostrado que es una pérdida mayor.
A los ojos del mundo, las personas que renuncian a sus placeres, comodidades y felicidad parecen ser tontas, pero no hay nada a lo que el ser humano haya renunciado sin recibir una ganancia mayor. Y, sin embargo, renunciar por ganancia solo puede llamarse avaricia; la renunciación por el placer de la renuncia es la única renunciación que vale la pena.
Traducido por Juan Amin Betancur