Un Lugar en el Establo del Rey
La publicación reciente del texto de Hazrat Inayat Khan sobre el carácter soberano de Dios trataba de poner en términos humanos ciertos aspectos de la Divina Presencia, aunque la imagen puede resultar lejana para nosotros – en estos tiempos, pocos han tenido alguna experiencia con normas reales estrictas. El comportamiento de un rey hacia aquellos a su alrededor no siempre es – o era – sencillo, porque tenía la obligación de priorizar algunas cosas por sobre los individuos. Generosidad y cortesía debían ser mostradas a quien no parecía merecerlo, y amigos íntimos podían no ser promovidos como se podría esperar, todo porque el rey tenía una perspectiva sobre las necesidades de todo el país. Esto se plantea para ilustrar la realidad de que nuestra experiencia en la tierra no es una medida valida de nuestro progreso en el camino interior. Una vida de comodidad y tranquilidad no es necesariamente un signo de evolución spiritual, y una vida de infortunios no significa que Dios este enojado con nosotros. Las “Bendiciones” no siempre llegan de acuerdo a nuestro entendimiento.
Kwajah Abdullah Ansari, cuyo poema “Eso no es difícil para Dios” fue recientemente publicado en el Jardín de Joyas, decía que había tres formas de recibir bendiciones. La primera forma es la de alegrarse con la bendición por la comodidad y placer que proporciona, sin consideración alguna sobre su origen. Esto no es solo egocéntrico sino miope, porque sin duda toda comodidad algún día nos será quitada, y si hemos estado pensando solo en nuestra propia satisfacción, lloraremos como niños a quienes les han arrebatado los caramelos.
La segunda forma de recibir bendiciones es verlas viniendo de Dios, y alegrarse por ese hecho. Ser conscientes de la divina gracia en la bendición, dice Ansari, tiene más valor que la bendición en sí misma. En términos humanos, ésto es fácil de ver: si alguien cercano nos ofrece un regalito, nuestra complacencia con el regalo va más allá del tamaño de éste, sencillamente porque proviene de nuestro amigo o persona amada.
Y la tercera forma de recibir bendiciones se observa en la persona que se alegra plenamente en la Divina Presencia, sin preocuparse por las comodidades y sin distraerse con los actos de la Divina Gracia. Hablando de este grado de entendimiento, Ansari se refiere a una tradición que Dios dió a David, “Oh David, di a los justos: Que se regocijen en Mí, que encuentren gozo invocándome”. En otras palabras, que los “justos” invoquen la pura Presencia, y no la bondad de la manifestación. En relación con esto, podemos pensar en el poema de Rabia al- Adawiyya, mística iraquí del siglo octavo:
Si Te adoro por temor del infierno, ¡quémame en el Infierno!
Si te adoro deseando el Paraíso,
Exclúyeme del Paraíso,
Pero si te adoro por Ti solamente,
No me niegues Tu belleza eterna.
Regresando a la metáfora del rey, hacemos mejor ignorando el alboroto de la corte, con la preocupación ansiosa que tienen los cortesanos por avanzar, y conseguir títulos de estatus y prestigio; dejémoslos pasar. Si solo tenemos un lugar en el establo del Rey, esto es suficiente satisfacción para aquel que verdaderamente tiene consciencia del Monarca.
Traducido al español: Hafiz Juan Manuel Angel