Un Corazón Puro
Cuando Bullhe Shah nos dice que lo divino es encontrado por aquellos con un corazón puro, nos puede hacer pensar en la explicación de Hazrat Inayat Khan sobre la pureza, expresada en varios lugares de sus conferencias. La leche, dice, puede ser llamada pura, y el agua también lo es, pero si ponemos agua en la leche, entonces ni la leche ni el agua están puras. La “pureza” es un estado del ser al que no se le ha añadido nada.
Entonces, ¿qué es un corazón puro? O, para decirlo de otra forma, ¿qué es “corazón”, y qué puede ser añadido o retirado de él?
Cada día, en redes sociales, millones, o probablemente billones, de emoticones de corazones con varios colores y con diferentes características -caras, manos, alas, nubes, arcoíris, y así sucesivamente- son enviados alrededor del mundo, generalmente destinados a apuntar en la dirección general de alguna conexión emocional. Pero, en la medida en que esa conexión es una realidad, existe porque nuestro propio corazón interior es capaz de reflejar. Si uno siente cariño por un lugar determinado, por ejemplo, tal vez un río cargado de vitalidad o una colina especial con vista al mar, un lugar de culto inspirador o algún pico de montaña majestuoso en particular que se eleva hacia el cielo, nuestro sentimiento significa que eso se refleja en nuestro corazón. Por alguna razón, el lugar despierta nuestro corazón y, a la inversa, valoramos el lugar porque lo llevamos en la única cueva del tesoro real que tenemos: el corazón.
Muchos pasan toda su vida colocando un objeto -o persona, o lugar, o concepto, o experiencia- y luego otro frente al espejo del corazón. A veces, lo que elegimos reflejar allí resulta ser indigno de ese lugar, y luego nos sentimos decepcionados y empezamos a buscar un remplazo. Pero ¿qué pasaría si fuéramos capaces, solo por un momento, de despejar todos los objetos y dejar que el espejo refleje el infinito?
Entonces quizás veríamos la cara risueña de Bullhe Shah diciendo: “¿Ves?, ¡Te lo dije!”.
Traducido por Yaqín, Rodrigo Esteban Anda