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Convertir la Culpa en Elogio Inner Call Podcast #141
Como buenos estudiantes del camino Sufi, descubrimos varios puntos de vista, todos ellos válidos, cuando empezamos a discutir la frase del Vadan, “Mi ser consciente: no juzgues al otro con tu propia ley”. A través de diversas reflexiones, llegamos al consenso de que juzgar a los demás es una tendencia lamentable pero universal, y de que el mundo sería un lugar mejor si pudiéramos superarlo.
Es posible, por supuesto, emitir juicios positivos. Los miembros del jurado de un concurso, por ejemplo -ya sea para la interpretación más artística de una sonata de Chopin o una selección de repostería casera en la Feria de la Cosecha local- buscan encontrar la excelencia y celebrarla. Pero para muchos de nosotros, la condena, hablada o tácita, es un hábito tan bien utilizado que fluye automáticamente, mientras que el ofrecimiento de alabanza o admiración parece requerir un esfuerzo consciente. Sin embargo, si nos esforzáramos y buscáramos cosas que alabar en quienes nos rodean, en muy poco tiempo se produciría un cambio sorprendente en nosotros, y también en nuestro entorno.
En nuestra discusión también se señaló que “el amor está por encima de la ley”, como dice Hazrat Inayat Khan, y si esto es así, quizás deberíamos eliminar no sólo nuestro juicio, sino también las leyes que lo propician. Las leyes expresan límites, y nosotros nos esforzamos por lo ilimitado, así que desechémoslas.
Es un ideal maravilloso, pero antes de descartar algo, siempre es prudente preguntarse si podría servir para algún propósito que no habíamos reconocido. Vivir en el amor, para el amor y por el amor es el objetivo final, pero no podemos empezar por ahí. Tenemos que empezar por el principio, con alguna preparación.
El dicho del Vadán es una de las Reglas de Cobre, y por lo tanto forma parte de la serie de admoniciones que comienzan con las reglas de Hierro y terminan en el precioso reino del Oro. Estas reglas primero nos dirigen en nuestra condición más densa, y luego, a medida que nos desarrollamos (eso esperamos), nos ayudan a expandirnos y desplegarnos, para mostrar la belleza que es posible en la personalidad humana. Por ejemplo, una regla de Hierro muy básica es, “No te jactes de tus buenas acciones”. Una regla de Oro, obviamente a un nivel superior, es “Observa la constancia en el amor”.
El cobre, estando un paso por encima del hierro, sugiere una etapa en la que uno ha empezado a trabajar en sí mismo. Tal vez, habiendo hecho algún autoexamen y sintiéndome insatisfecho conmigo mismo, he empezado a establecer ciertas normas o leyes para mi comportamiento, expectativas de mí mismo que trato de cumplir. La autodisciplina es admirable, de hecho, esencial para nuestro desarrollo, y obviamente descartar leyes en este caso no sería útil.
Sin embargo, como nos dice este dicho, debemos cuidarnos de juzgar a los demás por nuestra regla. Tenemos poca idea de dónde puedan estar los otros en su propio camino, tal vez estén muy por delante de nosotros, o tal vez todavía estén durmiendo. En cualquier caso, merecen respeto.
Es más, juzgar -en el sentido de condenar- simplemente no es bueno para nosotros. Deja un sabor amargo en la boca. El hábito de condenar y culpar penetra con el tiempo en nuestro sentimiento, en nuestro pensamiento e incluso en nuestro cuerpo; es fácil verlo en algunos rostros.
Mucho mejor, por tanto, cultivar el hábito de la admiración, pues cuando es sincera y genuina, da vida y luz y dulzura. Y todos necesitamos esto.
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.