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Primer plano y fondo Inner Call Podcast # 144
Supongamos que tenemos una tarea que realizar, un trabajo doméstico cotidiano: tal vez estemos en la cocina, cortando una olla llena de verduras. Es muy probable que, mientras mantenemos la atención en el cuchillo para evitar cortarnos los dedos al igual que las cebollas, estemos pensando en otra cosa, en algún tema que quizá no tenga relación con la cocina.
O imaginemos que tenemos que realizar un viaje, en autobús o en tren. Aparte de la atención necesaria para subir a bordo y vigilar nuestra parada, lo más probable es que nuestra mente esté en otra parte. Podemos estar pensando en lo que nos espera al llegar, o en lo que acabamos de dejar atrás, o muy comúnmente hoy en día puede ser que estemos escuchando música o un podcast, y los auriculares sumarán a nuestra separación de la experiencia inmediata de nuestro viaje.
Nuestra atención, en otras palabras, se divide fácilmente entre lo que está en primer plano y lo que está en segundo plano, y es raro que nos concentremos en un solo pensamiento o acción.
Esta división de nuestra atención puede parecer una estrategia inteligente para lidiar con las complejidades de la vida, ya que nuestras vidas tienen muchos hilos, cada uno con sus propias demandas, pero para el buscador en el camino espiritual, esto de hecho hace el viaje más difícil. La Verdad debe estar presente ahora, o no podría ser la verdad, pero si no estamos presentes en el momento, entonces ¿cómo podemos conocer la verdad?
La persona promedio tiene una mente un poco parecida a un cuadro de El Bosco, quizás su “Jardín de las delicias”, que está repleto de imágenes separadas que revelan más detalles cuanto más las estudiamos. Somos portadores de numerosos pensamientos y sentimientos, que funcionan simultáneamente y a menudo se contradicen entre sí. Algunas formas de pensamiento se hacen eco de versiones del pasado, y otras esbozan versiones esperadas del futuro que nunca serán más que fantasías a menos que nos hagamos cargo del presente y lo moldeemos según nuestros deseos. Algunos pensamientos son simplemente patrones habituales que hemos adoptado de otros lugares, y que no tienen relevancia para nuestra propia experiencia. Obviamente esto tiene un efecto en nuestra percepción y en nuestra capacidad para determinar lo que queremos hacer.
Y lo que es peor, la división de nuestra conciencia también va en contra de nuestros esfuerzos espirituales. Como buenos estudiantes, podemos esforzarnos por realizar fielmente nuestras prácticas espirituales cada día, pero los ejercicios sólo pueden ser tan eficaces como la vida que nosotros mismos les demos. Si las palabras de nuestras oraciones, por ejemplo, están en primer plano, pero en el fondo nuestros pensamientos vagan por otra parte, pensando en repintar el espacio de meditación, tal vez, o comprobando la hora antes de que tengamos que irnos a trabajar, o preguntándonos si estamos rezando las oraciones de una manera suficientemente piadosa, entonces las oraciones estarán faltas de vida. O consideremos algo tan aparentemente sencillo como pensar en nuestro ideal divino. ¿Qué podría ser más fácil, podríamos decir, ya que el ideal divino es por definición nuestro ideal más elevado, aquello que anhelamos con más fuerza – pero qué sucede? Podríamos poner el amor en primer plano, porque se nos ha dicho que Dios es amor, pero si alrededor de ese ideal hay el ruidoso barullo de las preocupaciones sobre nuestro yo – “mis errores, mis defectos, mis carencias, mis sentimientos de no ser amado, mi falta de progreso espiritual”-, entonces el primer plano simplemente se desvanecerá en el ruido de fondo. Después de una contemplación así, podríamos llegar a la conclusión de que “dios” no es tan especial después de todo, y que tal vez la “espiritualidad” sea sólo una ficción.
Hazrat Inayat Khan enseñó que hay una progresión de la concentración a la contemplación y a la meditación, y como cada paso se basa en el anterior, no podemos saltarnos ninguno de ellos. La concentración, por tanto, la capacidad de mantener un pensamiento tanto tiempo como queramos, es la piedra angular de todo lo que esperamos construir. Podemos empezar por estar presentes en todo lo que hacemos, descubriendo cómo vivir la vida momento a momento.
Hazrat Inayat Khan enseñó que hay una progresión de la concentración a la contemplación y a la meditación, y como cada paso se basa en el anterior, no podemos saltarnos ninguno de ellos. La concentración, por tanto, la capacidad de mantener un pensamiento todo el tiempo que queramos, es la piedra angular de todo lo que esperamos construir. Podemos empezar por estar presentes en todo lo que hacemos, descubriendo cómo vivir la vida momento a momento.
Traducido por Inam Anda