¿Cuánto es suficiente?
Los dichos de Jesucristo y los del Profeta Mahoma publicados en Inner Call el 25 de abril pueden inquietar a una persona reflexiva. Aquellas grandes almas, de quienes millones de seguidores toman (o dicen tomar) su guía espiritual, dicen que la pobreza es preferible a la abundancia. Podemos también recordar la historia del Evangelio, del hombre rico que pidió consejo a Jesús y como respuesta él le pidió que lo vendiera todo y se lo dejara a los pobres, para que así tuviera un tesoro en el cielo (más bien que en la tierra, se entiende). ¿Esto significa que debemos renunciar a nuestra riqueza material si queremos seguir un camino espiritual? Y si es este el mensaje, ¿por qué debería ser así? ¿Tenemos que buscar una vida de incomodidades? Podríamos preguntar: ¿cuál sería el objeto de la creación si se nos prohíbe disfrutarla?
Evidentemente, es un falso razonamiento equiparar la apreciación de la creación con la posesión de riquezas. No se nos cobra el permiso para contemplar las joyas del cielo nocturno, ni por el coro matutino de los pájaros que celebran el regalo de un nuevo día. Tanto la salida del sol (sunrise) como el amanecer (rising) de una sonrisa infantil no tienen costo. Pero, como cualquier padre sabrá, dar a luz y criar (raising) a un hijo no es gratis; comida, ropa, zapatos, escuela, medicina, un hogar acogedor – todo esto tiene un costo y nunca parece haber el dinero suficiente. ¿Entonces por qué [no] preocuparnos por la abundancia?
Hazrat Inayat Khan conoció en su propia vida tanto la abundancia como la adversidad material. En India, él conoció las muy variables fortunas de un músico, unas veces sin nada en el bolsillo para un tiquete de tren y otras veces bienvenido como invitado en los salones de mármol de la realeza. Cuando él vino a occidente, se convirtió en un derviche deambulante y sin un centavo, con una esposa y finalmente con cuatro hijos que debía cuidar. Así pues, sus enseñanzas sobre el tema de la riqueza tienen los matices correspondientes. En Gayan Boulas encontramos: “muchos males nacen de la riqueza, pero aún más son engendrados en la pobreza” (56). Mientras que en Vadan Tanas, cuando el místico pide a las riquezas terrenales que expliquen su carácter, la respuesta concluye: “quien no me posee es por cierto pobre, pero quien me posee es más pobre aún” (876).
Tal vez podamos encontrar acá una pista sobre este tema. Ser “espiritual” no significa ser desnaturalizado; al contrario, es lo más natural, pues en realidad nuestra verdadera naturaleza es el espíritu. Ser espiritual, entonces, solo significa desviar nuestra atención del sueño temporal de lo material para volcarla sobre la imperecedera realidad de lo invisible. Sin importar que seamos ricos o pobres, mientras no hagamos este cambio de perspectiva, seguiremos atrapados en la ilusión y será difícil liberarnos. Si estamos absortos en el sueño de nuestros propios tesoros, en donde sin quererlo nos hemos hecho sirvientes de nuestra cuenta bancaria, entonces redirigir nuestra atención será tan difícil como cambiar el curso de cualquier sueño que veamos mientras dormimos. Pero también, si estamos sufriendo por una pobreza que no hemos escogido, soñaremos con hallar la riqueza, y esto hará difícil elevar nuestra mirada de la tierra.
Mientras vivimos en este mundo, entonces, quizás el rumbo más sabio sea pedir lo que sea suficiente y no más de lo que basta. Como dice en el Gayan Chalas: “medios suficientes para cubrir las simples necesidades diarias con mayor bendición que la riqueza que añade peso a la lucha de la vida” (420).
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez