Audio 171 Knocking on the Gate (Spanish version)

Llamando a la puerta

En Gayan Boulas, encontramos este dicho: El corazón es la puerta de Dios; tan pronto golpeas, la respuesta llega. Las palabras son muy alentadoras -siempre nos entusiasma cualquier pieza de sabiduría que mencione el corazón, y esto parece ofrecernos la esperanza de una gratificación instantánea por parte de la Divinidad. Esto debería ser una promesa muy bienvenida y quizás sorprendente, porque ¿quién no ha rezado por algo, en un momento u otro, y ha sentido que nuestras oraciones no han sido respondidas? 

 La imagen de llamar a la puerta no es nueva. Según el Evangelio, Jesús dijo: “Llamad y se os abrirá”. Probablemente, desde los días en que los seres humanos construyeron por primera vez unas cuantas cabañas juntos en la naturaleza, hemos conocido este concepto de acudir a la puerta o al portón de alguien para pedir ayuda. Puede que necesitemos comida, o curación, o consuelo, o refugio, o simplemente una ayuda con una carga pesada, pero algo nos ha obligado a salir de la comodidad de nuestro lugar habitual. Y, siendo humanos, sabemos que a lo largo de la historia las puertas y portones no siempre se han abierto al llamado de la necesidad, un llamado que puede llegar en medio de la noche, o en algún otro momento inoportuno, o cuando simplemente no nos sentimos generosos. Pero tanto la frase del Gayán como la promesa de Jesús afirman, sin condiciones ni reservas, que Dios responderá cuando llamemos. 

Es más, la frase del Gayán nos dice incluso dónde hay que llamar. La puerta se encuentra en el corazón humano. Hay muchas historias sobre buscadores que atraviesan desiertos, escalan montañas y se adentran en selvas en busca de la verdad espiritual, pero aparentemente no es necesario ir tan lejos: no es un viaje externo en absoluto. Parece paradójico, sin embargo, que tengamos que golpear a nuestro propio corazón, y podríamos preguntarnos por qué es así.  

Para entenderlo, podríamos preguntarnos: “¿Está abierto mi corazón en este momento?”. Es una pregunta capciosa, porque quien responda “sí” probablemente no pase la prueba. Cuanto más se avanza en el viaje espiritual, más se siente que aún queda trabajo por hacer, y se desea que el corazón se abra aún más. Hazrat Inayat Khan nos dice que la vida en el mundo material es difícil, y por nuestras preocupaciones con las posesiones y las sensaciones y nuestra propia identidad, el corazón se congela. Entonces la cualidad líquida se paraliza; la fuente de amor que debería fluir allí se detiene. En ese caso, si llamáramos a la puerta, ¿qué respuesta podríamos esperar oír de la Presencia Divina en nuestro interior? 

Algunos pueden decir que amar es tan peligroso que necesitan proteger el corazón; amaron y fueron heridos, y ahora mantienen un escudo para evitar más dolor. Pero esto confunde el amor con el apego y la expectativa. El amor es el sentido de la unidad: amamos la belleza de la rosa porque su suavidad, su gracia y su perfume hablan de algo que tenemos dentro, algo que reconocemos, pero al amar la rosa no debo exigir que se despliegue de una determinada manera o que muestre un determinado color o que se abstenga de producir espinas, y cualquier agenda de este tipo probablemente conducirá a la decepción. Si eso me resulta doloroso, el origen del dolor no está en la rosa, ni en el amor que sentí, sino en mis expectativas. 

Hay muchas formas de calentar el corazón -la práctica del Zikar es una de ellas-, pero cualquier esfuerzo que hagamos para pensar menos en nosotros mismos y más en un ideal vivo será útil. Si lo hacemos con paciencia, persistencia y convicción, con el tiempo se hará realidad, y entonces podremos hacernos eco de estas palabras del Gayan Tanas: Mi corazón ya no es mío desde que lo has hecho Tu morada, mi Señor. 

Traducido al español por
Arifa Margarita Rosa Jáuregui 

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