Exiliados de nuestro propio reino
En el artículo recientemente publicado de Hazrat Inayat Kan sobre traer el cielo a la tierra, se nos dice que el cielo, ese lugar “perfecto” celebrado por los poetas y proclamado por los predicadores, no es un reino imaginario y lejano de un cuento de hadas, sino que de hecho está justo dentro de nosotros. Todo lo que necesitamos para experimentarlo, de hecho, para que nos establezcamos allí, es armonizar nuestra voluntad personal con la voluntad de Dios. Como podemos asumir que Dios, el Divino Padre / Madre / Creador de toda la humanidad, quiere lo mejor para nosotros, entonces, ¿qué nos detendría? ¿por qué no lo hacemos? ¿por qué permanecemos en el exilio? Si el cielo está dentro de nosotros, debe ser nuestro hogar natural, y pertenecemos a él.
Sin embargo, como señala Hazrat Inayat en este breve texto sobre la creencia en Dios, hay una necesidad tanto del arte como de la naturaleza. La naturaleza es la creación divina, y nosotros somos parte de ella, pero el Creador ha escondido una semilla de Sí mismo en nosotros. Tenemos la posibilidad de embellecer la naturaleza con nuestro arte. Es el arte el que termina nuestra propia naturaleza individual con la belleza de la personalidad, y es el arte, cuando lo utilizamos, el que convierte nuestro ideal divino del concepto a la realidad viviente.
Traer un ideal a la vida requiere, primero que nada, cuidado meticuloso. Como un jardinero humilde y devoto, debemos cuidar lo que deseamos cultivar, protegiéndolo de las plantas competidoras y de climas adversos, de enfermedades y de parásitos. Debemos estar atentos tanto de día como de noche. Pero también debemos estar dispuestos a dar nuestra vida por el proceso. En la obra “Una”, de Hazrat Inayat Khan, la escultora anhela que su obra se vuelva realmente viva, y finalmente aprende que esto solo puede suceder si acepta el cuenco de veneno y sacrifica su propia vida por su obra de arte.
Traer un ideal divino a la vida significa repetir con cada pensamiento, palabra y acción, en todas sus posibles variaciones: “Creo en la perfección”, o podemos decir Verdad, o Amor, o Vida, o Luz. Pero también para reconocer que mi pequeño “yo” pone una limitación a la perfección; es un marco de un cuadro muy pequeñopara abarcar el infinito. Igual que la escultora Una, cuando la necesidad de sacrificio se hace evidente para nosotros, el proceso puede finalmente ser completado: hacemos todo lo que podemos para borrar nuestro “yo” del cuadro, y dejar que la majestuosidad de la perfección brille por sí misma.
Entonces, ya sin estar exiliados, somos bendecidos al descubrir que nunca hemos dejado nuestro verdadero hogar.
Traducido por Yaqin Rodrigo Esteban Anda