Vislumbres: una visita a Leeds
En mayo de 1917 la revista “Sufi” publicó el siguiente artículo sobre una visita de Hazrat Inayat Khan a la septentrional ciudad inglesa de Leeds. Hizo el viaje por invitación de la Sociedad Teosófica, y es interesante comparar este informe con el extracto de su diario personal aquí publicado.
Visita de Inayat Khan a Leeds
Inayat Khan visitó recientemente Leeds, por invitación de la Sociedad Teosófica. Todas las noches se dirigió a una sensible y atestada audiencia, y en las tardes estuvo en casa para todos los que desearon verlo.
El día de su llegada se dirigió a The Lotus Group of Children, diciendo: “Es tan necesario que los niños aprendan la música de la vida como también que aprendan a cantar. Cada niño debe tratar de darse cuenta de lo musical que puede ser en su pensamiento, palabra y acción. Tener hermosos pensamientos es como tocar una bella melodía en el piano, hablar una palabra amable y buena es como cantar una dulce cancioncilla, tener refinamiento en todas nuestras acciones es como una graciosa danza. Toda la música de la vida puede ser aprendida desarrollando una naturaleza cariñosa, siendo amables y obedientes con nuestros padres, recordando con gratitud los problemas que han tenido por nosotros, y siendo respetuosos con nuestros mayores, parientes y amigos, todo lo cual es el resultado de un corazón amoroso”.
Un niño de entre el grupo de niños se levantó de su asiento y preguntó: “¿Cómo podemos amar a los alemanes?” Inayat Khan se sorprendió ante el ingenio y el espíritu del niño, algo rara vez encontrado en el Este. Él respondió: “No debes amar las acciones que te parecen injustas y crueles, pero debes mostrar tu amor en el deseo de que Dios guíe a los que están extraviados. De esta manera no odias a nadie, y al mismo tiempo cumples las palabras de Jesucristo cuando dijo: “Ama a tus enemigos”.
Por la tarde los visitantes hicieron muchas preguntas y fueron contestadas por Inayat Khan. Algunas de las personas le preguntaron cómo debían dirigirse a él, qué título deberían usar para su reverenciada posición. Él respondió: “No se debe usar ningún título porque no he venido entre ustedes como maestro con pretensiones sobrenaturales, sino como uno entre ustedes, su hermano, y así como se dirigen a su hermano en casa, así mismo han de dirigirse a mí, por mi nombre”.
Una señora le preguntó: “Si cada alma tuviera una nota particular, si es así, ¿podría decirme cuál es mi nota?” Él contestó: “Es verdad que cada alma tiene una nota particular, pero no te diré cuál es la nota de tu alma, porque no he venido aquí para excitar tu curiosidad con supersticiones. Si le hubiera dicho a la gente sus auras, colores, notas, personalidades y fortunas, habría hecho de esto un negocio muy provechoso, pero el mensaje que llevo es la Divina Sabiduría solamente. Es decirte por qué estás aquí, cuál es tu origen, dónde está tu morada, cómo puedes viajar hacia ella y cómo puedes alcanzar tu meta eterna”.
Un venerable clérigo preguntó a Inayat Khan cómo eran mirados los misioneros en la India. Él contestó: “Los habitantes de la India son principalmente hindúes y musulmanes, entre los cuales los musulmanes son primero cristianos y después musulmanes, porque consideran al Cristo con tanta reverencia como lo haría un verdadero cristiano, y los hindúes suelen respetar a toda alma religiosa. Personalmente he saludado con respeto y reverencia y con aire de amistad a cada siervo de Dios, sea cual fuere la religión que profese, siempre y cuando su motivo sea verdadero. La humanidad de hoy necesita siervos de Dios, obreros fieles, pero es una lástima que se encuentren tan pocos”.
Inayat Khan fue preguntado por el mismo clérigo si poseía poderes ocultos y psíquicos. Respondió: “Si poseo tales poderes, no se debe hablar de ellos con el fin de atraer la atención y obtener publicidad, satisfaciendo así la vanidad. Si no poseo tales poderes, la pérdida no es grande para un corazón amante de Dios y un alma que busca la verdad”.
De entre los que preguntaban, alguien comentó: “Escuchamos mucho acerca de los obradores de maravillas y de los maestros de sabiduría en el Este, pero cuando vamos allí no vemos ninguno”. Inayat Khan sonrió y respondió: “Esperas encontrarlos debajo de un letrero, y así es imposible que los descubras. Si encuentras alguno de esta manera, son generalmente impostores. El verdadero obrador de maravillas nunca obra una maravilla y considera tal cosa tan solo como un juego de niños. De la misma manera, todos los demás asuntos de la vida a los que damos tanta importancia son nada para ellos. A veces una maravilla podría manifestarse de ellos en forma accidental, pero nunca para atraer a otros o para ganar publicidad. Los maestros de la sabiduría son aquellos que, en vez de mostrarse súper-sabios, actúan tan sencillamente como un niño inocente. La mente dudosa que trata de probarlos es ciega y nunca podrá reconocerlos, porque es el ojo de la confianza el que solo puede contemplar su bendita visión”.
Un miembro de la Sociedad preguntó de qué manera el sufismo difería de la Teosofía. Inayat Khan respondió: “En primer lugar, la diferencia es la mismísima cosa de la que un sufí quiere liberarse, y ¿cómo puede diferir de la sabiduría que es suya? La palabra Teosofía tiene su origen en la palabra oriental ‘Tassuf’*, que es el nombre correcto para el Sufismo, de cuya última parte deriva el nombre Sufi. En el Este nunca lo llamamos Sufismo, sino Tassuf”. Se le preguntó si los Sufis creen en el karma y la reencarnación, dos doctrinas en las que se fundamenta la totalidad de la Teosofía. Él respondió: “El sufí está libre de las restricciones de las creencias y de la incredulidad; su trabajo es el de purificar la inteligencia, la que puede convertirse en una lupa para que cada problema en que sea enfocada deje revelado con claridad su secreto. Por lo tanto, los libre-pensadores deben liberarse de las restricciones de la creencia antes de enseñar a otros la libertad de pensamiento. Las creencias y la incredulidad han dividido al hombre en tantas sectas, cegando sus ojos a la visión de la singularidad de toda la existencia”. La pregunta final fue: “¿Esperas la venida del Maestro del mundo?” Él contestó, “Para un sufi el yo interno, el yo externo, el reino de la tierra, el reino de los Cielos, todo el Ser es su maestro y en cada uno de sus momentos se dedica a adquirir conocimiento. Para algunos, el maestro ya ha venido y se fue, para otros el maestro todavía puede venir, pero para un sufi el maestro siempre ha estado y seguirá estando para él por siempre”.
El día de la partida de Inayat Khan, agradeció a la audiencia de Leeds, que tanto le gustó, por su acogida, su sensibilidad y su respuesta, y expresó su gratitud por la invitación de los miembros de la Sociedad Teosófica. Los teósofos, dijo, fueron los primeros en abrir las puertas en Occidente para que soplara el aire de la sabiduría oriental. Especialmente atribuyó al Sr. y a la Sra. Best y al Presidente el crédito del estado actual de desarrollo de la Sociedad en Leeds.
* La palabra persa ‘Tassawuf’ significa sufismo, y por una ligera alteración en su ortografía, se puede pronunciar ‘Tassuf’.
Traducido por Juan Amin Betancur