Vislumbres: Recordando a Begum Inayat
Ora Ray Baker, destinada a ser el apoyo y alma gemela de Hazrat Inayat Khan, nació en Albuquerque el 8 de mayo de 1888, y falleció en París el 2 de mayo de 1949. Esta semana, por lo tanto, es un buen momento para recordarla. El pasaje a continuación está tomado del relato personal de vida de Hazrat Inayat, y enseguida hay una carta escrita por Ora Ray, firmada ‘Sharda’, uno de los nombres que Inayat usaba para ella*. La carta fue escrita en junio de 1914; las circunstancias eran que mientras la familia, incluyendo ahora a la bebé Noor, se alojaba en París, Inayat había decidido ir a Ginebra con poco más en el bolsillo que un billete de ida. La carta da una visión tierna del profundo sentimiento y la preocupación que su joven esposa sentía por él.
Ora, después Amina Begum, que nació en Nuevo México el 8 de mayo de 1892, provenía de una familia de Kentucky llamada Baker, cuyo tío abuelo el juez Baker es conocido en Chicago. Se convirtió en la madre de mis cuatro hijos: Noorunnisa o Babuli, nacida el viernes 20 de diciembre de 1913, (fecha rusa) fecha critánica: 1ro de enero de 1914; Vilayat o Bhaijan, nacidos el lunes 19 de junio de 1916; Hidayat o Bhaiyajan, nacido el lunes 6 de agosto de 1917 y Khairunnisa o Mamuli, nacida el martes 3 de junio de 1919.
A pesar de la gran diferencia de raza, nacionalidad y costumbres, demostró ser una amiga a través de la alegría y el dolor, como prueba de la idea, que siempre creí, de que las diferencias externas no importan cuando el espíritu está en unión.
Las pruebas por las que mi vida estaba destinada a pasar no eran de carácter habitual, y no fueron una pequeña prueba para ella. Una vida como la mía, que estaba totalmente dedicada a la Causa, y que estaba cada vez más involucrada en las siempre crecientes actividades del Movimiento Sufí, naturalmente me mantuvo alejado de ese pensamiento y atención que le debía a mi hogar y mi familia. La mayor parte del tiempo en mi vida me vi obligado a pasar fuera de casa, y cuando estaba en casa, siempre estuve lleno de actividades, y naturalmente recayó sobre ella siempre dar la bienvenida a los huéspedes con una sonrisa en todas las circunstancias. Si no hubiera sido por su ayuda, mi vida, cargada con una gran responsabilidad, nunca me habría permitido dedicarme por completo a la Orden como lo he hecho. Es por este sacrificio continuo que ella ha demostrado su devoción a la Causa.
Desde niña Ora mostró gran fuerza de voluntad. Una vez, cuando estaba muy enferma, y un médico había perdido toda esperanza y se lo había dicho a su madre, sin saber que ella escuchaba, mientras yacía en la cama, comenzó a decir enfáticamente, en su manera infantil: “No voy a morir, no quiero morir”. Y luego, para gran sorpresa del médico, vivió, y él le dio todo el crédito de su sanación a su fuerza de determinación, al espíritu que luchó contra la muerte, con lo que mostró la tendencia de un pariente suyo, la señora Eddy Baker, que había difundido esa idea en el mundo como Ciencia Cristiana.
En su temprana juventud, Ora vio una vez a un fantasma cerca de su cama, un sabio oriental que apareció un instante y cruzó. Después tuvo un sueño, que un sabio oriental la sostenía en sus brazos y la elevaba hacia el cielo, y se la llevaba al extranjero.
Cuando Ora vio a Inayat, a primera vista se sintió totalmente atraída hacia él, y pensó que éste era quien su alma siempre había buscado. Luego él le enseñó música. Ora pensó que era demasiado difícil expresar sus sentimientos a Inayat, que parecía tan reservado y alejado de todas las ataduras terrenales. Pero ella llevaba silenciosamente en su corazón el gran poder de la atracción que sentía. Durante algún tiempo estuvo bajo la tutela de su hermano, que era médico de profesión y líder de una Orden en Estados Unidos.
Inayat, tan absorto en la misión para la que había sido enviado a Occidente, no tenía en su mente el más mínimo pensamiento que no sea su tarea. Al mismo tiempo, con un corazón nacido para admirar y responder a todo lo bueno y hermoso, un corazón valiente para aventurar cualquier cosa que deseara, por difícil o alta que fuera, y esa eterna corriente de amor y afecto siempre brotando de su corazón, estaba dispuesto a ceder a la llamada en respuesta a la doncella que estaba destinada a ser su pareja en la vida, percibió en su meditación las indicaciones de su futuro matrimonio, también visiones que le mostraron a quien estaba destinada a ser su esposa, y visiones en las que su Murshid le sugirió que la vida que vendría era necesaria para el propósito de su vida. Inayat, pasivo como era a la llamada interior, la aceptó a pesar de todas las dificultades que le esperaban.
Sólo se habían conocido unos pocos días durante los cuales su unión creció de la forma más maravillosa y antes de que llegara a su floración, Ora tuvo un sueño, que le contó a Inayat, que había aparecido una corriente de agua entre ambos, y se había extendido hasta convertirse en un océano, dividiéndolos a ambos. Y muy pronto ese sueño se hizo realidad. El hermano de Ora, que era su guardián, al enterarse de su amor por Inayat, se volvió contra él y por prejuicios retuvo a su hermana por la fuerza para que no viera a Inayat en el momento en que Inayat estaba a punto de partir de Estados Unidos hacia Inglaterra. Pasaron los meses en esta separación, causando una infinita desdicha a ambos. En especial, no saber el uno del otro fue la prueba más difícil para dos almas tan estrechamente unidas. Sin embargo, su determinación fue grande. Al final ocurrió un milagro. Un día, arreglando los papeles del escritorio de su hermano, encontró la dirección de la casa de Inayat en Baroda, y entonces pudo comunicarse con él. Parecía como si todo en la vida ayudara a Ora a unirse de nuevo con Inayat, y todo salió tan maravillosamente que no parecía ser nada diferente a un milagro, lo que permitió que llegara el momento deseado por mucho tiempo; y se casaron en Londres en 1912.
* * *
Mi amor
Me pregunto cómo estás y si tienes la intención de volver a casa. Mi tesoro, cómo te extraño, las palabras no pueden decírtelo. Sé que debes estar sufriendo mucho, estando solo y sin nadie que te ayude y con tanto por recorrer. Espero que nunca te vayas solo otra vez, mi amor. Escríbeme una carta todos los días. Siempre anhelo tus cartas. No veo nada más que nubes cuando estás fuera, mi vida… Mi precioso, cuida de tu alfiler, tu anillo, etc. ya que sería muy malo perderlos. Y en caso de que envíes tu ropa sucia a la lavandería asegúrate de retirarla antes de salir de Ginebra, no la olvides ya que son tus mejores prendas… Adiós querido corazón, cuídate bien y escribe (a Sharda) todo sobre ti mismo… Siempre tu más fiel (Sharda) …
A esto, su marido respondió brevemente por telegrama: Bastante bien. Murshid.
*Hazrat Inayat Khan le dio a Ora Ray el nombre sufi Amina, pero también la llamaba Sharda, otro nombre para la diosa Saraswati, consorte del señor Brahma. ‘Begum’ es un honorífico, que significa ‘Señora’.
Traducido por Darafshan Daniela Anda