Hazrat Inayat: algunos aspectos del sufismo, parte XI
En la continuación de su breve resumen de algunos aspectos del sufismo, Hazrat Inayat Khan ahora comenta la muy conocida historia de Ali, tomada de la vida del gran sufi del Punjab, Bullha (o Bulleh, o Bullhe) Shah. La publicación anterior se encuentra acá.
En la vida de Bullah Shah, el gran santo el Punjab, se puede leer un relato muy instructivo de su entrenamiento infantil, cuando fue llevado a la escuela con niños de su propia edad. El profesor le enseñó la primera letra del alfabeto arábigo, Alif. Los otros niños en su clase terminaron todo el alfabeto, mientras él seguía practicando la misma letra. Cuando las semanas habían pasado, y el profesor vio que el chico no avanzaba más allá de la primera letra, Alif, pensó que tendría algún defecto y lo devolvió a casa con sus padres diciendo: “su hijo es deficiente, no puedo enseñarle”.
Los padres hicieron por él todo lo que estaba en sus manos, encomendándolo a varios tutores, pero no hizo progreso alguno. Estaban decepcionados, y el chico finalmente escapó de casa, para no ser una carga de su propia familia. Entonces vivió en el bosque y vio la manifestación de Alif que había cobrado forma en el bosque, como pasto, como hoja, como árbol, rama, fruto y flor; y el mismo Alif se manifestaba como la montaña y la colina, las piedras y las rocas. Fue testigo de lo mismo en un germen, un insecto, un pájaro, una bestia, y el mismo Alif en él y en los demás. Pensó en uno, vio uno, sintió uno, se hizo uno, y nadie más.
Luego de haber dominado su lección completamente, volvió a dar sus respetos al viejo profesor que lo había expulsado de la escuela. El profesor, absorto en su visión de la variedad, hacía tiempo que lo había olvidado; pero Bullah Shah no pudo olvidar al viejo profesor que le había enseñado su primera y más inspiradora lección, en la que había ocupado casi toda su vida. Se inclinó con la mayor humildad ante su profesor y dijo “he preparado la enseñanza que muy amablemente me enseñó; ¿podría enseñarme algo más que haya por aprender?”. El profesor se rió de él y pensó para sí mismo: “después de todo este tiempo, este mentecato me recuerda”. Bullah Shah pidió permiso para escribir la lección, y el profesor replicó en burla: “escribe en este muro”. Él hizo entonces el signo Alif en el muro y este se quebró en dos partes [trazando el signo Alif`]. El profesor, estupefacto ante este maravilloso milagro, dijo: “¡eres mi maestro! Eso que has aprendido solo en la letra Alif, yo no he sido capaz de dominarlo con todo mi conocimiento”. Y Bullah Shah cantó esta canción:
¡Oh! Amigo, deja ahora el estudio,
un Alif es todo lo que necesitas.
De conocimiento has cargado mi mente,
has llenado de libros tu cuarto.
Mas el verdadero conocimiento se extravió en pos del falso,
desiste pues, oh amigo, de buscar ese conocimiento.
Toda forma parece derivar de otra, toda figura se deriva de Alif, que originalmente se deriva de un punto y representa el cero, la nada [en árabe, el cero se escribe como un punto]. Cuando escribimos, para todos es natural marcar un punto en el momento mismo en que el bolígrafo toca el papel, aunque las letras que forman las palabras esconden el origen. De igual manera, el origen del Ser-Uno está oculto en su manifestación. Por eso Alá, cuyo nombre proviene de Alif, se esconde bajo su manifestación. La misma forma Alif es la figura del número uno en inglés [y en español], y en ambos aspectos esta forma revela su significado. Este significado en sus variadas formas se ve en todos los aspectos de la naturaleza. Como dice Omar Khayyam:
Un cabello quizás divide lo falso de lo cierto;
sí, y un solo Alif sería la pista de ello,
Si lo encontraras llegarías a la casa del tesoro
y , por ventura, también al Maestro.
Dijo mi alma “deseo el conocimiento místico:
enséñame si está en tu poder”.
Dije “Alif”. Ella respondió “no digas más;
si uno está en casa, una sola letra bastará”.
Continuará…
Traducción por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez