Hazrat Inayat: Creer en Dios
Es el espíritu de todas las almas lo que es personificado como Dios en todas las épocas. Hay épocas cuando el espíritu se materializa en la fe de la humanidad, y es adorado como Dios, El Soberano y Señor del mundo, como Juez, Sustentador y Quien perdona nuestros pecados, pero hay épocas cuando esta comprensión ha disminuido en la humanidad, cuando la raza humana se queda más absorta por la vida mundana que en el ideal espiritual. Por lo tanto, la fe en Dios llega a la humanidad como las mareas del mar. De vez en cuando aparece en la superficie, principalmente con el Mensaje Divino dado como una respuesta al grito de la humanidad en cierto período. Entonces, en la vida de los individuos, a veces la fe en Dios llega como una marea en el mar, con un impulso de adorar, de servir a Dios, de alcanzar a Dios, amar a Dios y anhelar la comunicación con Dios. Cuanto más está frente a nuestros ojos la vida material del mundo, más se cierra el impulso espiritual; por lo tanto, el impulso espiritual llega luego de momentos de tristeza y desilusión a lo largo de la vida.
La fe en Dios es natural, pero en la vida, tanto el arte como la naturaleza son necesarios. Entonces Dios, Quien existe independientemente de que lo imaginemos, debe ser creado por nosotros para nuestra propia comprensión. Para hacer a Dios inteligible, el hombre primero debe hacer su propio Dios. Fue en este principio que se basaba la idea de muchos dioses y la costumbre de adorar ídolos en las antiguas religiones del mundo. Dios no puede ser dos. El Dios de uno es el Dios de todos, pero para comprender ese Dios, todos y cada uno de nosotros tiene que hacer su propio Dios. Algunos de nosotros buscamos justicia, podemos buscar al Dios que es justo. Algunos de nosotros buscamos la belleza; debemos encontrarla en el Dios de la belleza. Algunos de nosotros buscamos el amor; debemos encontrarlo en el Dios de la misericordia y compasión. Algunos de nosotros deseamos la fuerza y el poder; debemos encontrarlo en el Dios Todopoderoso. La búsqueda de cada alma en este mundo es diferente, distinta y particular para sí misma y así puede lograrlo mejor, encontrando el objeto de su búsqueda en Dios.
El momento que uno llega a esta fe, no necesita hacer ninguna pregunta a su prójimo, porque la respuesta a toda pregunta que brota de su mente se encuentra en su propio corazón. La morada de Dios, que es llamada Cielo, se encuentra entonces en su propio corazón. El amigo en quien uno siempre puede depender, alguien en quien uno siempre puede confiar, alguien cuya simpatía y amor son seguros, alguien que nunca nos fallará, alguien que es suficiente fuerte para ayudar, alguien que es suficientemente sabio para guiarle en la vida, lo encontraremos en nuestro propio corazón.
Aquellos que fuera de su visión materialista no pueden creer en el Dios ideal, pierden mucho en su vida. Ese ideal que es el más alto y el mejor, el único ideal por el que vale la pena amar, vale la pena adorar, vale la pena anhelar, vale la pena sacrifica todo lo que uno tiene, y del que vale la pena depender durante la luz del día y a través de la oscuridad de la noche, es Dios; y aquel que tiene a Dios en su vida tiene todo lo que necesita. Aquel que no tiene a Dios, teniendo todas las cosas de este mundo mortal, está solo, está en el desierto aun si estuviera en medio de la multitud. El viaje del sufi, por lo tanto, es hacia Dios. Es el Conocimiento Divino lo que él busca, su meta es la realización de la Consciencia de Dios.
Traducido por Inam Rodrigo Anda