Hazrat Inayat : Initiation pt XIX (Spanish version)

Hazrat Inayat : Iniciación pt XIX 

Mientras que las publicaciones anteriores de la serie sobre Iniciación describieron varios aspectos de la preparación y la actitud del buscador, esta entrega da una valiosa visión de la labor del maestro. La publicación que antecede a esta en la serie se puede encontrarse aquí

El maestro no siempre enseña de una forma clara y directa. El maestro espiritual tiene mil maneras. Puede ser que con sus oraciones pueda guiar a su discípulo; puede ser a través de su pensamiento, su sentimiento, o su solidaridad, que incluso a la distancia pueda guiarlo. Y por lo tanto, es un gran error cuando un discípulo piensa que sólo se le puede enseñar con palabras o doctrinas, con prácticas o ejercicios. 

Para lograr que acudieran a él los discípulos y las personas correctas, un sufí que vivía en Hyderabad hizo un arreglo maravilloso. Consiguió una mujer gruñona para que se sentara justo cerca de su casa, y a cualquiera que viniera a ver al gran maestro, ella le decía todo tipo de cosas en contra del maestro: lo cruel que era, lo malvado, lo descuidado, lo perezoso; no había nada que dejara de decir. Y, como resultado, de cien, noventa y cinco se volvían; no se atrevían a acercarse a él. Tal vez sólo cinco llegaban, queriendo formar su propia opinión sobre él. Y el maestro estaba muy complacido de que los noventa y cinco se hubieran ido, porque lo que habían venido a encontrar no estaba allí; estaba en otro lugar. 

Hay otro aspecto de esta pregunta. Lo primero que hace el maestro es averiguar cuál es la necesidad apremiante de su discípulo. Ciertamente, el discípulo ha venido a buscar la verdad, y a ser guiado hacia el camino de Dios, pero al mismo tiempo, es tarea psicológica del maestro dar su pensamiento primero a la necesidad apremiante de su discípulo, sea que el discípulo hable de ella o no. Y el esfuerzo del maestro está dirigido a eliminar esa primera dificultad, porque sabe que es un obstáculo en el camino del discípulo. Es fácil para un alma recorrer el camino espiritual, porque es el camino espiritual lo que el alma está buscando. Dios es la búsqueda de toda alma, y cada alma se abrirá camino naturalmente, siempre que no haya nada que la obstruya, por lo que la necesidad más apremiante es la eliminación de cualquier obstrucción. Por lo tanto, un deseo puede ser cumplido, puede ser conquistado, o puede ser eliminado. Si se cumple, tanto mejor. Si no es correcto cumplirlo, entonces debe ser conquistado o eliminado, con el fin de despejar el camino. El maestro nunca piensa que solo se preocupa por el progreso espiritual de su discípulo, por su realización de Dios, porque si hay algo que bloquea el camino del discípulo, no le será fácil al maestro ayudarlo. 

Hay tres facultades que el maestro considera esenciales desarrollar en el discípulo: profundizar la compasión, mostrar el camino de la armonía y despertar el espíritu de la belleza. A menudo vemos que, sin que se le enseñe ninguna fórmula en particular, sin recibir ninguna lección en particular sobre estos tres temas, el alma de un discípulo sincero crecerá bajo la guía del maestro adecuado, como una planta que se cría y riega cuidadosamente todos los días y cada mes y cada año. Y sin él saberlo, comenzará a mostrar estas tres cualidades, la compasión cada vez mayor, la cualidad armonizadora que aumenta cada día más y más, y la expresión y comprensión y apreciación de la belleza en todas sus formas. 

Podemos preguntar, ¿no hay marcha atrás? Bueno, a veces hay una sensación de retroceder; al igual que cuando uno está en el mar, el barco puede moverse de tal manera que a veces se tiene la sensación de que está retrocediendo, aunque realmente está yendo hacia adelante; uno puede tener la misma sensación cuando se monta en un elefante o un camello. Cuando, en la vida de algunos discípulos, se siente esta sensación, no es más que una prueba de la vida. Sin embargo, un discípulo a menudo sentirá que desde que se convirtió en discípulo, encuentra muchas más faltas en sí mismo que las que nunca antes había visto. Esto puede ser así, pero eso no significa que sus faltas hayan aumentado; sólo significa que ahora sus ojos se han abierto más, de modo que cada día ve muchas más faltas que antes. 

Siempre hay un gran peligro en el camino espiritual que el discípulo tiene que superar: puede desarrollar un sentimiento de ser exaltado, de saber más que otras personas, de ser mejor que otras personas. Tan pronto como una persona piensa: ‘Yo soy más’, las puertas del conocimiento se cierran. Ya no podrá ampliar su conocimiento, porque, automáticamente, las puertas de su corazón se cierran en el momento en que dice: ‘Lo sé’. El conocimiento espiritual, el conocimiento de la vida, es tan embriagador, tan exaltante, da una alegría tan grande, que tan pronto comienza a brotar uno lo derrama ante cualquiera que venga.  

Pero si, en ese momento, el discípulo pudiera darse cuenta de que debía conservar esa brasa de la luz, reservarla, mantenerla dentro de sí mismo y dejar que esa luz se profundizara, entonces sus palabras no serían necesarias; su presencia iluminaría a la gente. Pero tan pronto como brota la fuente, y se vierte lo que sale de ese manantial en palabras, a pesar de que por un lado su vanidad será satisfecha, por el otro su energía se agotará. La pequeña fuente que había brotado se habrá derramado delante de los demás, y permanecerá sin poder. Es por esto que al verdadero discípulo se le enseña reserva, la conservación de la inspiración y el poder. El que habla no siempre es sabio; es el que escucha quién es sabio. 

Continuará… 

Traducido por Darafshan Daniela Anda

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