Hazrat Inayat : Intoxication pt II (Spanish version)

Hazrat Inayat: Intoxicación pt II 

Hazrat Inayat Khan continúa su explicación de las formas de intoxicación que muestran prácticamente todas las personas. La publicación anterior de la serie está aquí. 

Cuanto más se piensa en la vida del hombre en el mundo, más se comprende que no es muy diferente de la vida de un niño. El niño se encapricha de una muñeca, y luego se cansa de ella y quiere otro juguete. Pero en el momento en que se encapricha con la muñeca o el juguete, piensa que es lo más valioso del mundo; y luego llega un momento en que tira la muñeca y destruye el juguete. Lo mismo ocurre con el hombre, su alcance es quizás un poco diferente, pero su actuación es la misma. Todo lo que el hombre considera importante en la vida, como la acumulación de riquezas, la posesión de propiedades, el logro de la fama, o el ascenso a una posición que puede considerar ideal, todos estos objetivos sólo tienen un efecto intoxicante en él, y después de alcanzar el objetivo, no se satisface. Piensa que quizás hay algo más que quiere, que no era esto lo que quería. Todo lo que quiere le parece lo más importante, pero después de conseguirlo ya no le parece importante en absoluto; quiere otra cosa. En todo lo que le agrada y le hace feliz, en sus diversiones, en el teatro, en el cine, en el golf, en el polo o en el tenis, parece que lo que le divierte es estar desconcertado y no saber a dónde va; parece que sólo desea llenar su tiempo. Y lo que el hombre llama placer es lo que sucede en el momento en que se embriaga con la actividad de la vida. Cualquier cosa que le cubra los ojos de la realidad, cualquier cosa que le dé cierta sensación de vida, cualquier cosa en la que pueda complacerse y que le haga consciente de alguna actividad, eso es lo que llama placer. 

La naturaleza del hombre es tal que todo aquello a lo que se acostumbra es su placer, ya sea comer, beber o cualquier actividad. Si se acostumbra a lo amargo, la amargura le da placer; si se acostumbra a lo agrio, la acidez le da placer; si se acostumbra a comer dulces, entonces le gustará lo dulce. Algunos hombres adquieren el hábito de quejarse de su vida, y si no tienen nada de qué quejarse, entonces buscan algo de qué quejarse. Otros quieren la simpatía de sus semejantes y quieren explicarles que están mal tratados. Es una intoxicación. 

Luego está la persona que ha caído en el hábito del robo; obtiene placer de él, y el hábito se hace cada vez más fuerte, y cuando se le ofrece otra fuente de ingresos no le interesa, no la quiere. De esta manera la gente se acostumbra a ciertas cosas en la vida; estas cosas se convierten en un placer, en una intoxicación. Hay muchos que desarrollan el hábito de preocuparse por las cosas. La menor cosa les preocupa mucho. Cuidan cualquier pequeña pena que tengan; es una planta que riegan y alimentan. Y directa o indirectamente, consciente o inconscientemente, muchos se acostumbran a la enfermedad, una enfermedad que es más una intoxicación que una realidad. Y mientras un hombre mantiene el pensamiento de esa enfermedad, la sostiene, y la enfermedad se instala en su cuerpo y ningún médico puede quitarla. 

Entonces el entorno y las condiciones de vida de un hombre le crean una ilusión y una intoxicación, de modo que ya no ve la condición de la gente que le rodea, la gente de la ciudad o del país en donde vive. Y la intoxicación no sólo permanece con él cuando está despierto, sino que continúa en sus sueños, al igual que el borracho también soñará con las cosas que tienen que ver con su embriaguez. Si tiene alegría o tristeza, si tiene preocupaciones o placer, la misma será su condición durante el sueño; y día y noche el sueño sigue existiendo. En algunos, el sueño dura toda la vida; en otros, sólo un tiempo determinado. 

Continuará… 

Traducido por Inam Anda 

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