Hazrat Inayat : Man, the Seed of God pt I (Spanish version)

Hazrat Inayat : El hombre, semilla de Dios pt I 

En esta serie de textos, Hazrat Inayat Khan utiliza la poderosa imagen del ser humano como semilla de la Divinidad para dar una imagen global del viaje del alma por el cosmos, y también para acabar con el concepto de reencarnación. 

El hombre puede ser llamado con toda justicia la semilla de Dios. Dios el Infinito, más consciente en sí mismo, aabraza Su naturaleza llena de variedad; de esta manera Él es uno y es todo. Toda la manifestación es como un árbol que brota de la raíz divina. La naturaleza es como su tallo y todos los aspectos de la naturaleza son como las ramas, las hojas, el fruto y la flor; y de este árbol se produce de nuevo la misma semilla, el alma humana, que fue la primera causa del árbol. La semilla es el espíritu del hombre, y así como Dios comprende todo el universo dentro de sí mismo, siendo uno, así el hombre contiene dentro de sí mismo todo el universo como Su miniatura. En el Corán se dice: “A nuestra imagen hemos creado al hombre”. Por lo tanto, ni Dios puede ser otra cosa que lo que es, por la misma razón de que es uno y al mismo tiempo lo es todo, ni el hombre puede reencarnarse, ni Dios puede hacerlo. 

Los hombres de ciencia de hoy han admitido el hecho de que toda la piel del hombre se cambia en tantos años y también han podido descubrir que cada átomo de la constitución del hombre cambia tantas veces en la vida, renovando su cuerpo cada vez. Si el cuerpo está sujeto a cambios, también lo está la mente, y sólo por ellos se identifica la persona del hombre. De nuevo, en nuestra comida y bebida vivimos tantas pequeñas vidas y tantas pequeñas vidas viven en nosotros, habitando en nuestra sangre, venas, tubos y en la piel, todo lo cual constituye nuestra individualidad. Y en la mente, todos nuestros pensamientos y sentimientos están tan vivos como nosotros, incluso seres como los elementales, los demonios y los ángeles, que son creados dentro de nosotros, a partir de nosotros y de nosotros, y que, sin embargo, pueden ser llamados tan apropiadamente individuos como nosotros. Así que al final del examen es difícil para un hombre averiguar si existe como uno o como muchos. 

En nuestros sueños resucitan todos los habitantes de nuestra mente, formando un mundo dentro de nosotros mismos. Vemos en el sueño cosas y seres, un amigo, un enemigo, un animal, un pájaro, y vienen de ninguna parte, sino que son creados a partir de nuestro propio ser. Esto demuestra que la mente de un individuo constituye un mundo en sí mismo, que es creado y destruido por la acción consciente o inconsciente de la voluntad, que tiene dos aspectos: intención y accidente. Tenemos experiencia de este mundo de la mente incluso mientras estamos despiertos, pero el contraste entre el mundo interior y el exterior hace que el mundo exterior sea concreto y el mundo interior abstracto. 

Alguien puede preguntar: “Si todo lo que vemos en el sueño somos nosotros mismos, entonces ¿por qué, incluso en el sueño, nos vemos como una entidad separada de todas las demás cosas que tenemos ante nosotros en el sueño?”. La respuesta es, porque el alma está engañada por nuestra forma externa, y esta imagen la reconoce como yo, y todas las otras imágenes y formas que se manifiestan ante ella en el sueño están en contraste con este yo; por lo tanto, el alma las reconoce como algo distinto a mí. 

Sin embargo, si es un individuo el que se reencarna, ¿debemos considerar que nuestro cuerpo cambiante es un individuo o nuestra mente, que parecen ser uno y al mismo tiempo muchos? Se podría preguntar a Jack: “¿Qué parte de ti mismo es Jack: el ojo, la nariz, la oreja, o la mano o el pie, pues cada uno de ellos tiene un nombre particular? ¿O tus pensamientos y sentimientos son Jack? Son numerosos, cambiantes y diversos; tú los nombras como tal imaginación, tal sentimiento”. Esto muestra que Jack se mantiene al margen como dueño de todas las propiedades más finas y más gruesas que se han agrupado y formado una ilusión ante él, que, reflejada en su alma, le hace decir: “Yo, Jack”. Es el dueño de todo lo que realiza a su alrededor y en torno a él, y sin embargo, cada átomo y vibración que ha compuesto su yo ilusorio es susceptible de cambio, y de un nacimiento y una muerte separados e individuales. 

Continuará… 

Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jauregui 

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