Hazrat Inayat: El hombre, la semilla de Dios pt II
Continuando con sus enseñanzas sobre el viaje del alma, Hazrat Inayat Khan ofrece una consideración profundamente filosófica sobre el tema de la reencarnación. El primer post de la serie está aquí.
El alma en su viaje hacia el infinito no puede volverse atrás a medio camino; y cuando llega a la meta, sólo experimenta la luz, la sabiduría, el amor de Dios, y pierde dos cosas: todas las marcas de las experiencias y pensamientos de su manifestación, y gradualmente pierde su individualidad y se funde en la Conciencia infinita y divina.
Si una cosa de barro es arrojada al agua, tiene la tendencia a ir al fondo, a su propio elemento. Si el agua acompaña al fuego en su viaje, en forma de vapor, su parte acuosa sigue goteando. Cuando el fuego viaja con el aire su humo es llevado a cierta distancia, pero en sus esferas superiores el aire se deshace del fuego. Cuando el éter se convierte en espíritu abandona su contacto con el elemento aire. Así sucede con el alma; en su viaje de regreso devuelve todas estas propiedades a sus propias fuentes, aligerando así su carga en su camino hacia su propio elemento. El cuerpo terrestre va a la tierra, su parte de agua al mundo de las aguas, su calor al reino del calor, su aire a las esferas del aire, su éter a las regiones etéreas. Sus impresiones, pensamientos, sentimientos, méritos, cualidades van hasta donde pueden llegar, y permanecen allí donde deben estar. Entonces es el alma en su propia esencia la que queda, fundiéndose en el océano de la consciencia donde no queda nada de sus propiedades anteriores.
Nuestra personalidad es como una pequeña burbuja en el agua. Hay tan pocas probabilidades de que una burbuja una vez sumergida en el mar vuelva a salir compuesta por la misma porción de agua, como de que el alma una vez sumergida en el océano de la consciencia vuelva a salir formada por la misma porción de consciencia. La burbuja puede volver al mismo lugar con la misma porción de agua, o puede ser otra porción de agua. Puede haber la mitad de la primera gota de agua en la segunda burbuja, o puede haber una pequeña parte, o puede haber alguna otra porción de agua añadida.
Si viene una burbuja, y la llamamos Juan, y luego llamamos a otra Jacobo y a una tercera Enrique, aun así todas son la misma agua, y si llamamos al agua Juan entonces todas son el mismo Juan. Todo es el mismo espíritu, la misma vida, involucrándose en todas las formas y los nombres. Desde este punto de vista, a la luz de la realidad, no hay yo, ni tú, ni él, ni ella, ni eso a la luz de la realidad; todo no es más que las diferencias del momento.
Toda burbuja pierde tanto los reflejos como las propiedades que poseía durante su existencia, tan pronto como se funde en el agua, y aunque en una de miles de ocasiones llegara a formarse de la misma porción de agua, no conservaría sus propiedades anteriores. De la misma manera, suponiendo, como una mera suposición, que la misma porción de consciencia, que en cualquier caso no es tan sustancial y estable como el agua, pudiera aparecer de nuevo en la superficie sin ninguna adición o deducción, es totalmente imposible que todavía posea sus cualidades e impresiones pasadas, porque ha sido absolutamente purificada al hundirse en la consciencia. Si hasta una gota de tinta pierde su propiedad de tinta en el mar, ¿por qué el océano de la consciencia no habría de purificar su propio elemento de todos los elementos extraños a él?
Así como el hinduismo enseña la doctrina de que bañarse una vez en el Sangam en la confluencia de los dos ríos, puede purificar al hombre de todos los pecados de la vida, ¿cómo se puede negar que este baño del alma, hundiéndose en la consciencia, aunque sea una vez, purifica al alma de todas las propiedades que ha reunido durante su vida anterior? En primer lugar, la naturaleza de la absorción en el Espíritu es en sí misma una purificación del estado material del ser, y la propia naturaleza de la manifestación es que el alma llegue nueva y fresca.
Supongamos que damos por hecho que la crema es la reencarnación de la leche, y que la mantequilla es el tercer paso de la reencarnación de la leche, y que su cuarta reencarnación podría llamarse ghee; entonces surgiría la pregunta, ¿de qué sería la leche la reencarnación? La leche está compuesta por varias sustancias químicas, y su disposición química cambia el nombre, el sabor, el olor y el efecto. La mantequilla no puede llamarse leche, ni el ghee es crema. Si hay algo que parece existir a través de todas las manifestaciones de la leche, es la corriente gobernante interna que agrupa y dispersa los átomos, obligándolos a cambiar, y que puede compararse con el alma.
Además, si Jack se ha reencarnado en Juan, o Juan se ha reencarnado en Jack, ¿qué eran ambos al principio? ¿Eran dos o uno? Si uno se convirtió en dos, entonces uno podría convertirse en miles, millones, y aun así es uno solo.
Continuará…
Traducido por Inam Anda