Hazrat Inayat : Mensaje y Mensajero parte III
En esta entrega de la serie, Hazrat Inayat Khan enfatiza que las diferencias entre los profetas son sólo en apariencia, y el producto de nuestro propio punto de vista limitado. La publicación anterior de la serie se puede encontrar aquí.
Las formas en las que se da el mensaje son diferentes porque la mentalidad de la humanidad difiere en cada período. Cada profeta tuvo que hablar en la forma de la época en que vivió, y de acuerdo a la evolución de ese tiempo. También, la costumbre de cada país difiere de la de otros países; los modales y la vida difieren. Si el mensajero nace en un país y tiene que dar su mensaje en otro país, seguramente tiene que considerar la forma en que la gente de allí ve la vida, y dar su mensaje en consecuencia. Pero el mensaje es siempre de Dios. Esta es la razón por la que el estudio externo del budismo hará que se sienta que el hinduismo es diferente del budismo, y el estudio externo del cristianismo y el islam hará que se sienta que el cristianismo es diferente del islam; pero si se viera ese hilo subyacente que conecta todas las religiones, se vería que todas las religiones son una, como la verdad es una, como la vida es una, como Dios es uno.
La verdad es el alma de la religión. Cuando Jesús vino a la tierra no dijo, “Les he traído una nueva religión de la que nunca han oído hablar ni ustedes ni sus antepasados”. Dijo que no había venido a dar una nueva ley sino a cumplir la ley; en otras palabras, “He venido a seguir entregándoles lo que han recibido antes y no han entendido”.
Hay escrituras que la humanidad considera como escrituras religiosas, pero imagina lo poco de ese mensaje que puede contener un libro, y ¡cuánto más se debe haber dado que nunca fue escrito en un libro! Si los libros fueran suficientes, entonces el libro de Abraham o los primeros libros que se guardaron como escrituras podrían ser suficientes, pero no fue el libro. El mensajero, siempre que vino, vino a darle la vida, el espíritu vivo, la luz divina que puede brillar como el sol durante el día, para que ningún alma con la más mínima chispa de sinceridad pudiera dudar de la verdad y de la unidad del mensaje.
Con toda la oposición al Maestro, en el momento en que los judíos exigieron su crucifixión, ¿los que estaban presentes pensaron sinceramente que el Maestro era culpable? No, cada uno de ellos estaba más o menos impresionado por la verdad del mensaje, pero desgarrados por la convención y la costumbre, atados por las leyes, retenidos por la autoridad religiosa que estaba en el poder. No podían expresar sus sentimientos sinceros, y así la ley gobernaba en lugar del amor. Y este estado de cosas ha existido en todas las épocas. Cegado por las convenciones y por las leyes de su tiempo y las costumbres de su pueblo, el hombre ha ignorado y se ha opuesto a la verdad. Sin embargo, al mismo tiempo, la verdad nunca ha dejado de impresionar al alma, porque el alma de todos es una sola alma, y la verdad es una sola verdad, bajo cualquier religión que se oculte.
En realidad no puede haber muchas religiones; sólo hay una. No puede haber dos verdades; no puede haber dos maestros. Así como hay un solo Dios y una sola religión, hay un solo maestro y una sola verdad. Y la debilidad del hombre ha sido que sólo lo que está acostumbrado a considerar como verdad lo toma como verdad, y todo lo que no está acostumbrado a oír o a pensar le asusta. Al igual que una persona en una tierra extraña, lejos de casa, el alma es un extraño a la naturaleza de las cosas a las que no está acostumbrada. Pero el viaje a la perfección significa elevarse por encima de las limitaciones, elevarse tan alto que no sólo se ve el horizonte de un país, de un continente, sino el del mundo entero. Cuanto más alto nos elevamos, más amplio se convierte el horizonte de nuestra vista.
Muchas personas intelectuales, con sus diversas ideas, difieren entre sí en sus opiniones y en su forma de ver las cosas, en sus especulaciones, pero ¿acaso difieren los profetas entre sí? No, no pueden diferir. La razón es que son las diversas mentes las que difieren, no las almas. El que vive en su mente, es consciente de su mente; el que vive en su alma es consciente del alma.
Continuará …
Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.