Hazrat Inayat: Mi interés en el Sufismo pt. III
Después de haber sido testigo de una extraordinaria reunión de derviches vestidos con harapos que se saludaban entre sí como si fueran de la realeza, Hazrat Inayat Khan continúa sus reflexiones sobre la distinción entre la apariencia y la realidad, y ofrece una visión de un majzub que había dejado la apariencia muy atrás.
Por este motivo, comparé nuestra vida ilusoria con la real, y nuestro ser artificial con su ser natural [es decir, de los derviches], como se podría comparar el falso amanecer con el verdadero. Me di cuenta de nuestra insensatez al conceder un peso excesivo a asuntos totalmente intrascendentes, y de lo propensos que somos para reírnos del soñador que construye sus hermosos castillos en el aire. Vi cómo nuestros asuntos fugaces son arrastrados por el viento como la paja, mientras que la imaginación es difícil de alterar. Es posible que la tierra se convierta en agua y el agua en tierra, pero la impresión de una imaginación no puede cambiar nunca.
Sentí que estábamos perdiendo los momentos y las oportunidades más preciosas de la vida por la escoria y el oropel transitorios, sacrificando todo lo que es perdurable y eterno.
Cuando me familiaricé con la extraña vida de los derviches, admiré lo mejor de ellos y pude reconocer a los majzubs, que son los radicales entre ellos. Estos están tan absortos en la visión interior que son absolutamente inconscientes de las necesidades externas de la vida. A veces son alimentados y vestidos por otros; su descuido del ser físico y su irresponsabilidad hacia el mundo hacen parecer a primera vista que están locos, pero a veces, por sus poderes milagrosos sobre los fenómenos, se les distingue como majzub. Se los conoce como los que controlan los elementos, algunos sobre ciertas porciones de la tierra o del agua, y algunos incluso sobre el mundo entero.
Su pensamiento, palabras y acciones son verdaderamente los de Dios Todopoderoso. La palabra es apenas pronunciada antes de que se realice la acción. Cada átomo del universo parece estar esperando su orden.
Una vez, vi en Calcuta a un majzub parado en la calle y gesticulando como si dirigiera todo el tráfico. Los transeúntes se reían de su locura. Pero a pesar de su extraño aspecto, tenía unos ojos brillantes que emitían fuertes vibraciones magnéticas, que me atrajeron tanto que me pregunté si era un majzub disfrazado de lunático; este disimulo lo practican a menudo para escapar del contacto con el mundo y de todas las preocupaciones de la vida. Si no adoptaran este método, les resultaría más difícil estudiar las alucinaciones naturales de la humanidad. Como dice Sadi, “Cada hombre en la tierra tiene una manía (locura) propia”.
La verdad de esto me fue mostrada por la forma en que el majzub se reía al ver a la gente en la calle, apurada y bulliciosa, como si sus pequeños asuntos fueran las únicas cosas importantes en el universo. Envié un mensaje al majzub y le pregunté si quería venir a honrarme con su presencia, pero renunció a mi petición a la llamada de los niños, que de repente vinieron corriendo y se lo llevaron a jugar con ellos. Comprendí que prefería la compañía de los niños, los ángeles de la tierra, a la asociación con los pecadores adultos, que no conocen más que el ego y sus satisfacciones ulteriores. Después de esto, esperé pacientemente hasta la próxima vez que lo vi, y le envié un mensaje rogándole que escuchara mi música. Entonces vino y cuando entró en la sala me levanté de mi asiento para hacerle el honor y le saludé con ambas manos. Su única respuesta fue que no requería este homenaje, ya que recibía lo mismo bajo diferentes atributos y aspectos de todo el universo.
Para estar seguro de su majzubiat le pregunté si era un ladrón. Me contestó sonriendo: “Sí”, lo que me transmitió que todos los atributos buenos y malos, así como todos los nombres y formas, eran considerados por él como propios, y que así se elevaba más allá del bien y del mal, así como de las alabanzas y las culpas del mundo.
A continuación se sentó y comenzó a disertar y a actuar de tal manera que todos en la sala debían considerarlo loco. Pero le dije en un susurro que le conocía bien, que no podía engañarme, y le pedí que nos favoreciera con sus inspiradoras palabras y bendiciones. Entonces comenzó a hablar del viaje que había hecho en el camino espiritual, describiendo cada plano como un fuerte que tenía que destruir con armas y cañones, hasta que llegó a la casa de su Padre y abrazó a su verdadero Señor espiritual. Y continuó contando cómo, al final, el Padre también había muerto y que finalmente heredaría Su reino.
Todo lo relató en un lenguaje tan pintoresco, que ninguno de los presentes, salvo yo, pudo entenderlo, e incluso yo sólo lo hice con un gran esfuerzo mental.
Un majzub alcanza la perfección a través de la inocencia y desde la infancia aprende la verdadera dicha interior de la que estamos privados por nuestro conocimiento muy engañoso del mundo exterior. Sin embargo, no es el camino que todos deben seguir; pero podemos derivar de éste la verdad de la existencia y llevar una vida equilibrada, como hacen los salik* entre los sufíes.
*Salik es un sufí que sigue un camino de estudio. Se puede encontrar más información en este texto de Hazrat Inayat Khan, y en esta Carta a los Mureeds.
Traducido por Inam Anda