Hazrat Inayat: Religión de la naturaleza. Cuarta parte.
Con esta publicación concluimos la exhaustiva explicación de Hazrat Inayat Khan sobre el origen natural de la religión, que iniciamos aquí y continuamos aquí y aquí.
Si estudiáramos el objeto de la vida, deberíamos llegar a entender la naturaleza del bien y el mal; y una vez que supiéramos la naturaleza del bien y el mal, no necesitaríamos consultar esa ley en las escrituras, porque esa misma ley comenzaría a revelarnos su propia verdad. La misma naturaleza puede decirnos qué es correcto o incorrecto para nosotros y para otra persona.
El secreto de todo esto se encuentra en la respuesta a la pregunta: ¿por qué está el hombre aquí? La respuesta es que el hombre está aquí para alcanzar la satisfacción de su deseo más íntimo. ¿Y cuál es ese deseo más recóndito? Primero es alegría y luego paz. Pero el logro de la una es contrario al de la otra, porque la alegría proviene de la actividad de la vida, y la paz proviene del descanso.
Toda esta actividad que una persona experimenta y que disfruta con sus sentidos, es sólo un atisbo de alegría. La alegría más grande viene cuando también puede experimentarla a través de su ser interior, a través de su mente. Porque hay otra alegría, la de la mente cuando está encantada con un tema de verdad o delicadeza, o un hermoso pensamiento. Hermosa música, hermosos versos, hermosa imaginación, todas traen placer. Tal vez sea una mayor alegría que la de un delicioso manjar, porque algunas personas darían cualquier cosa por un verso, que jamás darían por un delicioso manjar.
Pero hay una alegría aún mayor: la del corazón, el ser más profundo de una persona; es aquella alegría cuando su corazón puede manifestarse y experimentar el amor. Hay muchos en este mundo que sólo viven en el cuerpo; su corazón está muerto, su mente está muerta; buscan su mayor alegría sólo en el cuerpo. Pero hay otros que viven tanto en la mente como en el cuerpo. Es como la diferencia entre un hombre considerado y un hombre ordinario. Cuando un hombre es considerado, se ha convertido en un hombre diferente. Esta idea se expresa con la palabra “caballero”. Hay muy pocos que podrían de verdad llamarse caballeros, aunque muchos pasan como tales. El caballero es aquel que está comenzando a vivir en su mente, que está volviéndose viva, que también disfruta de la vida, pero que no se deleita simplemente con la experiencia de los sentidos.
Se experimenta alegría por el logro mundano;
la paz es el logro del cielo.
Pero aquel cuyo corazón está despierto está más elevado que un caballero. Tal persona puede simpatizar con otro; sus simpatías se despiertan para considerar al otro, para servirle, para sacrificarse por él. No es simplemente un caballero, es un santo. El poder de la simpatía y el amor se lleva el ser grosero que suele exigir todo para él. Una vez que es retirado, el hombre piensa de una manera mucho más elevada. “Lo que sea que pueda hacer por otro, lo haré, sacrificaré todo lo que tengo; la pérdida no importa; es una satisfacción”. Para satisfacer al corazón, ¡qué bueno es eso! Esto también es parte de la alegría, pero no es paz.
Se experimenta alegría por el logro mundano; la paz es el logro del cielo. En el sentido ordinario llamamos paz a estar descansando en un sillón, sobre cojines o en una cama. Pero cuando el cuerpo está en un confortable sillón, ¿significa que la mente también está descansando sobre cojines? ¿No puede la mente al mismo tiempo pasar por la tortura? Si ese fuera el caso, ¿cuál es el beneficio de que el cuerpo tenga paz y comodidad? Todo el ser debe tener paz. La mente debe tener paz de las ansiedades, preocupaciones, y de la codicia que nos trae deseos ambiciosos y que llamamos “mal” o “pecado”. Entonces, cuando el corazón está en paz y ha hecho su trabajo de amor, tiene suficiente; deja de interesarse en cualquier objeto particular en la vida, y hace lo mismo con todo. Cuando no hay exigencia, hay paz, y esta paz contribuye a la paz del alma.
Estos son los dos deseos que tenemos. Es cuando no sabemos la forma de lograr estos dos deseos que a veces la alegría de una parte de nuestro ser se lleva la paz de la otra parte; o la paz de la una parte de nuestra vida se lleva la alegría de la otra parte de nuestro ser. Es cuando el hombre sabe esto que realmente es capaz de dominarse a sí mismo, de manejar sus asuntos de vida como lo desee, de tener una mejor idea de lo que está bien y lo que está mal, y de lo que es pecado y lo que es virtud.
Se adquiere este conocimiento a través de un estudio de la vida en lugar de en los libros. ¡Si sólo supiéramos cuanto puede decirnos el estudio de la vida! Uno puede ir al Museo Británico y leer cada libro que hay allí, y aun así no obtener satisfacción. No es el estudio, no es la investigación, no es la indagación lo que proporciona este conocimiento; de hecho, es el pasar a través de las experiencias de la vida, siendo testigo de sus diferentes aspectos y sus diferentes fases o esferas; eso es lo que revela el ideal de la vida.
Una persona puede saber acerca de todo lo que pasa en el mundo, diciéndose a sí mismo, “En la mañana iré de mi casa a la oficina, y antes de ir, me enteraré de todo acerca del mundo con mi periódico”. Pero todo lo que ha aprendido es lo que recibe del periódico; ¡con qué frecuencia las noticias del día siguiente se contradicen con las de hoy! Aun así, está satisfecho, pensando que ha aprendido tanto acerca del mundo en la mañana. Y en la noche está listo a discutir estos teman en la mesa del comedor, y al día siguiente de nuevo hay algo fresco; pero ¿es eso conocimiento?
La vida no es un espectáculo pasajero;
no es un lugar de diversión…
Es un lugar para estudiar,
en el que cada dolor, cada desengaño trae una preciosa lección…
¡Qué preciosa es la vista que se nos da, que maravillosa es la mente, que gran tesoro es la luz del alma! ¿Pueden estas ser concebidas solamente para cosas como esa? Si sólo supiéramos el valor de nuestra vida, el valor de nuestra alma, daríamos el tiempo precioso que es nuestro, a la observación aguda con percepción tranquila, combinando la actitud de un estudiante con el cuidado de un científico.
No mires la vida como una persona miraría una obra de teatro en el escenario; más bien mírala como un estudiante que está aprendiendo en la universidad. No es un espectáculo pasajero; no es un lugar de diversión en el que tontamente desperdiciamos nuestra vida. Es un lugar para estudiar, en donde cada dolor, cada desengaño trae una preciosa lección; es un lugar para aprender mediante nuestro propio sufrimiento, mediante el estudio del sufrimiento de los otros; aprender de las personas que han sido gentiles con nosotros, así como de las personas que han sido crueles. Es un lugar en el que todas las experiencias, ya sean decepciones, luchas y dolores, o alegrías, placeres y comodidades, contribuyen al entendimiento de lo que es la vida y su comprensión.
Entonces despertaremos a la religión de la naturaleza, que es la única religión. Y mientras más la comprendamos, más grande se volverá nuestra vida y más se convertirá en una bendición para los demás.
Traducido por Inam Rodrigo Anda