Hazrat Inayat: Patience will be Rewarded (Spanish version)

Hazrat Inayat: La Paciencia será recompensada

Se nota con frecuencia una tendencia en el viajero del camino espiritual, quien considera el cambio de las prácticas espirituales como signo de progreso, pero esto es un error. Y esto viene del hábito que ha adquirido por el estudio del conocimiento en el mundo exterior, como se enseña en escuelas y colegios y universidades; una cosa después de la otra. Entonces está acostumbrado a sentir que al obtener una nueva práctica está avanzando. En realidad, es totalmente lo contrario. No es el cambio de prácticas, es continuar con ellas lo que lo lleva a un resultado deseado.

Vemos lo mismo en la música. El mejor intérprete de música, de un instrumento, considera las escalas como lo más importante a tocar. Los demás irán de una música a otra, pero el mejor músico seguirá todavía con sus escalas. Así es con el cantante; no es cambiando la canción que el cantante se vuelve grande. Es cantando la misma canción en forma más y más efectiva lo que lleva al cantante a la fama. En esto está el secreto del progreso espiritual.

Con mucha frecuencia es la falta de paciencia lo que le impide a alguien avanzar. Las prácticas espirituales, con el tiempo, se convierten en un capital que produce un interés. Este interés hace que el capital se haga más y más grande. Con el fin de enriquecernos, por tanto, no necesitamos una nueva moneda cada día; la misma moneda nos puede enriquecer. El beneficio que derivamos de una práctica en el primer mes que hemos comenzado es mucho más pequeño en comparación con el beneficio que derivamos de la misma práctica en el siguiente año. Y la forma en que el beneficio se incrementa no se puede explicar en palabras; se vuelve inimaginablemente más grande, y viene como recompensa a la paciencia.

No es el cambio de práctica lo que es necesario para progresar; es nuestra creencia en el efecto de la práctica, es la forma de centrar nuestra mente en ella, es el anhelo con el que esperamos el efecto que trae la práctica. Cuando alguien dice, “No, no siento nada con esta práctica”, puede igual seguir diciendo eso, y nunca sentirá nada de ella. El hecho es que no es que la práctica no le traiga nada sino que la práctica le trae lo que obtiene inconscientemente. A veces hay dinero invertido que no aporta interés por algún tiempo. Eso no significa que el dinero se perdió. El día que comience el interés, éste nos llegará. Por tanto, lo que se necesita es paciencia en ausencia del efecto que esperamos obtener de ella.

Yo contaba una historia que repetiré de nuevo. Es una historia sobre un sabio, Bullah Shah, de quien se sabe en Multan, cerca del Punjab (NdT: un estado de la India), que fue un gran santo de su tiempo. La historia es que cuando era joven fue enviado a la escuela. Un profesor le dio la primera letra, “Alif”, que tiene la figura del “uno”.*

Esto nos da tal lección que el gran Maestro es Dios. El maestro sobre la tierra nos enseña un camino. Si tomamos ese camino, entonces al final debemos arribar allí, pues Dios enseña a través del humano. Dios es el que enseña, si no nos devolvemos, si seguimos hacia adelante. Nuestro éxito está asegurado si tenemos paciencia con la demora en llegar a esa meta que de manera impaciente y sin descanso buscamos. La Gracia de Dios es tal que Él ayuda incluso al ladrón, al atracador, al que hace el mal con su motivo, para permitirle ver lo que resulta de su acción. ¿No ayudará Él a quien honestamente busca en su camino? Como dice el Profeta, “Si das un paso hacia Dios, Dios da cien pasos hacia ti”.

*Hazrat Inayat Khan contó la historia en varias ocasiones. En el volumen V de la serie del Mensaje, “Un Mensaje de Libertad Espiritual”, se narra como sigue;

Hay una historia que se cuenta en la India sobre la niñez de Bullah Shah, un gran santo. Fue a la escuela siendo un jovencito, y le dieron el alfabeto para aprenderlo. Se le dio la primera letra Alif, la figura uno (una línea recta), y nunca avanzó más allá de esta letra. Su maestro estaba desesperado al igual que sus padres. Finalmente se cansaron de él, y se fue a vivir a la selva. Después de muchos años regresó y buscó a su viejo maestro. Le dijo que ya había aprendido Alif y que si tenía algo más que enseñarle. Luego hizo el signo de Alif sobre la pared, diciendo, ‘Mira, ¿está bien?’ Inmediatamente la pared se partió en dos, haciendo el signo de Alif. Al ver este fenómeno, el maestro exclamó, ‘Tu eres mi maestro; yo soy tu pupilo’.

Traducido por Juan Amin Betancur

 

 

 

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