Hazrat Inayat: Vida silenciosa pt I
Cuando miramos el universo, encontramos que hay dos aspectos de la existencia: primero, la vida; segundo, la condición que, comparada con lo que llamamos vida, parece estar sin vida. A un aspecto de la existencia la llamamos vida, al otro lo ignoramos. Al primero lo dividimos en períodos y lo llamamos tiempo, o lo comparamos con objetos, y lo llamamos espacio.
Decimos que un objeto está vivo cuando muestra cierta actividad y consciencia, lo que significa que puede moverse, ver y pensar. Un objeto que no puede ver y no tiene actividad, lo llamamos muerto. Lo que parece estar carente de actividad y consciencia lo llamamos cosa; cuando tiene consciencia y actividad, lo llamamos viviente.
¿Cuál es la fuente de esta consciencia y actividad? La circulación de la sangre, la energía de los movimientos del cuerpo, la actividad de los nervios y músculos – ¡si solo pudiéramos saber que es lo que los mantiene en movimiento! Una persona puede decir que todo funciona mecánicamente, como un reloj, pero el reloj no es la fuente de movimiento. La mente es la fuente del reloj; la mente hizo el reloj, lo ha pensado, le ha dado cuerda; continúa dependiendo del hombre para mantenerse en marcha. Por lo tanto, detrás de “reloj” existe el “hombre”. Incluso si solo se requiere darle cuerda una vez al año, todavía hay un hombre detrás de él, a quien no vemos.
Es lo mismo con todo el mecanismo de la naturaleza: todo es mecánico, y funciona de acuerdo con ciertas leyes, y aún así hay una fuente u origen de las cosas escondido detrás de todo. Como el artista está escondido detrás de su arte, como el científico está escondido detrás de su invención, como la mente está escondida detrás del cuerpo, como la causa está escondida detrás de la acción, así siempre hay un aspecto de vida que está escondido detrás del otro que solo es reconocido como vida.
Ambas, ciencia y religión muestran que la consciencia ha evolucionado a través de diferentes etapas, de mineral a vegetal, de vegetal a animal, y de animal a humanidad. Se considera como un logro de la ciencia moderna que se haya alcanzado este pensamiento, pero su origen yace en las tradiciones del pasado. El Masnavi de Rumi nos cuenta la experiencia de la consciencia desde el mineral hasta la planta y más allá:
Fallecí como un mineral y crecí como una planta,
fallecí como una planta y resurgí de nuevo como un animal,
fallecí como un animal, y nací como un hombre.
¿Por qué entonces debería tener miedo de convertirme en menos al morir?
Moriré una vez más como hombre,
para elevarme como un ángel, perfecto de la cabeza a los pies.
De nuevo, cuando sufra la disolución como ángel,
Me convertiré en lo que sobrepasa la concepción del hombre.
Hoy la ciencia se detiene en el hombre, pero este poema dice que desde hombre me elevaré como ángel, y desde ángel, ascenderé a ese estado de ser que sobrepasa la comprehensión del hombre. Este poema fue escrito en el siglo XIII. Esto prueba lo dicho por Salomón, “No hay nada nuevo bajo el sol”. Cuando el hombre descubre algo hoy, en realidad solo pone de manifiesto algo que ya existía en el pasado, sea como historia o como tradición. Incluso antes de Rumi, podemos encontrar esta idea en el Corán.
¿Qué es lo que podemos aprender de esto? Cada actividad que llamamos “vida” ha surgido de una fuente que es silenciosa, y siempre lo será: y cada actividad, por diferente que sea su aspecto, peculiar para si misma, y distinta a otras en su efecto, aun así, es la actividad de una minúscula parte de esa vida que es tan amplia como el océano. Llámale mundo, universo, nación, país, raza, comunidad, un individuo, o solo una partícula, un átomo – su actividad, su energía brotan en cada caso de un silencioso, inseparable y eterno aspecto de la vida. Y no solo ha surgido de él, sino que también se resuelven en él. Si arrojas una piedra al agua, agua que está tranquila y en calma, llega una actividad, llega por un momento y luego se desvanece. ¿En qué se desvanece? En el mismo silencio en el que estaba el agua antes. El agua es una substancia que es activa por naturaleza, y el silencio, la quietud, la calma que muestra es justo su estado original, el efecto de su fuente original. Esto significa que la inclinación natural de cada cosa y de cada ser es el silencio, porque han venido del silencio, y aun así es activa, porque es actividad lo que produce actividad; y su final es el silencio.
Así pues, sabios, místicos y filósofos que han explorado las profundidades de la vida han entendido que eso que llamamos vida es muerte, y eso que llamamos no vida, es la vida real.
Un poeta indostaní dice, “Eleva tus ojos, amigo, desde lo que llamas vida hacia lo que quizás tú no reconoces como vida, y entonces encontrarás que lo que una vez llamaste vida no es más que muerte, y lo que pensabas que no era nada, es en realidad vida”.
Continuará…
Traducido por Inam Anda