Hazrat Inayat: Vida Silenciosa Pt III
Continuamos la breve, pero muy profunda serie de textos de Hazrat Inayat Khan sobre la vida silenciosa. La publicación anterior sobre este tema puede ser encontrada aquí.
Entonces, yendo a la causa de la adoración de ídolos, las personas pueden preguntarse sobre la antigua costumbre de brahmanes y budistas, que iban al templo de Buda o Krishna y se sentaban ante un ídolo que ni les hablaba ni se daba cuenta de ellos. Podríamos pensar, “¿Qué pueden ganar? Tiene una boca y no habla; tiene manos, pero no puede moverse.” Y entonces, la gente se burlaba de ellos, se mofaba y los llamaban barbaros y paganos. Pero ellos no sabían de este silencio que estaba grabado en los adoradores. Esa forma humana sentada delante de ellos, silenciosa, inmóvil y sin hablar, sin escuchar, sin pensar, completamente tranquila – piensen simplemente lo que eso significa.
Cuando alguien está entre amigos, puede fatigarse; a veces disfruta la compañía, pero cuando no la disfruta, piensa, “toda mi vitalidad está agotada”. ¿Por qué es esto? Es la impronta de sus mentes que ha sido generada en su mente. Tal vez alguien lo ha insultado, o desairado, o le ha dicho esto o aquello, y él va en medio de sus amigos llevando todos esos problemas consigo; y luego se va, diciendo “estoy cansado”. Si está trabajando en una fábrica, es razonable que el cuerpo se canse, pero ¿por qué podría cansarse en comunidad, donde la gente está riendo y conversando? Es porque su condición mental no es como la de él. Pero ante un ídolo hay perfecta armonía. Imaginen, allí hay alguien sentado en silencio. Una forma humana en reposo, que no habla, ¡que descanso! Puede no ayudar, pero no perturba. Mantiene al adorador en silencio; esa era la idea.
¿Qué aprendemos de esto? Los maestros de las religiones hicieron todo lo posible para despertar al hombre hacia ese aspecto de la vida que se pasa por alto en la cotidianeidad, que ellos llaman “vida”. El propósito de la concentración, la contemplación, la meditación, todo aquello que es la esencia de la religión o el misticismo o la filosofía, no es más que esto: alcanzar esa profundidad que es la raíz de nuestra vida.
Un poeta Marathi dijo, “Oh mente, inquieta mente mía, mente mía con tus pensamientos en mil cosas que supuestamente te harán feliz, diciendo ‘si tuviera aquello, debería ser feliz; Si tuviera esto, debería sentir que la vida no fue malgastada’ Oh, mente mía, me dirás ¿quién en este mundo es feliz?” La mente responde, “si tuviera la riqueza que veo que otros tienen, debería ser feliz”. Pero ¿esos otros son felices? Ellos a su vez, dicen que deberían serlo, ¡si tuvieran algo aún más elevado!
El secreto de la felicidad esta escondido bajo el velo del conocimiento espiritual. Y el conocimiento espiritual no es otra cosa que esto: existe un constante anhelo en el corazón del hombre de tener algo de su origen, de experimentar algo de su estado original, el estado de paz y alegría que ha sido perturbado, y que aun busca a lo largo de toda su vida, y que nunca puede dejar de buscar hasta que la fuente verdadera finalmente haya sido realizada. ¿Qué era lo que en el desierto daba paz y alegría? ¿Qué fue lo que nos llegó en el bosque, la soledad? En cualquier caso, no era otra cosa que la profundidad de nuestra propia vida, que es silenciosa como las profundidades del gran océano, así de silenciosa y tranquila. Es la superficie del océano la que forma olas y estruendosos rompientes; la profundidad es silenciosa. Así la profundidad de nuestro propio ser es también silenciosa.
Y este todo compenetrarte, inquebrantable, inseparable, ilimitado, siempre presente, omnipotente silencio se une a nuestro silencio como llamas que se encuentran. Algo surge de las profundidades de nuestro ser para recibir algo de allí, que viene a encontrarnos; nuestros ojos no pueden ver y nuestros oídos no pueden escuchar y nuestra mente no puede percibir porque está más allá de la mente, el pensamiento y la comprensión. Es el encuentro del alma y el Espíritu.
Por lo tanto, la idea de comprender el ideal espiritual es llegar a ese estado del ser, de calma y paz y alegría y eterna felicidad, que ni cambia ni deja de existir. Es reconocer lo que dice la Biblia, “Sed perfectos como vuestro padre en el cielo.” Esas palabras no nos dicen que sigamos siendo imperfectos como todos en la tierra. No, significan toda perfección, toda unidad, sin separación. Es lo opuesto a la idea de que la religión debe mantener separada a una parte de la humanidad, diciendo, “¡Tu no perteneces a nuestra iglesia, nuestra mezquita, nuestro templo!” Es el opuesto de la lealtad a esta secta o comunidad en particular, o a ese libro sagrado en particular, a esta enseñanza en particular o a aquella verdad en particular. ¿no se encuentra la fuente de toda verdad escondida en el corazón de todo hombre, sea cristiano, musulmán, budista o judío? ¿No es cada uno una parte de lo que llamamos espiritual o divino? Ser solo esto o aquello es lo mismo que no ir mas lejos que esto o aquello. La dicha que se encuentra en la soledad esta oculta dentro de todo ser humano; la heredó de su Padre celestial. En términos místicos se le llama la luz que todo lo compenetra. La luz es la fuente y el origen de toda alma humana, de toda mente.
Traducción al español: Hafiz Juan Manuel Angel