Hazrat Inayat: etapas de la auto-realización, parte II
En la primera entrega de esta serie de publicaciones, Hazrat Inayat Khan concluía diciendo que, si pretendemos comenzar por el final, acabaremos en el comienzo; que no podemos saltar a la conclusión si deseamos lograr lo que nos propusimos. Ahora, en esta publicación él empieza hablando sobre las etapas de la creencia.
Puede que nos preguntemos por qué en esta breve vida creamos una suerte de ilusión para nosotros mismos, ¿por qué sólo al final hemos de llegar a la verdad? ¿Por qué no empezar con ella? Pero si la verdad fuera algo que pudiera ponerse en palabras, yo sería el primero en dártela. La verdad es algo que tiene que ser descubierto; debemos prepararnos a nosotros mismos para hacerla nuestra, y esta preparación es la que llamamos religión, ocultismo o misticismo. Como sea que la llamemos, se trata de aquella preparación. De una u otra manera nos preparamos a nosotros mismos para alcanzar, al final, la verdad. Y la mejor manera, que todos los sabios y pensadores han adoptado, es el camino de Dios.
La siguiente cuestión es la de creer en Dios. Hay cuatro estadios de la creencia en Dios. Cada uno es tan esencial e importante como el otro. Y si no avanzamos uno por uno, evolucionando gradualmente hacia la realización de Dios, no llegaremos a nada. Debe recordarse que la creencia es un peldaño en la escalera. La creencia es el medio y no el fin. Ella conduce a la realización. No se trata de avanzar hacia la creencia. Si el pie de un hombre está clavado en la escalera, ese no es el objeto. El objeto está en que se suba por la escalera paso a paso. Si él se queda inmóvil sobre la escalera, está frustrando el objeto por el cual él recorre el camino espiritual. No obstante, aquellos que tienen fe en un credo determinado, en una religión, en Dios, en el más allá, en el alma, en un cierto dogma, sin duda están bendecidos por su creencia. Ellos piensan que cuentan con algo. Pero si se quedan ahí, no habrá progreso.
Si tan solo se necesitara tener una creencia religiosa, entonces miles y millones de personas en el mundo que hoy poseen alguna creencia religiosa podrían ser las personas más evolucionadas. Pero no lo son. Se pasan año tras año creyendo en algo que la gente quizá ha creído durante muchas generaciones, aún continúan en ello y allí se quedan, tal como alguien en una escalera, un lugar que no está hecho para que ahí se quede sino para escalar. Cuando ahí se queda, no llega a nada.
La primera [etapa de la] fe es la creencia de masas. Si alguien dice: “Hay un Dios”, entonces todos repiten después: “sí, hay un Dios”. Podría pensarse que en el estadio actual de la civilización, la gente está muy avanzada como para tener creencias de masa, pero eso sería un gran error. La gente es igual ahora que como era hace miles de años —quizá peor, si tiene que ver con asuntos espirituales. Quien sea tomado como “el hombre del día” en una nación, de momento es apoyado por toda la nación. Miles y millones de personas lo elevarán y lo sostendrán en alto. ¿Pero por cuánto tiempo? Lo harán hasta que alguien aun más poderoso diga “no, así no es”. Entonces, todo el país lo dejará caer.
Justo antes de la guerra visité Rusia. En cada tienda uno veía algún retrato del Zar y la Zarina, tomados en alta estima. Era algo sagrado para la gente. Había un ideal religioso ligado al emperador, ya que era el jefe de la Iglesia. La gente solía rebosar de alegría cuando el Zar y la Zarina pasaban por la calle. Era un éxtasis religioso para el pueblo. Mas no mucho después ellos mismos hicieron procesiones en las calles quebrando a cada paso los emblemas zaristas. No les tomó un momento cambiar su creencia. ¿Por qué? Porque era una creencia de masa.
La creencia de masas es una creencia muy poderosa. Cambia naciones enteras. Las derrumba y las levanta. Trae guerras. ¿Pero qué es, después de todo? Una creencia histérica. Y sin embargo, nadie lo aceptará. Si preguntas a un individuo, dirá “no soy uno de ellos”. Pero al mismo tiempo, para bien o para mal, todos se mueven cuando llega un impulso [de masas].
Continuará…
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez