Hazrat Inayat: El sentido de la vida. Parte IV.
En esta entrega, para concluir sus pensamientos sobre el sentido de la vida, Hazrat Inayat Khan enfatiza en la necesidad de cada persona de buscar su propia meta, y en las líneas nos lleva hacia el ideal espiritual que podremos reconocer de cualquier manera. La publicación anterior de la serie se puede encontrar aquí.
La mayor responsabilidad que tenemos en la vida es encontrar nuestro propio camino, nuestro propio objetivo en la vida, en vez de preocuparnos por el de los demás. Supongamos que una persona tiene un mejor objetivo de vida. Si resulta que es nuestro amigo, no es necesario que lo hagamos retroceder. Si una persona tiene lo que parece ser un peor objetivo, dejémoslo tenerlo, no es necesario que lo hagamos dirigirse hacia el nuestro. Si a nuestro parecer, en ese momento, resulta ser el objetivo erróneo, no importa; incluso de un objetivo equivocado, tal vez tiene una lección que aprender. En la vida aprendemos mucho de nuestras faltas y errores. Si una persona cae, aprende de su caída. Si una persona ha pensado erróneamente en su objetivo, pero éste es perseguido de manera sincera, seguramente al final llegará a la meta hacia la que el alma dirige al individuo.
Una cosa debe entenderse. Por regla general el hombre muestra infantilismo en su naturaleza. Ese infantilismo es dependencia. Necesita a otra persona para que le diga cuál es su sentido en la vida, lo que es bueno. En primer lugar, otra persona no tiene derecho a decírselo. Y si, por casualidad, esa persona resulta ser su padre, su madre, un maestro, entonces el primer deber de esa persona es despertarlo en el descubrimiento de cuál es el sentido de su vida, pero no decirle: “Este es el sentido de tu vida”, porque el alma es libre. Jelaluddin Rumi dicen: “El alma está aprisionada en el cuerpo mortal, y su propósito constante es liberarse y experimentar la libertad que es su propia naturaleza”. Y mientras la persona que está en la posición de padre, madre, maestro o guardián no haya entendido este único principio, que cada alma tiene la libertad de elegir, realmente no entenderá cómo ayudar al otro.
Además de la naturaleza infantil, hay otra falla en la naturaleza humana. Parece una falta natural, sin duda. El hombre generalmente no sabe qué le pasa. Si le preguntas a un médico, te dirá que, de cada cien pacientes, casi nadie sabe qué le pasa. Dejan que el médico lo averigüe, lo cual es imposible. Ninguna otra persona puede conocer nuestra necesidad, nuestro dolor, nuestra ambición, nuestro deseo, nuestro anhelo constante. El trabajo de quien ayuda, aconseja, guía a otro debe ser hacer que esa persona sea capaz de conocerse a sí mismo. Un médico meticuloso hará que esa persona sea capaz de decir, de percibir, de darse cuenta de lo que realmente le pasa. Mientras el hombre no se haya dado cuenta plenamente de lo que le pasa, no se le puede ayudar realmente.
Y finalmente, ¿qué nos enseña y sugiere este tema? Que debemos cultivar en nosotros mismos ese sentido que puede darse cuenta de nuestra necesidad, nuestro problema, nuestro trabajo, nuestro objetivo. Sin duda, los diferentes objetivos, sean buenos o parezcan malos, son objetivos que pasan. El verdadero objetivo es la única meta de todas las almas, sean ellas buenas o parezcan malas, sean sabias o parezcan tontas; existe ese anhelo interior y el impulso del alma hacia la única meta, el logro del ideal espiritual. Un poeta hindú dice: “No hay nada en el mundo que te satisfaga perfectamente, aunque hay cosas que te satisfarán momentáneamente”. Por lo tanto, la satisfacción perfecta, o la satisfacción final, depende siempre del ideal espiritual. ¿Y qué importa con qué nombre se le llame, si Dios o Bhagwan? Él es el único Espíritu, por Quien y en Quien vivimos y nos movemos.
Y si tomamos ese ideal espiritual como nuestro objetivo reconocido, ese ideal nos ayudará en todos nuestros deseos y necesidades y en todos nuestros problemas, y al mismo tiempo es ese ideal el que nos levantará de la densidad que a veces nos mantiene atados. No importa de qué manera esté progresando el alma, ya sea por devoción, por religión o por otra vía; mientras ese ideal espiritual esté ante nosotros, realmente tendremos ese puerto en frente al que van todos los barcos, esa paz, esa felicidad constante; ese Amigo que nunca se separó, ese Padre, siempre Padre aquí y en el más allá, esa Madre, la Madre de toda la humanidad, ese Ideal de perfecta belleza. Y tener ese ideal ante nosotros, para que en nuestro corazón se refleje, es realmente el mejor método para lograr el objetivo real de la vida humana.
Traducido por Prajnabai Mariana Betancur