Hazrat Inayat : La libertad del alma, parte IV 

Continuamos con la serie de conferencias de Hazrat Inayat Khan sobre la libertad del alma. En la presente entrega habla de la razón inherente de nuestro anhelo por la libertad. La publicación anterior en la serie puede encontrarse aquí. 

El hombre busca la libertad y persigue el cautiverio. No existe una solo persona a quien la palabra ‘libertad’ no le llegue; y no existe una persona que no anhele la libertad. 

Al mismo tiempo, si miramos cuidadosamente la vida humana, vemos que el hombre persigue el cautiverio de una u otra manera, ya sea que busque la libertad o no. El alma del hombre es habitante del cielo; es capaz de ver más allá de lo que puedan ver los ojos; es capaz de escuchar más de lo que puedan escuchar los oídos. El alma es capaz de expandirse más lejos de lo que el hombre pueda viajar; el alma es capaz de sumergirse más profundo que cualquier profundidad que el hombre pueda alcanzar; el alma es capaz de elevarse más alto de lo que el hombre pueda llegar por cualquier medio. Su vida es libertad, no conoce otra cosa que no sea dicha ni ve nada más que belleza. Su propia naturaleza es la paz, y su ser es la vida misma. No es inteligente, es la inteligencia misma. Es espíritu; su naturaleza no es humana sino divina. Es por esta razón que el alma siente una limitación, continuamente, a lo largo de la vida, como debe sentir un pez cuando está fuera del agua, o un ave cuando se le cortan sus alas.  

Si alguien preguntase cuál es la razón del sufrimiento, la respuesta sería que si tuviéramos que resumir en una palabra la razón de todo el sufrimiento que vemos en el mundo, esta es la limitación. Y, ¿de dónde viene esta limitación? De un ser celestial convertido en ser terrenal. No hay nada por lo cual sorprenderse cuando vemos que difícilmente alguien parece ser perfectamente feliz en la vida. Un rico tiene su historia para contar, un pobre tiene también su historia; un hombre sabio tiene sus quejas, un hombre tonto tiene su propia leyenda. Y así todos tienen algo que decir; y lo que todos tienen para decir es la misma cosa y eso es: limitación.  

Lo que uno persigue, lo que busca, es el sentimiento de libertad; y sin embargo, casi todos persiguen la libertad de forma incorrecta. La naturaleza de la vida es tal que cuando una persona piensa ‘aquello me hará libre’, eso mismo lo limita aún más, aunque no se dará cuenta de esto hasta que lo obtenga. Mientras no lo obtenga, seguirá creyendo que lo liberará. Y así continúa la vida. El hombre continúa en la búsqueda de la libertad y lo que obtiene es cautiverio. Con todo el discurso sobre la libertad que existe hoy en día, la vida es más una vida de cautiverio que nunca antes. El hombre vive limitado porque no piensa lo suficiente sobre el verdadero significado de la libertad. Mientras más piensa, más encontrará que, mientras persiga el camino de la libertad, cada paso lo acerca más al cautiverio.  

Hoy en día, en este mundo científico, en el que prevalece mayormente el materialismo, existen cada día menos que creen en tal cosa como el alma. Dicen, ‘Lo único de lo que sabemos algo es el cuerpo; si existe un alma, nunca la hemos visto.’ Es cierto que nada surge de la nada, pero su idea es que puesto que el ser humano es la flor de este árbol de manifestación, la inteligencia debe haberse desarrollado gradualmente a través de los reinos mineral, vegetal, y animal hasta manifestarse más plenamente en el hombre. Pero, ¿cómo puede la materia desarrollarse en inteligencia? Es la inteligencia la fuente de todo, pero es el cautiverio de la inteligencia en la materia la que vemos; es por eso que nos parece que la manifestación inicia en la materia, y como se manifiesta en el hombre, creemos que el hombre es un desarrollo de la materia. En realidad el hombre se identifica equivocadamente con la parte material de su ser, puesto que el cuerpo es sólo una cubierta sobre el verdadero hombre. El verdadero hombre es la misma alma. Y cuando alguien dice, ‘No veo el alma, veo mi cuerpo,’ mi respuesta es que los ojos jamás podrán verse a sí mismos a pesar de que puedan ver todas las otras cosas; y como el alma es inteligencia, puede ver todas las demás cosas menos a sí misma.  

El mismo hecho de no poder verse la hace el verdadero ser. Además, todas las cosas que podemos señalar, que son comprensibles para nosotros, las llamamos ‘mías’; así, llamamos a nuestro cuerpo ‘mi’ cuerpo. Naturalmente el cuerpo no es el ser, pero puesto que el hombre no se conoce a sí mismo, cree que lo es. Si un actor utiliza una máscara en el escenario, quienes lo miren reconocerán la máscara, pero no sabrían qué está detrás de esta. Así mismo es con el alma. La manifestación del alma solo se observa a través del cuerpo; por eso nos identificamos con el cuerpo y esto hace que sigamos sin conocer el alma. 

Si el alma es inteligencia, ¿de dónde viene?, ¿qué es en esencia? Todas las escrituras del pasado están de acuerdo, al igual que la mayoría de los filósofos, en que la fuente y meta de todas las cosas es El Inteligente. Pero si se trata de la misma inteligencia, ¿por qué llamarla ‘El Inteligente’? porque es un ser; no es una cosa, tampoco una condición. Es, en primer lugar, un ser, y después es todas las condiciones y todas las cosas. Es un gran error cuando el hombre se considera un ser, una persona, reconociendo su propia personalidad, y cuando se trata de la fuente y meta de todas las cosas la llama una fuerza, una inteligencia. Las personas quieren tanto alejarse de la idea de una Persona detrás de todo, que prefieren decir ‘dioses’ en lugar de ‘Dios’. En lugar de llamarlo el Ser divino, dicen ‘las fuerzas’; quieren usar el plural para la fuente y meta que siguen siendo una y la misma a lo largo de todo el proceso y los estados de la evolución. La unidad del Espíritu es tal que incluso en este mundo de variedad existe un espíritu y un ser. 

Continuará… 

Traducido por Darafshan Daniela Anda