Hazrat Inayat : The Masters of our Destiny pt III (Spanish version)

Hazrat Inayat : Los Maestros de nuestro Destino pt III  

Si queremos cambiar nuestro destino, nos dice ahora Hazrat Inayat Khan, primero debemos creer que es posible. Pone el ejemplo de Timur (conocido como Timurlenk, Timurleng, Timurlane y Tamburlane), que creó un enorme imperio en Asia central, supuestamente después de que un derviche le despertara a su destino. Hazrat Inayat lo llama emperador mogol, pero se considera que los mogoles comenzaron con el gobierno de Bahadur Shah, uno de los descendientes de Timur, pero más de un siglo después de la muerte de éste. La publicación anterior de la serie está aquí.  

¿Existe la posibilidad de cambiar o mejorar nuestro destino? En nuestra vida material nos volvemos tan rígidos en nuestro pensamiento que no podemos imaginar que algo exista y al mismo tiempo mejore y cambie. Sólo somos capaces de reconocer el cambio en la medida en que podemos verlo, y en el momento en que ya no podemos ver ese cambio lo llamamos destrucción o muerte. En otras palabras, lo que llamamos destrucción o muerte es sólo un cambio. No podemos seguir, no podemos ver el vínculo. No es visible para nosotros, no podemos comprenderlo, y por eso decimos que es el fin. Pero, ¿hay algo que termine, que se destruya o que haya cesado? Nada. Todas estas palabras son nuestra propia ilusión, nuestra propia concepción, una concepción que sólo es verdadera mientras no hayamos visto la continuidad. En cuanto comprendemos este misterio, dejamos de tener esa concepción. Cuando vemos que la vida se acaba de repente, lo llamamos muerte. Decimos una palabra, en este caso “muerte”, y una vez dicha esa palabra es el final del asunto para nosotros. Pero la palabra nunca calla, continúa, si no en esta, en otra esfera.  

Lo mismo ocurre con el pensamiento. Tenemos un pensamiento y luego decimos: “Lo he olvidado”. Sí, la mente lo ha olvidado, pero el pensamiento no está muerto. Continúa. Nunca termina. ¿Hay algo que termine? Nada. Palabras como “principio” y “fin” son nuestras concepciones, y cuanto más avanzamos en el estudio de la vida, mayor es la comprensión que obtenemos de esas concepciones. Este principio se llama desaprender. La gente está orgullosa y satisfecha de lo que ha aprendido, pero cuanto más avanza uno, más se da cuenta de que el aprendizaje termina en desaprendizaje.  

Entonces comienza otro aprendizaje. Es como darle la vuelta a la vida. Caminamos sobre la misma tierra bajo el mismo sol, pero miramos un mundo diferente con ojos diferentes. La vida es entonces una vida diferente para nosotros, y el significado de cada palabra es diferente. Los que han comprendido en sí mismos la posibilidad de mejorar su vida, la mejoran. Pero el que piensa: ‘No puedo evitarlo. Soy como soy. Me enojo, no puedo evitarlo. Me irrito, no puedo evitarlo. No puedo entenderlo, no puedo soportarlo’. Esa persona cae bajo su propia sugestión y naturalmente se debilita cada día y no puede lograr cosas. Pero el que se da cuenta de que la vida comienza con el espíritu, dice: ‘Qué importa;   
si fracaso hoy, triunfaré mañana. La limitación actual no me desanima”.  

Nunca es demasiado tarde en la vida para mejorar. Siempre hay posibilidades para el hombre que quiere mejorar. Pero el hombre que está contento consigo mismo, o tan desanimado que no quiere mejorar, se hunde. No hay forma de que consiga nada en la vida. El espíritu de los que iban a las cuevas de las montañas o vivían en los bosques era meditativo. Se podría pensar que era una vida indeseable. Sí, tal vez indeseable de seguir, pero en relación con lo que alcanzaban, la experiencia que adquirían era de lo más deseable. Hay mucho que podría intercambiarse entre Oriente y Occidente. Occidente ha mejorado y cultivado e inventado muchas cosas que deberían ir a Oriente. Y la experiencia de aquellos en Oriente que fueron a los bosques y se sentaron a meditar bajo la sombra de los árboles debería llevarse a Occidente. Esto es lo que acercará a Oriente y Occidente, en beneficio de toda la humanidad.  

Hay una historia de Timurlenk, el gran emperador mogol, un hombre a quien el destino había destinado a ser grande. Sin embargo, no despertó a esa grandeza. Un día, cansado de las luchas de la vida cotidiana y abrumado por sus deberes mundanos, estaba tendido en el suelo en un bosque esperando que la muerte viniera a llevárselo. Un derviche pasó por allí, lo vio dormido y reconoció en él al hombre que el destino había destinado a convertirse en una gran personalidad. El derviche le golpeó con su bastón y Timurlenk se despertó y preguntó “¿Por qué has venido a molestarme aquí?”   

He dejado el mundo y he venido al bosque. “¿Por qué vienes a molestarme?”.El derviche dijo: “¿Qué ganancia hay en el bosque? Tienes el mundo entero ante ti. Es allí donde encontrarás lo que tienes que lograr, si tan sólo te das cuenta del poder que hay dentro de ti”. Él respondió: “No, estoy demasiado decepcionado, demasiado pesimista para que me llegue nada bueno. El mundo me ha herido. Estoy dolorido, tengo el corazón roto. No seguiré en este mundo”. El derviche dijo: “¿De qué sirve haber venido a esta tierra si no has logrado algo, si no has experimentado algo? Si no eres feliz, no sabes vivir”. Timurlenk dijo al derviche: “¿Crees que alguna vez conseguiré algo?” El derviche respondió: “Por eso he venido a despertarte. Despierta y cumple tu deber con valentía. Tendrás éxito, no hay duda”. Esta impresión despertó en Timurlenk el espíritu con el que había venido al mundo. Y a cada paso que daba hacia adelante, veía que las condiciones cambiaban y todas las influencias y fuerzas que necesitaba para triunfar venían a él como si la vida, que antes le había cerrado sus puertas, ahora se las abriera todas. Y llegó al punto en que se convirtió en el famoso Timurlenk de la historia.  

Continuará …  

  Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jauregui  

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