Hazrat Inayat: El nombre del Mensaje Parte IV
Esta publicación complementa la muy instructiva conferencia de Hazrat Inayat Khan sobre la necesidad de los nombres, formas y ciertas maneras en que se realiza el servicio del Mensaje. En la publicación anterior de la serie, que se encuentra aquí, Hazrat Inayat enumera varias maneras en que las personas interesadas le ofrecerían solo un apoyo limitado o condicional para su trabajo.
Todas estas cosas son como hilos diferentes, y aquel que no quiera atarse piensa “puedo aflojarlo”. Sin embargo, después de hacerlo descubre que sigue amarrado. Esa es la naturaleza humana. El ser humano quiere ser libre, pero para serlo es demasiado cuidadoso. Esto es porque la gente tiene una idea equivocada de lo que es la libertad. El otro día en Nueva York vinieron a verme algunos representantes de una sociedad, la “Humanity League” (la Liga de la Humanidad), que fue fundada por Lady Montague. Todo el tiempo estuvieron hablándome sobre sus ideas. Me dijeron: “Queremos que seas miembro de nuestra sociedad, ¿qué dices?”, y yo contesté, “Con mucho gusto. Aprecio sus ideas y principios. ¡Soy un miembro de ustedes!” ¿Y saben el resultado de haber aceptado esto? Me eligieron, a partir de ahora, para ser el líder de su sociedad por siete años. Había también un arzobispo en el grupo, pero me dieron a mí en esa posición. Yo pensé, “muy bien, pónganme donde quieran. Esto no me distanciará del Mensaje que debo darle al mundo”.
La gente se vuelve muy sensible con estas cosas. Al unirse a algo, no se genera realmente un vínculo. El verdadero significado de la libertad es muy distinto. Una persona puede estar en medio de la multitud y ser libre de cualquier cosa, y otra puede estar en un bosque y aún permanecer cautivo. El cautiverio está en nuestro pensamiento, no en las condiciones.
Hay una historia de un gran Madzub. Un Madzub es una especie de sabio que siempre intenta actuar como alguien que no está del todo ahí (es decir, mentalmente inestable). Por lo tanto, es reconocido por algunos, lo cual no le importa, y otros piensan que está loco. Algo como esto existe en Irlanda, donde se les llama “Tontos de Dios”. En oriente es algo muy conocido, hay muchas buenas almas reconocidas de esta forma. Yo mismo conocí este Madzub del que estoy hablando. Una noche estaba caminando por la calle y un policía lo vio. La ley de la ciudad era que después de las diez de la noche nadie debía estar en la calle, así que el oficial le preguntó primero: “¿Por qué estás caminando a estas alturas de la noche?”. El sabio no sabía qué hora era, caminaba en completa paz y descanso de la mente, así que no contestó. El policía le dijo, “¿por qué no contestas? ¿Eres un ladrón?”, a lo que el sabio sonrió y contestó: “sí”; entonces el oficial se lo llevó a la estación de policía sin discriminación alguna. Este Madzub se sentó allí en prisión toda la noche, estaba algo feliz, como si fuera un rey sentado en un palacio. A la mañana siguiente, llegó el jefe de policía, y el oficial estaba muy orgulloso de haber arrestado a un ladrón; pero cuando el jefe vio al sabio allí sentado, se enfadó con el oficial y le dijo: “¿Qué ha hecho él? ¿Por qué lo arrestaste?”. “Dijo que era un ladrón”, contestó el oficial. Así que el jefe rogó perdón al sabio y lo dejó ir.
El significado de esto es que, para un gran sabio, cuya consciencia es Toda-Consciencia, no existe cosa alguna que él no sea. Su consciencia se eleva a tal altura que él es todo lo que existe. No existe nada que él no sea. Llámalo ladrón, será un ladrón; llámalo rey, será un rey; santo, será un santo; demonio, será un demonio…cualquier nombre. Él contestará que lo es todo. Con este ejemplo vemos la verdadera libertad, el cautiverio no es cautiverio, no es prisión. Aprisiónalos aquí y al mismo tiempo estarán en el cielo. Esta es la libertad que ellos buscan; y es deseada por un pensamiento más profundo, por una perspectiva superior, por el conocimiento de la verdad, por la elevación de la consciencia. Para ir tras este propósito ellos no se preocupan por lo que fueron en su última encarnación, ni tampoco por lo que serán después; todo esto es cuestión del yo.
La gente se pregunta todo el tiempo por lo que debería olvidar. En San Francisco fui a visitar a una amiga a la que había visto dos veces. Ambas veces me hizo la misma pregunta sobre la encarnación. Y cada vez le di la misma respuesta, pero no la escuchó; y seguro no la ubiera escuchado, aunque se la contestara cien veces. Lo que ella escuchaba era la pregunta en su mente, que retumbaba más fuerte que la respuesta; por eso ella no conocía nada más que su pregunta. Como se dice en el Vadan: “El ¿Por qué? Es un animal con mil colas. A cada mordisco que le das, cae una de sus enroscadas colas y crece una nueva. Su hambre nunca se saciará mientras su boca permanezca abierta” *. El ¿Por qué? permanece allí, mientras no esté saciado. Tal vez hay miles de respuestas, pero la gente así no tiene fe, las respuestas no los alcanzan. Siempre habrá un ¿Por qué?
*Vadan, Chalas.
Traducido por Prajnabai Mariana Betancur.