Hazrat Inayat : The Path to God pt III (Spanish version)

Hazrat Inayat : El camino hacia Dios pt III 

Hazrat Inayat Khan concluye aquí su enseñanza sobre las cuatro etapas en el camino hacia Dios. La publicación anterior de la serie se encuentra aquí. 

El cuarto desarrollo del ideal de Dios consiste en la pérdida del yo. ¿Pero qué yo se pierde? Se pierde el falso yo y se gana el verdadero yo. En esta etapa el sufi escucha a través de los oídos de Dios, ve a través de los ojos de Dios, trabaja con las manos de Dios, camina con los pies de Dios; entonces su pensamiento es el pensamiento de Dios y su sentimiento es el sentimiento de Dios. Para él ya no existe esa diferencia que un adorador hace entre él y Dios. Como dice Khusrau, el poeta indio: “Cuando me he convertido en Ti y Tú te has convertido en mí, cuando me he convertido en cuerpo y Tú te has convertido en alma, entonces, Amado, no hay diferencia entre “Yo” y “Tú””. 

¿Qué beneficio saca el sufi de esta pérdida de lo que él llama su personalidad exterior? En realidad no es una pérdida de la personalidad exterior, sino una expansión de la personalidad exterior al ancho y alto de la personalidad interior; entonces el hombre se convierte en Dios-hombre, consciente de Dios. Exteriormente está en el universo, interiormente el universo está en él. Exteriormente es más pequeño que una gota, interiormente es más grande que el océano. Y en esta realización se cumple el propósito de creer en Dios, de adorar a Dios y de amar a Dios.  

El sufi dice que, puesto que toda la manifestación es la manifestación del amor, y puesto que Dios mismo es amor, entonces es natural que el mismo amor que viene de la fuente vuelva a la fuente, y que el propósito de la vida se cumpla mediante él. Alguien preguntó a un ​​sufi: “¿Por qué creó Dios el mundo?” Y él respondió: “Para romper la monotonía de la soledad”. ¿Y cómo se rompe esa monotonía? Se rompe cuando Dios ama a su creación y cuando sus criaturas aman a Dios. Vemos el mismo amor de Dios en todas las cosas: en el amor de una madre por su hijo, en el amor de un amigo por su amigo, en todos los diferentes aspectos es el mismo amor manifestándose. Exteriormente puede parecer humano, pero interiormente es todo divino. 

Si nos encontramos cara a cara con la verdad, es lo mismo. Uno puede mirarlo desde el punto de vista cristiano, budista o hindú, pero en realidad es un solo punto de vista. Uno puede ser pequeño o grande, ser falso o verdadero, no saber o saber. Mientras una persona diga: ‘Cuando miro el horizonte desde lo alto de la montaña me mareo. Esta inmensidad del espacio me asusta’, no debería mirarlo. Pero si no da vértigo, es una gran alegría mirar la vida desde arriba. Y desde esa posición, un cristiano, un judío, un musulmán y un budista verán la misma inmensidad. No se limita a los que profesan una fe o un credo. Poco a poco, a medida que se despliegan y dan pruebas de su respuesta a la inmensidad del conocimiento, se les pide que avancen, cara a cara con su Señor. 

Hay que recordar, sin embargo, que son muy pocos los que disfrutan de la realidad en comparación con los que la temen, y que, de pie en la cima de una alta montaña, tienen miedo de contemplar la inmensidad del espacio. Es la misma sensación. Lo que les asusta es la inmensidad de las cosas. Parecen perdidos y se aferran a su pequeño yo. La dificultad de esto es que no sólo mueren en el pensamiento de la mortalidad, sino que incluso mientras viven, esto culmina en una especie de enfermedad, y esta enfermedad se llama auto-obsesión, obsesión por el yo. No pueden pensar en otra cosa que en sí mismos, en sus miedos, dudas y confusiones, en todo lo que se refiere a sí mismos. Y al final se convierten en su propio enemigo. Primero ven a todos los demás como sus enemigos porque no están en armonía con todos, y al final son una carga para sí mismos. Estos casos no son raros. Sea cual sea la religión que tengan, sea cual sea la fe que proclamen, aún no saben lo que es la religión. Un hombre que profesaba no tener religión me dijo una vez muy profundamente: “Soy feliz. No tengo miedo”. Era espiritual, aunque no lo sabía. 

Uno podría preguntarse si alguien que tiene esta realización puede seguir teniendo debilidades. Las debilidades de quien ha recorrido este camino no le hacen débil. Son sus debilidades las que son débiles, no él mismo. Además, hay un dicho en hindi que dice: “Nunca juzgues a los piadosos”. Así como los ojos tienen un límite, la mente también lo tiene. ¿Cómo puede el alma ilimitada, que está en lo Ilimitado, ser juzgada por el hombre que mira la vida desde un punto de vista estrecho? Los que llegan a una etapa avanzada nunca juzgan. Es el hombre que está en una etapa inferior el que juzga. El que está en la cima de la montaña no juzga a nadie y, por tanto, está exento de ser juzgado. 

Además, cuando una persona dice: “No he hecho un Dios, pero quiero amar a Dios”, o cuando dice: “No he amado a Dios, pero quiero conocer a Dios, quiero verlo”, o cuando dice: “No deseo ver a Dios, pero quiero realizar a Dios”, está pidiendo algo que es imposible. Uno puede pasar por estas etapas rápida o lentamente, pero debe pasar por estas cuatro etapas. Y si una persona no tiene la paciencia de pasar por estas cuatro etapas, ciertamente no podrá disfrutar de ese placer, de esa felicidad que experimenta el viajero en el camino de Dios. 

Traducido por Inam Rodrigo Anda y Darafshan Anda 

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