Hazrat Inayat: El Alma, ¿De Dónde y Hacia Dónde? Parte I 

Aunque Hazrat Inayat Khan enseñó una forma muy práctica y experiencial de sufismo, haciendo hincapié en la construcción del carácter como fundamento del arte de la personalidad, mediante el cual podemos avanzar hacia la manifestación de la luz divina en la vida cotidiana, las conferencias que hoy se inician aquí ofrecen una explicación clara y sucinta de la estructura metafísica subyacente al camino espiritual. 

Antes de la Manifestación, ¿qué existía? Zat, el Verdaderamente Existente, el Único Ser. ¿En qué forma? En ninguna forma. ¿Cómo qué? Como nada. La única definición que pueden dar las palabras es la de Absoluto. En términos sufíes, esta existencia se denomina Ahadiat. 

Del Absoluto surgió una conciencia, la conciencia de la Existencia. No había nada de lo que el Absoluto pudiera ser consciente, excepto la Existencia. Esta etapa se llama Wahdat. A partir de esta conciencia de existencia, se desarrolló un sentido: el sentido de “que existo”. Fue un desarrollo de la conciencia de existencia. Fue este desarrollo el que formó el primer Yo, el Logos, que los sufis denominan Wahdaniat. 

Con el sentimiento del Yo, el poder innato del Absoluto, por así decirlo, se unió, en otras palabras, se concentró en un punto; así el resplandor que todo lo penetra formó su centro, el Centro que es el Espíritu divino o el Nur, en términos sufíes llamado Arwah. Esta luz central dividió entonces la existencia en dos formas, la luz y la oscuridad. De hecho, la oscuridad no existe; nunca ha habido oscuridad; es sólo menos luz comparada con más luz. Esta luz y estas tinieblas formaron un Akasha o Asman, una acomodación, un molde; y el fenómeno de la luz y de la sombra trabajando a través de este molde hizo avanzar la manifestación en una gran cantidad de acomodaciones, Asmans o Akashas, una dentro de la otra. Cada paso que ha dado la manifestación ha dado como resultado una variedad de formas hechas por las diferentes sustancias que se producen durante el proceso del espíritu que se convierte en materia. El funcionamiento de este proceso ha sido según la ley de la vibración, que es el secreto del movimiento; y es el plano de las formas definidas de la naturaleza lo que se llama Asman en la terminología sufí. De estas formas surgió gradualmente el reino vegetal a partir del mineral, y del animal surgió la raza humana. Esto proporcionó al Espíritu divino, el Ajsam, los cuerpos que ha necesitado desde el momento en que se centró en un punto, y desde allí extendió sus rayos como diversas almas.  

Así, los sufíes reconocen seis pasos definidos hacia la manifestación. Los tres primeros se denominan tanzi, y los tres siguientes tashbi; los tres primeros imperceptibles, y los tres siguientes distinguibles. 

También existe el fenómeno de los cuatro elementos. Además de uno, que es la fuente y la meta de todos los elementos, Nur, el éter, son cinco: Bad, el aire; Atish, el fuego; Ab, el agua; Khak, la tierra. Estos elementos han trabajado en consonancia unos con otros para producir los resultados deseados por la sabiduría divina que trabaja tras ellos. En cada Akasha o Asman han estado presentes, en mayor o menor medida; uno sin el otro no existía; los cuatro juntos trajeron el quinto. De este modo, toda la manifestación ha tenido lugar a través de un proceso gradual de desarrollo. 

La manifestación terminó la mitad de su tarea en la creación del hombre, en quien nace la sabiduría de controlar y utilizar todo lo que hay en la tierra para su mejor provecho. Y en el hombre se cumple plenamente el propósito de la manifestación, especialmente en el hombre que en su viaje de regreso se ha vuelto cada vez más consciente del propósito, ampliando su perspectiva y viviendo una vida más plena, el hombre que ha alcanzado esa etapa de realización que se llama divinidad, en la que está el cumplimiento del propósito de toda esta manifestación. 

Continuará… 

Traducción: Abdel Kabir Mauricio Navarro J.