Hazrat Inayat: La lucha de la vida pt V
Hazrat Inayat Khan ahora explica que en cada uno hay un falso ser y un ser real, y concluye este pasaje con un retrato devastadoramente claro del falso yo. La publicación anterior de esta serie se encuentra aquí.
La lucha del mundo es una lucha externa. La lucha en el camino espiritual es una lucha interna. Tan pronto toma uno la dirección espiritual, el primer enemigo que encuentra es el propio ser. ¿Qué es lo que hace el yo? Es de lo más travieso. Cuando uno dice que quiere pelear, él dice, “Yo soy tu mismo. ¿Quieres pelear conmigo?” Y cuando fracasa, es lo suficientemente listo para echarle la culpa a otra persona.
¿Se acusan a sí mismos todos los que han fracasado en la vida? No, siempre culpan a otra persona. Cuando han logrado algo dicen, “Yo lo hice”, Cuando han perdido algo dicen, “Esta persona se interpuso en el camino”. Con cosas pequeñas y grandes, es siempre lo mismo. El ego no admite las fallas; siempre echa la culpa a los demás. Su vanidad, su orgullo, su pequeñez, y su tendencia egoísta que está continuamente activa, nos mantienen ciegos.
Recuerdo un verso persa escrito por mi murshid que está relacionado con el ego: “cuando siento que puedo hacer las paces con mi yo, él encuentra el tiempo para preparar otro ataque”. Esa es nuestra condición. Pensamos que nuestras faltas pequeñas, por ser pequeñas, no tienen consecuencia; o ni siquiera pensamos en ellas. Pero cada falta pequeña es una bandera para el pequeño ego, para su dominio. Así pues, esa batalla hace al hombre el soberano del reino de Dios. Muy pocos pueden darse cuenta del gran poder de luchar contra el ego y conquistarlo.
Pero, ¿qué es lo que generalmente hace el hombre? Dice, “Mi pobre yo, tiene que soportar los conflictos de este mundo; ¿también yo debería pelear contra este ego?” Entonces se rinde y entrega su reino a su pequeño yo, privándose a sí mismo del poder divino que está en el corazón del hombre. Hay en el hombre un ser falso y un ser real. El ser real contiene lo eterno; el falso ser contiene lo mortal. El ser real tiene sabiduría; el ser falso ignorancia. El ser real puede alcanzar la perfección; el ser falso termina en la limitación. El ser real tiene toda la bondad; el ser falso produce toda la maldad. Podemos encontrar los dos en nosotros mismos: Dios y el otro. Al conquistar al otro, hacemos de Dios una realidad. Este otro poder ha sido llamado Satanás; pero ¿es un poder? En realidad no lo es. Es y no es. Es una sombra. Vemos la sombra y sin embargo no es nada. Debemos darnos cuenta de que este falso ser no existe por sí mismo. Tan pronto como el alma se eleva por encima del falso ser, comienza a darse cuenta de su nobleza.
Pero está además el aspecto práctico. ¿Cómo se muestra? ¿Qué forma tiene? Se eleva para apoyar sus propios intereses. Se defiende de los ataques de los demás. Se siente exclusivo frente a todos. Se reconoce como una entidad separada de amigos y enemigos. Se preocupa de todo lo que es transitorio; es ciego al futuro e ignorante del pasado. Se manifiesta en la forma de autocompasión. Se expresa en forma de venganza. Vive a partir de alimentarse de amargura y su vida transcurre siempre en la oscuridad. Su condición es de inquietud y descontento. Tiene un apetito continuo por todo lo que existe; nunca se satisface. No confía en nadie, no piensa en nadie, no tiene consideración por nadie. Carece de escrúpulos y, por lo tanto, de modales. El pequeño ser piensa solo en su propia ventaja y comodidad. Dar a los demás, dar a aquellos que están a su alrededor es terrible para ese yo, puesto que no conoce ningún sacrificio. La renuncia para el yo es peor que la muerte. Ese es el pequeño yo.
Continuará…
Traducido por Darafshan Daniela Anda