Hazrat Inayat : El Ideal Sufi parte II
Hazrat Inayat Khan concluye aquí su breve enseñanza sobre el ideal y la búsqueda de la pureza. Al final de la primera entrega, señala que el hombre práctico puede encontrar algún uso para el sentido del “yo”, “Pero después de todo, ¿cuánto dura este sentido práctico y a qué fin conduce? El fin del que fue práctico y el del que no lo es es el mismo”.
Se cuenta la historia de un Sufi que conoció a un joven mientras viajaba y le dijo: ‘Ven a verme si pasas por el pueblo donde vivo; podrías visitarme’. Este joven preguntó: “¿Puedo saber el nombre del lugar donde vives?”. El Sufi dijo: “El lugar de los mentirosos, está cerca del templo”. Este joven estaba muy confundido; pensaba que el Sufi decía todo el tiempo la verdad, ¡y sin embargo decía que vivía en el lugar de los mentirosos!
Cuando llegó al pueblo intentó encontrar al Sufi, pero nadie sabía dónde estaba el lugar de los mentirosos. Sólo lo encontró al final cuando se acercó al templo y vio al Sufi allí. Dijo: “La primera pregunta que se me ocurre es: ¿por qué llamas a este lugar el lugar de los mentirosos? El Sufi le dijo al joven: “Acompáñame, vamos a dar un pequeño paseo por el cementerio, que está cerca”. Entonces dijo: “Dicen que aquí fue enterrado el Primer Ministro, y aquí fue enterrado el rey, y aquí fue enterrado el juez principal, y aquí un gran general. ¿No eran mentirosos? Aquí se demuestra que son mentirosos. No son nada más que lo mismo en la misma tierra; están enterrados con todos los demás. Tenían el mismo fin que todos los demás. Si ese es el fin, entonces piensa en el principio. En el principio tampoco existía la distinción. Ningún niño nace en este mundo diciendo: “Soy tal y tal, mi nombre es tal y tal, mi posición es tal y tal”. Todo esto lo ha aprendido el alma después de venir aquí. El alma ha aprendido la primera mentira al decir “yo”, como una identidad separada; y después de la primera mentira el hombre dice numerosas mentiras”.
Por lo tanto, la enseñanza y la labor del Sufi es borrar ese error de la superficie de su corazón, y por lo tanto la primera y última lección que el Sufi aprende es: Yo no soy, Tú eres. Y cuando la falsa afirmación ya no existe en su conciencia, entonces se puede hacer la afirmación que se expresa en la Biblia, de que primero fue el Verbo, y el Verbo fue Dios. Y al escuchar esa Palabra divina, al entregarse a esa Palabra, el Sufi experimenta la alegría celestial que es incomparable, la alegría que es el éxtasis.
Sólo hay una cosa en el mundo que no se puede definir, y es la idea de Dios. Si se pudiera definir no sería Dios, porque Dios es más grande que su nombre y más alto que nuestra comprensión de Él. Lo llamamos Dios; si no lo llamáramos Dios, entonces ¿cómo lo llamaríamos? Pero al dar un nombre a lo que no tiene nombre, al hacer un concepto de alguien que está más allá de la comprensión, sólo lo hacemos a El limitado; al mismo tiempo, si no lo hiciéramos, entonces no estaríamos haciendo lo que debemos hacer. Lo que quiero decir es que para respetar a un gran hombre debemos tener alguna concepción de lo que es la grandeza; pero nuestra concepción no es la de ese gran hombre como realmente es, es la idea que nos hemos hecho de él. Veinte admiradores de una gran personalidad tendrían cada uno su propia concepción de esa personalidad. Y también podría decir que cada uno de los veinte tiene su gran persona en particualr, y que así hay veinte grandes personas en lugar de una; sólo que el nombre único hace que estas veinte personas se unan bajo él. Los hindúes han dicho: “Tantos hombres, tantos dioses”, y no era una exageración; sólo quería decir que cada hombre tiene su propia concepción de Dios. Es necesario tener primero una concepción de Dios para llegar al estadio en el que uno se da cuenta de Él. Si un hombre no creyera que una personalidad es grande, no podría ver la grandeza de esa personalidad. Primero debe tener la concepción de que hay algo grande en ella. Así, primero hacemos a nuestro Dios antes de llegar a darnos cuenta de Él.
La creencia en Dios conduce a esa perfección que es la búsqueda del alma. Pero no es sólo la creencia, pues hay innumerables almas en este mundo que creen en Dios; pero ¿crees que están muy avanzadas? A menudo se encuentra que los que afirman creer en Dios pueden estar mucho más atrasados que los que no hacen tal afirmación.
La creencia en Dios debe servir al propósito de la purificación, la pureza que es el logro ideal para el hombre; y que se alcanza mediante la meditación. En esta pureza se cumple el propósito de la vida.
Traducido al español por Arifa Margarita Rosa Jáuregui