Sólo entonces escuché Tu llamado
¿Por qué no Te reconocí
al abrir por primera vez mis ojos en la tierra?
¿Por qué no Te respondí
cuando escuché Tu encantadora voz?
¿Por qué no sentí Tu gentil mano
cuando acariciaste mi cara?
¿Por qué no me aferré a Ti, Amado,
cuando amorosamente besaste mis labios?
Cuando comencé a buscarte,
desapareciste en un parpadeo.
Cuando comencé a perseguirte,
Te alejaste aún más de mí.
Cuando en mi angustia Te llamé en voz alta,
no escuchaste el amargo llanto de mi alma.
Cruzado de piernas me senté en silencio;
sólo entonces escuché Tu llamado.
– Ragas, Vadan