Hazrat Inayat: Formas de orar
Hay tres tipos de persona entre aquellos que tienen el hábito de ofrecer la oración.
Está quien, al orar, cumple un cierto deber que considera uno entre todos los deberes de la vida. No sabe a quién está orando, piensa que a algún Dios. Si está en congregación siente, por necesidad, hacer lo que hacen los demás. Es como uno entre el rebaño que va, no sabe a dónde ni por qué. La oración para él es algo que debe hacer porque se encuentra en una situación que no puede evitar. Lo hace como lo hacen todos los demás para seguir la costumbre de la familia o de la comunidad, y para respetar a los que lo rodean. Su oración es mecánica, y si hace algún efecto es muy poco.
Y el segundo tipo de persona que ofrece sus oraciones es el que ofrece las oraciones porque se le dice que lo haga y sin embargo está confundida sobre si hay algún Dios, si sus oraciones son realmente escuchadas.
Puede estar orando y al mismo tiempo la confusión puede estar entrando en su mente: “¿Estoy haciendo bien o mal?” Si es una persona ocupada, podría pensar: “¿Estoy dedicando mi tiempo a algo realmente de provecho o en realidad estoy desperdiciándolo? No veo a nadie delante de mí, no escucho respuesta a mi oración”. Lo hace porque alguien le dijo que lo hiciera o porque le puede traer algo bueno. Su oración es una oración en la oscuridad. El corazón, que debe estar abierto a Dios, está cubierto por su propia duda, y aunque orara de esta manera durante mil años su oración nunca sería escuchada. Es esta clase de alma la que al final pierde su fe, especialmente cuando se encuentra con una decepción y ora, y si su oración no es contestada, eso pone fin a su creencia.
Entonces hay una tercera persona que tiene imaginación que es fortalecida por la fe. Ella no sólo ora a Dios, sino que ora ante Dios, en presencia de Dios. Una vez que la imaginación ha ayudado a la persona a traer la presencia de Dios ante ella, Dios es despertado en su propio corazón. Entonces, antes de pronunciar una palabra, es escuchada por Dios. Cuando está orando en una habitación, no está sola, está allí con Dios. Entonces Dios no está en el Cielo más alto, sino junto a ella, ante ella, en ella. El cielo para ella está en la tierra y la tierra para ella es el cielo. Nadie para ella es tan vivo como Dios, tan inteligible como Dios, y los nombres y formas ante ella están cubiertos por Él. Entonces, cada palabra de oración que dice, es una palabra viva. No sólo le trae bendición, sino bendiciones para todos los que la rodean. Es esta forma de oración la única manera correcta de orar, y de esta manera se logra el propósito que se ha de cumplir con la oración.
Traducido por Juan Amin Betancur