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Más sobre vanidad

En una reciente publicación, Hazrat Inayat Khan respondió a una pregunta acerca de la vanidad, y ahora un discípulo, estimulado por el texto y la palabra vanidad, se ha presentado con una pregunta sobre el siguiente refrán del Gayan, Alankaras:
¡Vanidad! Tú eres la fuente de vino en la tierra, adonde llega a beber el Rey del Cielo.

Este pensamiento lírico poético parece paradójico. ¿Cómo puede el Rey del Cielo ser atrapado por la vanidad? ¿No deberíamos esperar que la Divina Presencia estuviera por encima de tal interés? ¿Puede Dios embriagarse?

Para encontrar una cierta claridad en el tema, debemos primero considerar cómo Hazrat Inayat entendió la palabra. “Vanidad” definitivamente tuvo significado para él, como aparece en más de una docena de refranes del Gayan-Vadan-Nirtan, con frecuencia casi equivalente a su uso allí de las palabras “sonrisa” o “lágrimas” (pero algo menos que sus referencias a “rosas”). Como explicaba en la respuesta publicada, Hazrat Inayat distinguió la vanidad del denso egoísmo del ego o presunción, viendo en ella la posibilidad de algo hermoso. La caballerosidad, por ejemplo, en su mejor expresión, es una cualidad noble, y proviene de la vanidad. Pero en verdad Hazrat Inayat declaró que todo lo que hacemos surge de la vanidad, como leemos en otro refrán del Gayan:
Vanidad es el ímpetu escondido detrás de cada impulso, que destaca tanto lo peor como lo mejor del hombre.

Y también:
La vanidad es la suma total de toda actividad en el mundo.

Parece que los seres humanos no pueden escapar de la vanidad. Hay vanidad en tomar una foto de uno mismo frente a una maravilla natural (por la cual uno no puede reclamar crédito personal) o con una celebridad a quien uno nunca ha conocido, pero también hay vanidad en el padre que cuida al niño, o en la alimentación compasiva a una persona sin hogar. Por esta razón, Hazrat Inayat nos advierte en el Gayan, Boulas, con este refrán:
Mantén tu bondad aparte, no sea que toque tu vanidad.
Y también del Gayan, Chalas:
La vanidad es la corona de la belleza, y la modestia es su trono.

Podría entenderse que esto significa que el poder de la belleza para gobernar se encuentra en la vanidad, pero que está incompleto sin el velo de la modestia.

Por lo tanto, estamos o debemos estar bien familiarizados con la vanidad en el contexto humano, pero aún queda la pregunta: “¿Qué puede tener que ver la vanidad con Dios?” Es una pregunta que busca exaltar a Dios por encima de nuestras limitaciones, pero esta pregunta también lo aparta de Su creación, escondiéndolo en algún lugar en un cielo lejano mientras nosotros los mortales luchamos aquí en la tierra. Si Dios es el único Ser, ¿qué podría estar fuera de Él? Y si Dios está presente en Su Creación, debe ser lo más perceptible (para el ojo humano) en todo lo que es bello, incluyendo la belleza de carácter, en cualidades tales como generosidad, amabilidad, hospitalidad, coraje y caballerosidad – y todas ellas tienen vanidad como ímpetu que las hace visibles.

Y en cuanto a la cuestión de la embriaguez, ¿no se ha dicho de Dios, – que es el amor mismo -, que creó al mundo con amor, desde el amor, y para el amor? ¿Y qué es el amor si no embriaguez?

Traducido por Juan Amin Betancur

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