Pasando tiempo con los seres invisibles
Una vez, alguien que estaba aprendiendo la oración Saum hizo una pregunta. Esto no sorprende; aprender las oraciones es un compromiso más grande que memorizar una serie de palabras en un orden específico. También es acomodar la propia mente a pensamientos y sentimientos que quizá tienen una forma diferente a la que estamos acostumbrados. En este caso, una diferencia que vino a la luz tenía que ver con la frase: “Señor Dios del este y del oeste, de los mundos superiores e inferiores y de los seres visibles e invisibles” ¿Qué significa? Preguntó la persona, con alguna sospecha. ¿Quiénes son estos “seres invisibles”?
No ayudaría responder, “¿Quién sabe? ¡No podemos verlos, no se les ve, son invisibles!” La oración Saum está enfatizando, en este punto, la extensión ilimitada del dominio de Dios, y consiguiente con ese énfasis nuestra propia consciencia se extiende; se nos amplía tanto como el horizonte que se extiende de este a oeste, somos elevados a los cielos y traídos de vuelta a la tierra, y conforme termina la frase, se nos traslada de lo denso, aquello que puede verse, a lo sutil, aquello que no puede verse.
Y cuando permitimos que la oración nos lleve a los sutiles reinos de lo invisible, ¿Qué encontramos? Hazrat Inayat Khan dedica un capítulo entero del volumen II de la serie del Mensaje a la idea de que los pensamientos no son abstracciones pasajeras sino seres vivos, nacidos con un propósito, la mente que los forma les da vida, y siguen vivos hasta que esa vida y propósito se completan. Rara vez nos preocupamos de esto, y la consecuencia es que nuestro mundo mental a menudo es frustrante e incómodo.
Y si los pensamientos son seres, ¿cuánto más vivos son los sentimientos, que vienen de la profundidad de nuestra consciencia? Los pensamientos tienen una figura, una forma que la mente puede captar, pero los sentimientos son insustanciales; sin embargo, es el sentimiento el que da sentido a nuestra vida. Una vida sin sentimiento es una vida que pasa en nuestra propia sepultura. Y cuando el sentimiento despierta a la belleza de la Presencia Divina, uno entra en el reino de los ángeles.
Diversas tradiciones espirituales describen reinos de diferentes cualidades: lugares de tortura y reinos celestiales. Estos no son lugares a los cuales uno es asignado luego de dejar este mundo, sino experiencias de nuestra vida presente; el paraíso y el infierno, ambos, están dentro de nosotros, ahora, y a todos y cada uno de nosotros se nos ofrece la posibilidad de evacuar el foso de los condenados y elevarnos a vivir con los ángeles. Esa se podría entender como una descripción del “mensaje de libertad espiritual”.
Traducción Baasit Carrillo