Cuentos: Haz lo que haga tu Pir
Sucedió una vez que cierto Pir muy espiritual sintió ganas de salir a caminar, y naturalmente, varios de sus discípulos quisieron ir con él.
Caminaron juntos hasta que llegaron a un gran jardín amurallado que pertenecía a cierto noble. Allí el Pir pidió permiso al jardinero para entrar y admirar la belleza. El jardinero de buena gana le concedió el permiso porque le conocía y sentía un gran respeto por él.
Mientras recorrían por el jardín, el Pir fue atraído por un rosal en particular que estaba cubierto por bellas y fragantes rosas. Allí se detuvo y por largo tiempo contempló la exquisita imagen. Entonces, profundamente conmovido por la belleza, se inclinó humildemente y besó una de las flores.
Los discípulos, al verlo, pensaron que también ellos debían hacer lo mismo – pero no fue suficiente para ellos besar una flor. Cada uno tuvo que recoger una y besarla quizás unas cincuenta veces.
El jardinero, al ver tantas de sus rosas tratadas de esta forma, comenzó a regañar a los estudiantes, pero uno de ellos le dijo, “No nos culpes. Somos discípulos de nuestro Pir y nuestro camino es hacer lo que él haga”.
El Pir observó todo, pero no dijo nada.
Poco tiempo después, dejaron el jardín y siguieron caminando hasta que llegaron al taller de un herrero. Allí, el herrero estaba atareado entre el humo y el calor, martillando una barra de hierro al rojo vivo.
El Pir se detuvo afuera de la herrería por un momento, observando. Entonces entró y humildemente besó el metal brillante.
Y los estudiantes se sintieron avergonzados, y no pudieron moverse.
Traducido por Inam Rodrigo Anda