Cuentos: El peor castigo
Cierta vez, cuando se acercaba el mes del Ramadán y las despensas del Mullah Nasrudín se hallaban más desprovistas de lo acostumbrado, éste se vistió de toga y turbante, y emprendió un viaje por toda la región en busca de trabajo como predicador. Pero dondequiera que iba, en cada pueblo y mezquita que encontraba, recibía la misma respuesta: “no, no te necesitamos”.
Rendido y polvoriento de caminar por toda la provincia, y sabiendo que nada tenía en casa para comer, regresaba cabizbajo hacia su pueblo cuando apareció ante él un grupo de hombres que llevaban a alguien atado por una gran soga.
“Mullah”, dijo uno de ellos, “necesitamos tu consejo. Este hombre es un ladrón desvergonzado; lo pescamos con las manos en la masa. Ahora intentamos decidir cuál podrá ser su castigo. Tú eres un hombre letrado, tienes que saber qué hacer”.
“Sí”, dijo Nasrudín, “yo sé qué hacer”. Dando un paso hacia delante, el Mullah colocó el turbante sobre la cabeza del ladrón y rodeó sus hombros con la toga.
“¡Pero Mullah! ¿Qué está haciendo?”, preguntó perplejo uno de los captores.
“Este es el peor castigo que pueda imaginarse”, respondió el Mullah. “Si lleva puesto este atuendo, creedme, este hombre morirá de hambre”.
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez