Cuentos: Son lo mismo
Había una vez cierta anciana que vivía en las afueras de un pequeño pueblo. Vivía tranquilamente allí, cuidando su jardín, y todos los que la conocían sentían de inmediato que sus canas eran un signo de genuina sabiduría.
Una mañana, mientras ella estaba en su jardín recogiendo verduras, un extraño llegó por el camino, aparentemente saliendo del pueblo. Al verla, se detuvo a hablar.
“Madre”, dijo el viajero, “voy camino al siguiente pueblo. ¿Puede decirme cómo es la gente allí?”.
La mujer se detuvo por un momento, estudiando al viajero y luego preguntó: “¿Cómo encontraste a la gente de este pueblo?”.
El viajero hizo una mueca. “Disculpe por decirlo, Madre, pero encontré que la gente de este pueblo es muy antipática. Antipática y grosera, y sin educación hasta el punto de la estupidez”.
La mujer asintió. “Sí, lo veo. Bueno, la gente en el pueblo de al lado es exactamente igual”.
El viajero le dio las gracias y se despidió, y la mujer volvió a su tarea, pero no mucho después apareció otro viajero, caminando en dirección opuesta. Este viajero también se detuvo y comenzó a hablar con la anciana. “¿Puedo preguntar, madre”, dijo el viajero, “¿cómo es la gente en tu pueblo?”.
“Bueno”, dijo la mujer, “¿cómo estaba la gente en el último pueblo que visitaste?”.
“Muy amable”, dijo el hombre. “Amable, acogedora y generosa”.
La mujer sonrió feliz. “¡Qué casualidad! La gente aquí es exactamente igual”.
Traducción: Yaqín Anda