Hacia lo Sin Forma
Cierta vez un estudiante expresó desconcierto acerca de los métodos enseñados en la Escuela Interior del Movimiento Sufí. “Otros grupos”, dijo, y quizás pensaba en los budistas o en las diversas tradiciones yoguis, “enseñan ‘meditación’, pero nunca escucho hablar de esto entre los sufís. Pregunté a mi guía acerca de esto, y me dijo, ‘oh, sí, bueno, todos saben cómo meditar´”.
La consecuencia, por supuesto, fue que el estudiante en cuestión NO sabía cómo meditar, y sospechamos que tampoco sabía el guía que dio semejante respuesta sin pensarla. De hecho, Hazrat Inayat sí enseñó meditación a sus estudiantes, aunque no necesariamente se le llamaba de esa forma, y siempre fue dirigida en el contexto de un método balanceado que toca cada parte de la vida de una persona. Cuando todos los demás elementos están en su sitio, la meditación llega como un paso lógico y bienvenido; cuando están ausentes, la meditación es muy difícil, si no imposible. En otras palabras, no es algo para tomar como un primer paso, sino algo a dónde llegar después de apropiada preparación.
¿Qué queremos decir por meditación? Cierta vez alguien se lo preguntó a un estudiante experimentado (cuya mirada era muy brillante), y la respuesta fue, ‘Soltar los deseos’. Hazrat Inayat ofreció la instrucción, ‘Vuélvete sin forma hacia fuera y vacío en el interior’. La meta del camino Sufí es conocer la Verdad del Ser, y tanto desde las enseñanzas de los sabios y de nuestras propias experiencias repetidas de vida, llegamos a entender que el velo que cubre esa verdad es, sencillamente, nuestra identificación persistente y engañosa con nuestra propia identidad efímera. Como una ola sobre la superficie del océano, existimos por un momento y después ya no nos vemos, pero el océano de vida se extiende hacia el infinito. Volverse sin forma, entonces, significa olvidar esa ilusión, permitiendo a la conciencia reposar en sí misma, sin preocupación por limitaciones y fronteras.
Es fácil decirlo, pero requiere algún trabajo. Desde el día en que llegamos a la tierra somos absorbidos por las acciones y sensaciones de nuestro cuerpo físico; no nos dan verdadera satisfacción, pero hasta que encontremos algo más real, lo físico es nuestro campo de operación. Por tanto, para volverse sin forma, debemos aprender en primer lugar a disciplinar el cuerpo; hacerlo obedecer nuestra voluntad, y evitar que nos arrastre como un terco bebé, de una acción o sensación a otra. En el Hatha Yoga se enseñan muchas distintas posturas como parte de este tipo de disciplina, pero incluso algo tan suave en apariencia como la ejecución constante de nuestros movimientos en las oraciones es disciplina que nos ayuda.
De la misma manera debemos aprender a controlar la mente, dejar ir la interminable cháchara y los constantes y reactivos comentarios sobre la gente, eventos, alrededores, e incluso sobre nuestros propios pensamientos y la corriente de previos comentarios. Es trabajo que requiere paciencia y persistencia, y se parece a la historia mitológica de Psique a la que se le requirió que ordenara un cuarto lleno de semillas, tarea que cumplió gracias a la ayuda de muchas hormigas diligentes. Parece interminable, pero a medida que aprendemos nuevos hábitos de pensamiento, nuestro mundo comienza a cambiar, y el éxito en este estado llega con el enfoque consecuente de la voluntad que es el secreto de todo logro en la vida. Cuando el cuerpo está bajo control y la mente puede quedarse callada, somos capaces de lo que Hazrat Inayat llamó ‘concentración’, el primer paso necesario hacia la meditación.
Un paso adicional es ‘contemplación’. En la concentración, aprendemos a tomar un pensamiento y sostenerlo a voluntad, pero en la contemplación, permitimos ser sostenidos, no por un pensamiento, sino por un nivel más profundo de conciencia, un sentimiento. Así como la mente pensante es la superficie de la conciencia, el corazón sensible es su profundidad. Cuando contemplamos (en este sentido de la palabra) evocamos un sentimiento profundo en nuestros corazones, la apreciación de la verdad, por ejemplo, o la conciencia del amor, y nos rendimos a ese sentimiento, buscando morar en él tanto como lo deseemos. Naturalmente, esto tendrá un efecto transformador en nuestras vidas ya que los sentimientos o cualidades en los que nos enfocamos se nos mostrarán como realidades vivientes. Si hemos sido guiados para contemplar el amor, por ejemplo, ya no será un mero concepto para discutir y analizar, sino que el amor se revelará a sí mismo como un Ser siempre presente, Cuya compañía anhelamos, como la comodidad de un verde oasis en medio del desierto.
Desde el estado de contemplación es posible aproximarse al estado de meditación, en el que uno deviene sin forma y vacío. Ahora no es tan difícil soltar los deseos, que encontramos que solo nos separan de la realidad Divina a la que hemos comenzado a despertar. Pero de la experiencia misma, y como se ha dicho con frecuencia, ‘Aquellos que la conocen, no hablan de ella, y aquellos que hablan de ella, no la conocen’.
Gracias, maestro Nawab
Que forma tan profunda y a la vez sencilla de describir el estado en el que el Yo se disuelve… “sin forma hacia afuera y vacio en el interior” “no yo solo Tu”. Gracias Nawab por The Inner Call nos ayuda a mantener presente El Mensaje