Brother Lawrence: A Conversation on Practising the Presence of God (Spanish version)

 Hermano Lorenzo: una conversación sobre la práctica de la Presencia de Dios.

Al hermano Lorenzo al nacer le fue dado el nombre de Nicolás Herman, en 1610, en Lorena, Francia. Poco se sabe del comienzo de su vida; que leía mucho y que siempre estuvo atraído por el reino espiritual. Siendo joven combatió en la guerra de los treinta años, en la que recibió una herida severa que lo dejó cojo y con un dolor crónico de por vida. En algún momento de la mitad de su vida entró como hermano lego a un monasterio carmelita recién fundado en París, en donde sirvió durante aproximadamente quince años como cocinero de la comunidad, la cual creció hasta tener unos cien miembros. Más tarde trabajó en la zapatería reparando sandalias, y siguió ayudando en la cocina. Murió en 1691. Durante la mayor parte de su vida adulta, el hermano Lorenzo practicó ‘la presencia de Dios’, una entrega completa de cada momento, cada pensamiento y cada acción a la Divina Presencia. Lo que sigue fue tomado de ‘La Práctica de la Presencia de Dios’, un compendio de cartas y conversaciones con el padre José de Beaufort.

 Introducción: Cuando Beaufort lo entrevistó, el hermano Lorenzo estaba en los finales de sus cincuentas. José de Beaufort más tarde comentó que el hermano lisiado, quien estaba por entonces a cargo del mantenimiento de una centena de pares de sandalias, era “tosco en apariencia pero gentil en gracia”.

Primera conversación: La primera vez que vi al hermano Lorenzo fue el 3 de agosto de 1666. Me contó que Dios le había hecho un favor singular con su conversión a la edad de dieciocho años. Durante el invierno y al ver un árbol deshojado, y considerando que en poco tiempo las hojas se renovarían para después dar paso a flores y frutas, el hermano Lorenzo recibió una revelación de la Providencia y Poder de Dios que nunca desde entonces desaparecería de su alma. Esta perfecta visión lo liberó del mundo e inflamó en él tal amor por Dios, que no sabría decir si había aumentado durante los cuarenta años que había vivido desde entonces.

El hermano Lorenzo dijo que había sido lacayo del señor Fieubert, el tesorero, y que siendo muy torpe lo rompía todo. Finalmente decidió entrar a un monasterio pensando que allí encontraría un remedio para sus torpezas (es decir, sufriendo) y así sacrificaría su vida y sus placeres para Dios. Pero el hermano Lorenzo dijo que Dios lo había sorprendido porque solo conoció satisfacción en ese estado.

El hermano Lorenzo relató que deberíamos afirmarnos en el sentido de la Presencia de Dios mediante un diálogo constante con él. Que era cosa vergonzosa interrumpir Su conversación pensando en bagatelas y tonterías. Deberíamos alimentar y nutrir nuestras almas con altas nociones de Dios que nos trajeran gran dicha al ser devotos a Él.

Decía que debíamos alentar y avivar nuestra fe, que era lamentable que tuviéramos tan poca. En vez de tomar la fe como su regla de conducta, los seres humanos se entretenían con devociones triviales que cambiaban cada día. Decía que la fe era suficiente para llevarnos a un alto grado de perfección, que debíamos entregarnos a Dios, tanto en lo que atañe a las cosas materiales como a las temporales, y buscar nuestra satisfacción tan solo en el cumplimiento de Su voluntad. Sea que Dios nos lleve por el sufrimiento o por el consuelo, todo será igual para una alma verdaderamente entregada.

Decía que necesitamos fidelidad en aquellas rupturas del flujo y reflujo de la oración cuando Dios prueba nuestro amor por Él. Este sería el momento para un acto completo de renuncia, el cual podría promover grandemente nuestro avance espiritual.

Decía que en lo referente a las miserias y pecados que escuchaba a diario en el mundo, estaba muy lejos de sorprenderse de ello, y al contrario, se sorprendía que no fueran más, considerando de lo que eran capaces los malvados pecadores. Por su parte, oraba por ellos. Pero al saber que Dios podía remediar los desastres que hacían cuando Él lo deseara, ya no se preocupaba mucho.

El hermano Lorenzo decía que para llegar a la renuncia que Dios requiere, deberíamos mirar cuidadosamente todas las pasiones que se mezclan en las cosas espirituales así como en las temporales. Dios le daría luz en lo concerniente a esas pasiones, a aquellos que verdaderamente desean servirlo.

Al final de esta primera conversación el hermano Lorenzo dijo que si el propósito de mi visita era el de discutir con sinceridad cómo servir a Dios, yo podía acudir a él tanto como lo deseara y sin ningún temor de ser inoportuno. Si este no era el caso, entonces no lo debía volver a visitar.

Traducido por Juan Amin Betancur

 

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