Acopiar aceite
Hace unos días hicieron una pregunta sobre cómo y de qué manera muy práctica podemos trabajar para despertar el ideal de Dios en nuestra vida. Este fue un tema esencial para Hazrat Inayat Khan, quien dijo que ‘el ideal de Dios es necesario para alcanzar la perfección de la vida’, y que la tragedia de nuestra era presente es el oscurecimiento del ideal de Dios por las nubes del materialismo y del comercialismo. En la cultura moderna, el ideal de lo divino es ampliamente descuidado, pero los ideales de éxitos mundanos – riqueza, prestigio, poder o comodidad, en sus muchas variaciones – no nos servirán en el camino interior; no podemos llegar a una meta espiritual sin apuntarle a un ideal espiritual.
El dilema para mucha gente, sin embargo, es que el concepto de ‘Dios’ es considerado como anticuado, y ha sido desechado junto con las formas y convenciones antiguas de la religión que ya no parecen corresponder con nuestra visión de ‘realidad’. Si la imagen descartada es la de un anciano con una larga barba blanca, sentado en un trono muy lejos entre las nubes, entonces es cierto que pueda pertenecer al museo, pero culpar al pasado sin entenderlo no nos ayudará, y si no podemos acercarnos con un concepto mejor, más vivo y presente de lo divino que ese, no estamos esforzándonos mucho.
No podemos pedir prestado un ideal para servir a nuestros propósitos en el camino espiritual; el viaje que nos conduce fuera del valle de las limitaciones es arduo, y solo ganaremos a través de todas las dificultades si estamos motivados por algo desde lo profundo de nuestro propio corazón. En consecuencia, no se puede imponer un ideal desde afuera, desde un libro o alguna autoridad; solo puede descubrirse adentro. En otras palabras, nuestro ideal ya existe dentro de nosotros, pero no siempre es visible. Él nos agita a veces y nos da forma hasta cierto grado, pero debido a muchas impurezas – significando aquí ‘impureza’ como aquello que está en un lugar al que no pertenece, sea un pensamiento, un sentimiento o algo físico – el ideal no siempre hace su trabajo. Podemos pensar, por ejemplo, en una semilla o en cierta fruta como la oliva, que contiene aceite; el aceite permea la oliva, pero si queremos tener el aceite en un estado puro, ponerlo en una lámpara para darnos luz, debemos machacar la fruta y filtrar el aceite, quitando las impurezas de manera que pueda servir a nuestra necesidad.
Hablar de machacar puede sonar dramático, pero la vida misma provee las piedras de molino; solo necesitamos saber cómo trabajar con ellas. Con cada desengaño, con cada golpe que la vida nos da tenemos una oportunidad: preguntarnos, ¿cuál es la fuente de nuestra decepción? ¿Qué esperaba yo? ¿A qué se habría parecido la perfección? Supongamos por ejemplo que tenemos un desacuerdo con alguien y el desacuerdo nos ha dejado con el corazón herido. Podríamos preguntarnos, ¿Qué buscaba yo en esta persona, en esta relación? ¿Cuál es la razón de este dolor? Con un examen paciente y buscando la causa detrás de la causa, quizás llegaremos a la conclusión que estamos anhelando conocer alguien digno de confianza. Esta esperanza de confiabilidad, entonces, es una vislumbre de nuestro ideal, una gota del aceite, por así decirlo, y habiéndolo encontrado, debemos guardarlo en lugar seguro ofreciéndolo a la divinidad. No podemos esperar algo que es extraño a nosotros; el merecimiento de confianza está en nosotros, aunque de manera imperfecta lo manifestemos, pero para nosotros – en este ejemplo – esa confiabilidad encuentra su perfección en la Divinidad, en el ideal de Dios.
Cada vez que analizamos nuestros desengaños, podemos encontrar otra gota del aceite de nuestro ideal, y si ofrecemos con constancia cada gota a la Divinidad, con el tiempo se convertirá para nosotros en algo en verdad radiante, con gotas de muchas cualidades. Para seguir con el ejemplo, supongamos que encontramos también desengaño en nosotros mismos; quizás digamos, ‘Lo sabía. ¿Por qué no le hice caso a mi intuición?’ Podemos concluir que esa conciencia o intuición hace parte también de nuestro ideal, y por lo tanto nuestro divino ideal debe también contener una gota de perfecta conciencia. O quizás descubramos que estamos afligidos debido a una falta de belleza en nuestro intercambio con alguien; entonces claramente la belleza debe hacer parte de nuestro ideal, y para nosotros, lo Divino debe ser bello.
Este paciente trabajo no necesita ser restringido a las dificultades en la vida. También podemos buscar el aceite para nuestro ideal en las cosas que nos hacen felices o que nos satisfacen; la única dificultad es que, usualmente, cuando estamos satisfechos, estamos demasiado cómodos para pensar en tales asuntos. Pero sea que analicemos las dificultades o las experiencias positivas, o ambas, es ofreciendo diferentes cualidades de la divinidad como nuestro ideal se aclara. Y a medida que se aclara más, se hace más real, más viviente, y la vida comienza a cambiar. Como decía Hazrat Inayat, ‘Haz de Dios una realidad, y Dios hará de ti la Verdad’.
Corazón mío, atesora el aceite que mantiene la lámpara ardiendo.
—Gayan—Perseguir aquello que está más allá de nuestro alcance es el aceite que alimenta la llama de la esperanza.
—Vadan—
Traducido por Juan Amin Betancur
Muy querido Murshid,
Un único ideal puede asociarse a diferentes cualidades de la divinidad? O para encontrar nuestro ideal de Dios debemos identificar una cualidad particular o única de la divinidad que resuene con nosotros? Como varias cualidades de la divinidad hace posible encontrar un único ideal? Muchas gracias,
Sharifa
Dear Sharifa,
Can one ideal be associated with different qualities of the divine? Think of the burning love lyrics of the Sufi poets; in one verse perhaps it is the gazelle-like grace of the Beloved that is the focus, in another verse the perfect arch of the eyebrow, in another, the lip, the cheek or the eye. And yet it is ONE Beloved. Or if we think of someone we admire – a parent, or a grandparent, maybe, or a lifelong friend – it is not for just one quality that we admire them. In some way, everything they do or are is appealing to us. And if we are attached to a certain place, a particular country, or even a city, it is not just one feature of that place – a certain hill, or a park or a particular cafe – but all the place together that gives us a feeling of satisfaction.
In other words, the Divine Qualities do not stand alone; they are all facets of a single jewel. It may be that one facet is of particular importance to us because of our nature or need, but in the end, it is the Unity that is real.
Dearest Murshid,
Thank you for your answer. By reading different posts, I had the idea that one should focus on one aspect of the One Beloved.
Sharifa