Hazrat Inayat: Despertar pt. III
A medida que continuamos con nuestra serie sobre el tema del despertar del alma, Hazrat Inayat Khan da una visión más profunda de los efectos de este profundo cambio. La publicación anterior se puede encontrar aquí.
Cuando se dijo que, al descender el Espíritu Santo, los apóstoles sabían todas las lenguas, no significaba saber los idiomas de todos los países. Conocí un hombre en Rusia que hablaba treinta y seis idiomas, pero eso no lo hacía espiritual. Los apóstoles, sin embargo, sabían el lenguaje del alma; porque hay muchas lenguas que se hablan en diferentes tierras, pero también hay un sinnúmero de lenguas que son habladas por cada individuo como su propio y particular lenguaje. Y eso nos ayuda a darnos cuenta de otra idea de gran importancia: que el lenguaje exterior puede transmitir solo cosas y sentimientos externos, pero que hay un lenguaje interior, que puede ser comprendido por las almas que están despiertas. Es un lenguaje universal, un lenguaje de vibraciones, de sentimientos, que toca el sentido más íntimo. Calor y frío son sensaciones diferentes que son llamadas con diferentes nombres en diferentes regiones, y sin embargo son esencialmente la misma sensación. También amor y odio, bondad y crueldad, armonía y desarmonía, todos estos conceptos son llamados con diferentes nombres en diferentes regiones, pero el sentimiento es el mismo con todas las personas.
Cuando, para conocer el pensamiento de otra persona, dependemos de su palabra externa, probablemente fallemos en nuestro intento, porque quizás no sabemos el lenguaje de esa persona; pero si podemos comunicarnos con esa persona de alma a alma, ciertamente podemos entender lo que quiere decir, pues antes que ella diga una palabra, la ha dicho en su interior; y esa palabra interior nos llega antes que sea expresada externamente.
Antes que la palabra sea dicha, la expresión la dice; antes que el pensamiento se forme, el sentimiento habla de él. Y esto muestra que un sentimiento forma un pensamiento, un pensamiento que se manifiesta con el habla; y aun antes de que el sentimiento se manifieste, puede ser captado cuando uno es capaz de comunicarse con el alma. Esto es lo que puede llamarse comunicación: comunicarse con el ser más íntimo de una persona. Pero ¿quién puede comunicarse así? Aquel que sabe cómo comunicarse consigo mismo, aquel que, en otras palabras, está despierto. La personalidad de un alma despierta se vuelve diferente de cualquier otra personalidad. Se vuelve más magnética, porque es la persona viva la que tiene magnetismo; un cadáver no tiene magnetismo. Quien vive es quien trae alegría, y por lo tanto, es el alma despierta que es dichosa.
Y nunca, ni por un momento pienses, como muchos lo hacen, que una persona espiritual significa una persona triste, seca, de cara larga. El espíritu es gozo, el espíritu es vida; y cuando ese espíritu ha despertado, todo el gozo y placer que existen están allí. Así como el sol quita toda oscuridad, así la luz espiritual remueve todas las preocupaciones, ansiedades y dudas. Si un despertar espiritual no fuera tan precioso, entonces ¿de qué serviría buscarlo en la vida? Un tesoro que nadie puede quitarnos, una luz que siempre brillará y nunca se extinguirá, eso es un despertar espiritual, y es el cumplimiento del propósito de la vida. Ciertamente, las cosas que una persona valoró alguna vez y consideró importantes se vuelven menos importantes; pierden su valor, y aquellas que eran hermosas pierden su color. Es como ver el escenario a la luz del día; todos los palacios y otros decorados en el escenario de repente no significan nada. Pero pone fin a la esclavitud a la cual todos estamos sujetos, porque la persona despierta se convierte en amo de las cosas de este mundo; no necesita renunciar a ellas. El optimismo se desarrolla naturalmente, pero un optimismo con ojos abiertos; el poder aumenta naturalmente, el poder de conseguir cosas, y él perseverará hasta que se cumpla, por pequeño que sea.
Es muy difícil juzgar un alma despierta, como dicen en Oriente, pues no hay nada externo que pruebe su condición. La mejor forma de ver un alma despierta es despertarse uno mismo, pero nadie en el mundo puede pretender estar despierto cuando aun está dormido, tal como un niño pequeño, poniéndose unos bigotes en su rostro no puede probarse ser adulto. Uno puede fingir otras pretensiones, pero no la de ser un alma despierta, porque esta es una luz viviente. La Verdad nace en el despertar del alma; y la verdad no se enseña, la verdad se descubre. El conocimiento de la verdad no puede compararse con el conocimiento de formas o ideas; la verdad está más allá de formas e ideas. ¿Qué es? Es ella misma y es nuestro ser.
Muy a menudo las personas hacen un esfuerzo, aunque en vano, de despertar a un amigo o a un pariente cercano a quien aman. Pero en primer lugar, no conocemos si esa persona está más despierta que nosotros; podemos estar tratando por nada. Y el otro punto es que es posible que una persona que está dormida necesite ese sueño. Despertarla en ese caso sería un pecado en lugar de una virtud. Sólo se nos permite extender nuestra mano a quien está dándose las vueltas mientras duerme, a quien desea despertar; solo entonces se da una mano. Es este tender la mano que se llama iniciación. Sin duda un maestro que está familiarizado con este camino puede dar una mano externamente a aquel que desea viajar, pero internamente, es el Maestro quien siempre ha dado y siempre da una mano a las almas que están despertando, la misma mano que ha recibido a los sabios y maestros de todos los tiempos en una iniciación superior. De verdad, el buscador lo encontrará tarde o temprano, si solo se mantiene firme y constante en el camino hasta que llega a su destino.
Continuará…
Traducido por Yaqin Rodrigo Esteban Anda