Hazrat Inayat: Maestría, parte II
Siguiendo con su explicación de la maestría, Hazrat Inayat Khan aclara que cada persona necesita un entrenamiento espiritual adecuado a su propia naturaleza. Su referencia al “yoga” no significa un rechazo de la ciencia yogui, sino de su presentación sobre-simplificada para el consumo masivo. La primera publicación en esta serie se encuentra aquí.
Es mejor recibir ayuda personal que practicar yoga; no puede haber un sistema de entrenamiento en el que cada discípulo reciba lo mismo, pues cada uno requiere un método diferente adecuado a su condición de vida, su tipo de mente, su entorno, su edad (joven o vieja), su educación, el desarrollo espiritual que haya alcanzado y su inclinación devocional. ¿Es la devoción el mejor método, o lo es el estudio, o una práctica? Esto depende de las necesidades y capacidades del pupilo. Es igual a cuando un médico prescribe para una persona; debe usar diferentes medicinas, según el tipo individual y la personalidad. Las medicinas patentadas [o genéricas] no lo harán.
El se humano ha de comprender que tiene un poder interior más grande que todos los poderes, este poder es su voluntad. La ira es un poder, pues constituye una parte de la energía que se manifiesta como ira. El entusiasmo, la pasión y otras emociones son manifestaciones de una energía, aunque todos esos poderes están en manos de un solo poder, llamado voluntad. Son gobernados, controlados y usados por ella. Una persona no puede enojarse a menos que su voluntad esté detrás. Tendrá que tener la fuerza de voluntad para defenderse, o de lo contrario el enojo sería inútil. Ahí está el enfado, pero la fuerza de voluntad es más grande. Si esta fuerza no está detrás, la capacidad no hará nada, aun si no se la elimina. Si esta fuerza no colabora, la facultad es ineficaz, aunque esté presente.
Este poder, la fuerza de voluntad, es interior. Si este poder obra con el consentimiento de la sabiduría, todo se vuelve admisible -ira, calma, guerra, lucha, paz, amor, odio. Por ejemplo, hay unos momentos en que el enojo ayuda; hay otros en que sirve la paz, o en que ayuda la calma. Hemos de comprender el ritmo, pues esto es como la música, si no llevamos bien el tiempo es porque no entendemos el ritmo. Pero cuando sí lo entendemos, sin importar lo que hagamos, las cosas estarán bien. Todo está bien cuando la sabiduría, el consuelo y la fuerza de voluntad están en armonía.
Pero si la voluntad está sujeta al control de la ira, de la pasión, y demás, al punto que estas se manifiestan sin tener en cuenta la sabiduría, y entran en juego en sus propios tiempos (que dependen de los hábitos personales), ¡entonces una persona se enojará todos los días! Se enojará porque lo ha hecho un hábito, y su voluntad se ha rendido. Si esto sucede cada día por ocho días, sucederá en el noveno, o tal vez se enfermará. El poder que debería ser obediente a la voluntad la termina controlando, y así la voluntad trabaja sin sabiduría, a pesar del hecho de que la sabiduría es el único poder confiable que otorgó Dios al ser humano.
Hay un pasaje en el Corán que dice: “despierta en el medio de la noche, antes del amanecer, o al alba cuando la aurora está lejos, y repite el nombre del Señor. Entonces la palabra será tomada y tu enemigo aplastado. Entonces se te enseñará lo que nunca antes habías conocido”. ¡Cuánta especulación ha levantado este pasaje!
La solución a su misterio es esta: el deseo de comodidad controla demasiado a la voluntad. La fuerza de voluntad se ha vuelto tan sometida a este deseo, que la comodidad controla a la voluntad. La voluntad es esclava de las experiencias de gozo y placer que obtenemos de todos los tipos de comodidad. El deleite y la sensación de placer esclavizan a la voluntad. Por ejemplo, no hay mayor comodidad que el sueño. Así que cuando tienes que levantarte antes del amanecer no deseas hacerlo para repetir el nombre del Señor; peleas con la más grande comodidad que puedes experimentar cada día. Una vez comienzas a luchar, empiezas a aplastar el poder (esto es, el placer, la comodidad) en la superficie. Es este ego, alimentado con placeres y comodidades de todo tipo, el que es tu enemigo. Entonces, una vez aplastas este ego, tu voluntad gobierna sobre tus placeres, y cuando la voluntad es el amo (master), tú eres el amo. La dispersión de tu vida pasada ahora está sujeta a la unidad de tu ser. Hay una parte de tu ser que puedes llamar “mí mismo” y esta parte tiene que controlar los muchos seres que te pertenecen —la nariz, los ojos, las orejas, etc.—. Una vez bajo control, puedes continuar sin que te interfieran; puedes mantenerlos fuera cuando quieras. Desde ese momento, llega la luz y llegas a conocer y comprender todas las cosas que nunca antes habías conocido. ¡La luz se te ha revelado por Dios!
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur Gómez