Hazrat Inayat: Mensaje y Mensajero, parte V
En esta continuación de la serie sobre el Mensaje y el Mensajero, Hazrat Inayat Khan describe brevemente un marco metafísico profundamente revelador para aquellos “cuya inteligencia hace preguntas”, como él dice; sigue comentando las expectativas que un mensajero pueda traer en nuestra época, y cómo el Mensaje se presenta de manera humilde, al no jactarse de serlo. La publicación previa se puede encontrar acá.
También está el lado metafísico de esto, pues la metafísica es la que hace las cosas claras e inteligibles para aquellos cuya razón formula preguntas; el hombre y el estudio del hombre es el estudio del universo entero. Como dice Alí, “conócete a ti mismo, si aspiras conocer a Dios”. El secreto de esto radica en saber que cuando el hombre viene a la tierra, él es tanto alma como cuerpo, o como otros dirían, espíritu y cuerpo, y que la acción y reacción entre alma y cuerpo produce lo que llamamos mente. De la misma manera, la acción y reacción entre Dios y su creación ha producido el Espíritu de Guía, y este espíritu es el alma de Cristo.
Esto podría entenderse mejor con un ejemplo: en el caso de un individuo, los asuntos de su vida cotidiana lo llevan a una realización y entendimiento de lo que sus acciones han provocado, y este entendimiento de la vida se vuelve su espíritu de guía, que es llamado buddhi en términos del Vedanta. En otras palabras, el Primer Ministro de un país se encuentra en el medio entre su país y el mundo; su experiencia lo guía para conducir los asuntos de la nación.
El intermediario entre el alma y el cuerpo se llama espíritu. En el espíritu colectivo, es el espíritu del mensajero, y esta es la razón por la cual el mensaje divino da una respuesta a toda alma. No es necesariamente una ley para la multitud, o una religión para el mundo, sino una respuesta que trae para toda alma existente; y antes de que el alma haya expresado su anhelo, ha entrado en contacto con el corazón del mensajero.
¿Puede alguien declarar falsamente el Mensaje? ¡Cómo se atrevería cualquiera a semejante cosa! Si es ya tan difícil para el verdadero mensajero de Dios mantenerse firme ante todos los vientos de la destrucción, ¿cómo puede acaso la falsedad resistir un viento semejante? Solo el mensajero auténtico puede sostenerse firme, siempre y cuando el Mensaje sea dado al mundo. La sola verdad es victoriosa.
Hay una gran expectativa en todo el mundo, justo ahora, por el regreso del maestro. Y la expectativa parece ser tal, como si el Maestro fuera a venir directamente del cielo, y como si todo el mundo lo fuera a aceptar y lo esperara; que abogados, científicos, materialistas, y líderes de diferentes sectas se fueran a arrodillar ante él cuando venga. ¡Pero si tan solo pensáramos cómo llegó Jesucristo, con aquella humilde apariencia, y cómo nadie lo aceptó durante su vida! En su modesta vida, predicando a hombres sencillos, ¿iba a ser aceptado como Cristo? ¿Y, sin embargo, no es Cristo aún hoy en día? Si miramos la vida de distintos profetas y maestros, ¿acaso iban a ser aceptados de inmediato? Mahoma fue expulsado tres veces de la Meca, su propia ciudad, y tuvo que huir en la noche. Y durante la larga prueba en la vida de Moisés, al final solo pudo conseguir la aceptación por el permiso del faraón. Krishna pasó toda su vida desapercibido, hasta que Arjuna, en la guerra descrita en el Mahabharata, solicitó su bendición y luchó; solo entonces llegó su mensaje.
Para reconocer un mensaje al mundo, la gente de todos los tiempos ha descrito y predicho un mensajero proveniente de esta o aquella esquina del mundo. ¿Pero puede el hombre acaso autorizar un mensajero de Dios? ¿Tiene el poder de autorizar un hombre y decir “este será el Mensajero de Dios”, o “este es el Mensajero de Dios”? Solo Dios puede enviar su mensajero. Hoy están sucediendo cosas tales que nunca antes habían ocurrido; la gente habla muy a la ligera sobre el Mensajero y el Mensaje. Discuten las cosas más sagradas, cosas que, si uno conociera, le sellarían los labios. No puede haber peor deterioro de la religión que este. ¿Acaso el Mensajero alguna vez ha sido anunciado? ¿Puede cualquier hombre presentarse al mundo, hacer una declaración de este tipo, y que además sea cierta? No. El Mensaje es como un manantial: brota y cae, y se abre paso a sí mismo, así que nadie puede simularlo. Si el mensaje es verdadero, siempre se abrirá paso hasta el último rincón del mundo. Así sucede siempre con el Mensaje de Dios.
Pero aquellos que aguardan, han de aguardar. Es su destino esperar y no se les puede ayudar. Esperaron mientras Jesucristo llegó y se fue, y aún aguardan, y aguardarán por siempre. Y, sin embargo, él siempre ha venido; para el individuo, para la muchedumbre, para la nación, para la especie humana. Él vino, y habló al mundo entero; ¿pero se presentó con tambores y trompetas? No, él vino en el más humilde aspecto, de la más modesta manera; como nuestro hermano, nuestro sirviente, nuestro amigo, nuestro igual. El hombre, en su devoción, lo ha llamado Señor; pero él dijo, “No me llaméis bueno. Yo soy como vosotros”. No es su ausencia la que mantiene al hombre en la ignorancia; son los ojos cerrados del hombre. El Maestro siempre ha estado presente, pero el hombre no lo ha reconocido.
Continuará…
Traducido por Vadan Juan Camilo Betancur